Rio de Janeiro (enviado especial) - Pese a las largas reuniones, hasta anoche los equipos técnicos de la Argentina, Brasil, Uruguay, Paraguay y Venezuela no terminaban de cerrar un acuerdo para consensuar las medidas orientadas a reducir las asimetrías en el Mercosur. No fue una tarea sencilla: Buenos Aires y Brasilia difieren en cuanto al método para satisfacer los reclamos de los socios menores, por lo cual, el principal tema económico que debería definirse en la Cumbre de Jefes de Estado de Rio de Janeiro que comenzará mañana, más allá de las declaraciones políticas por el ingreso de Bolivia y la posible inclusión de Ecuador, quedaría sin resolución.
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Eduardo Sigal fue el primer funcionario argentino en llegar a Rio de Janeiro. Alojado desde ayer en el hotel Excelsior de Copacabana, el subsecretario de Integración Económica de la Cancillería coincidió con sus pares sudamericanos en la importancia de implementar el Fondo de Convergencia Estructural del Mercosur. Son 100 millones de dólares (70 aportados por Brasil, 27 por la Argentina, dos por Uruguay y uno por Paraguay) que aunque representan una cifra bastante exigua en relación con los volúmenes comerciados en el bloque, ayudarán a las economías menores a desarrollar obras de infraestructura y ayuda social. Pero hasta a la asignación de los proyectos del FOCEM llegaron las esquirlas de la crisis bilateral entre la Argentina y Uruguay por las papeleras. El gobierno de Néstor Kirchner vetó una obra sugerida por la administración de Tabaré Vázquez para reconstruir un tramo de la Ruta 12 que termina a metros del lugar donde la finlandesa Botnia levanta la polémica pastera, y que iba a ser utilizada para transportar parte de la producción de la pastera finlandesa y para nutrirse de insumos para fabricar celulosa.
Otro tema discutido en la reunión de los técnicos de ayer fue la decisión unilateral de Brasil de eliminar el cobro de doble arancel a los productos extra zona que ingresan por Uruguay y Paraguay. Para la Argentina, la medida pone en riesgo la verdadera naturaleza del bloque como unión aduanera ya que facilitaría el ingreso de productos extranjeros burlando el arancel externo común que deberían tributar para poder ser comercializados en el Mercosur. Ni siquiera Uruguay consideró suficiente ese incentivo impulsado por Itamaraty. El ministro de Economía uruguayo, Danilo Astori, ya había definido como la principal asimetría del Mercosur a «la falta de acceso al mercado ampliado». Pero no terminaron allí los debates sobre cómo paliar las asimetrías y, de paso, calmar al verborrágico venezolano Hugo Chávez, quien ya había ridiculizado al bloque cuando pidió «un viagra» para el Mercosur. Mientras Brasil se muestra favorable a flexibilizar el régimen de origen de los productos que exportan Paraguay y Uruguay, la Argentina cree que éste podría ser otro velado mecanismo para desvirtuar el arancel externo común.
Lo que el canciller Jorge Taiana y el subsecretario Eduardo temen es que estos dos socios menores se terminen convirtiendo en armadores de productos libres de arancel, pero fabricados con componentes extranjeros. Eso siempre y cuando prospere la propuesta de Brasil de reducir de 40% a 25% la cantidad de componentes intra Mercosur que deben tener los productos paraguayos para circular libremente por la región, y en el caso de Uruguay, bajar ese requisito de 50% a 30%.
Para completar este preocupante panorama, hay que mencionar que la Argentina y Brasil se encuentran en juicio ante la OMC por la decisión de Brasilia de trabar el ingreso de resina de nuestro país para fabricar envases PET. La medida provocó 120 millones de dólares de pérdidas. Y eso que los gobiernos de ambos países no se cansan de destacar que la relación pasa por su mejor momento.
El Mercosur es aún una «unión aduanera imperfecta», de 260 millones de habitantes y un PBI de 1,2 billón de dólares; proceso jaqueado por la tentación de Uruguay de firmar acuerdos comerciales con Estados Unidos que podrían herir de muerte al Mercosur, y las arengas del presidente venezolano Hugo Chávez contra el gobierno norteamericano. Las asimetrías se vieron reforzadas en los últimos tres años por los fuertes superávits comerciales obtenidos por Brasil con todos sus socios del Mercosur, revirtiendo una situación en la que era tradicionalmente deficitario.
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