25 de septiembre 2007 - 00:00

Un lujo para apenas un puñado de países

El francés TGV. Sólo en Europa y en Japón corren estos trenesde alta velocidad. Estados Unidos no se da ese lujo. A loque cuestan el tren y las vías hay que sumarle otro monto iguala lo largo de los siguientes 15 años en mantenimiento y costosoperativos.
El francés TGV. Sólo en Europa y en Japón corren estos trenes de alta velocidad. Estados Unidos no se da ese lujo. A lo que cuestan el tren y las vías hay que sumarle otro monto igual a lo largo de los siguientes 15 años en mantenimiento y costos operativos.
Los trenes de alta velocidad corren sólo a través de Europa y Japón. Por un tema de costos, ninguna otra área del planeta ni siquiera consideró construirlos. La obvia excepción serían los Estados Unidos, con corredores cortos que lo admitirían (Nueva York-Boston; Washington-Nueva York; San Francisco-Los Angeles) y público con ingresosque permitirían pagar los pasajes. Sin embargo, los estadounidenses -al menos hasta ahora- han decidido privarse de este lujo que Néstor Kirchner y Ricardo Jaime quieren «regalarles» a los argentinos. Los norteamericanos, prácticos y poco afectos a subsidiar lo que no funciona ni da ganancias, estudiaron la cuestión y comprobaron que en quince años los europeos habrán pagado en costos operativos lo mismo que invirtieron en los trenes de alta velocidad, aun con tarifas en euros y cantidad de pasajeros infinitamente superiores a los que atraerá el TAVE.

«Recién ahora los españoles están poniendo su AVE dentro del punto de equilibrio, con 15 a 20 frecuencias diarias y gente que se moviliza todo el tiempo entre Sevilla y Madrid o Barcelona», revela un experto del sector. «Pero los trenes corren llenos, y uno atrás del otro. Acá no será posible: no hay público que pueda pagar las tarifas que, por lo menos, se acercarán a las aéreas.» El micro cobra $ 30.

Será difícil encontrar a mucha gente en condiciones de pagar $ 150 por tramo para viajar rápido, cómodo y seguro entre ambas ciudades. Esto descarta, obviamente, la posibilidad de que haya quien se afinque en las afueras de alguna de las dos urbes y use el tren para llegar a un hipotético lugar de trabajo a cientos de kilómetros de distancia.

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