16 de septiembre 2008 - 00:00

Rabia y tristeza entre los empleados de Lehman

Henry Paulson
Henry Paulson
Nueva York (AFP) - Los empleados de Lehman Brothers se debatían ayer entre la rabia y la tristeza, con el temor de que sería su último día de trabajo en lo que hasta hace poco era una de las empresas más prestigiosas de Estados Unidos.

«Estoy enfadado, porque fuimos a la quiebra, ésa es la razón», dijo un hombre al pasar frente a un gran número de cámaras de televisión y fotógrafos instalados en la entrada de la oficina principal de Lehman Brothers en Manhattan.

Lehman Brothers, titán del mundo de las finanzas que sobrevivió a varias crisis económicas y bancarias en Estados Unidos por siglo y medio, anunció ayer que se amparaba en la ley de quiebrasluego de un fin de semanade frenéticas negociaciones en un intento por rescatarlo.

En el rascacielos que alberga al banco, cerca de la conocida Rockefeller Plaza, cuatro guardias de seguridad en trajes oscuros y un policía impedían la entrada a cualquier persona que no fuera empleado.

«No puedo creer lo que está sucediendo», indicó un guardia al estrechar la mano de una persona que llegaba al edificio. Al ser interrogado sobre cómo veía su futuro, un joven impecablemente vestido comentó: «Bueno, hoy voy a la oficina como siempre. ¿Qué vendrá después? Estoy seguro de que allí adentro hay mucha gente tratando de responder eso».

  • Video

    Una pantalla gigante sobre la entrada del edificio todavía mostraba ayer el video promocional del banco, cuyo logotipo señala: «Llevamos satisfacción a nuestros clientes en el mundo entero».

    Inscriptos con orgullo en metal en la pared frontal de la oficina principal se encuentran los centros financieros en los que Lehman parecía invulnerable: Chicago, Francfort, Londres, Nueva York, Hong Kong y Tokio.

    Pero ayer el impacto de la quiebra de Lehman en esas ciudades provocaba pérdidas en las Bolsas y hacía crecer el interrogante de hasta dónde puede llegar la crisis del sistema financiero estadounidense. La misma pregunta que se hacía el secretario del Tesoro, Henry Paulson.

    «Es historia en desarrollo. Puede ser peor que la Gran Depresión de 1929. Después de todo, Lehman la sobrevivió», estimó James Mariani, un gerente de un fondo de inversiones.

    Con los ojos fijos en la fachada plateada del rascacielos que se funde con el cielo azul de la mañana neoyorquina, Mariani se lamentó: «Es horrible, pero no puedo evitar mirar hacia arriba para ver si alguien abre una de las ventanas y salta».

  • Limpieza

    En Londres, las perspectivas para los empleados de Lehman Brothers eran también sombrías. Mientras limpiaban sus escritorios en la sede del banco, en Canary Wharf, distrito financiero de Londres, algunos de los 4.000 empleados expresaban en voz alta sus temores de que se quedarán sin un salario desde esta semana.

    «Toda la gente está limpiando sus escritorios, muchos están muy tristes», contó Do Ai, de 26 años, que trabaja en la sección de bonos de la firma. «Algunos tienen mucho enojo y los puedo entender muy bien», añadió el joven.

    «Es terrible. Muerte. Es como un terremoto masivo», destacó Kirsty McCluskey, de 32 años, también empleada de la firma de inversiones. «Es el fin», agregó, mientras la prensa británica bautizaba este día de «lunes negro».

    Un joven francés, Edouard d'Archimbaud, de 24 años, se presentó ayer por la mañana en Lehman Brothers para su primer día de trabajo, pero no consiguió llegar ni a la oficina donde debía trabajar.

    «Antes de poder llegar a mi escritorio me dijeron que todos estábamos despedidos. No sé qué voy a hacer ahora. Acabo de alquilar un apartamento por seis meses, y no sé cómo lo voy a pagar», dijo el desafortunado joven.

  • Silencio

    Otros empleados mantenían un pesado silencio, mientras analistas informaban que responsables de Lehman Brothers en Londres habían advertido que no sabían si los salarios de setiembre serían pagados.

    Por su parte, los empleados de otros bancos de la City londinense ni siquiera trataban de ocultar su preocupación ante las consecuencias de la bancarrota de una de las más importantes instituciones financieras en el mundo.

    «Todas las flechas apuntan hacia abajo», se quejó Brian McKeever, un operador en una filial de Citigroup, mientras señalaba una tabla de valores en la Bolsa.

    «El ambiente en la City es sombrío», resumió un analista, que en diciembre recibió un bono de varios cientos de miles de Londres. «Esta vez, tengo miedo», admitió.
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