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Ahora preocupa más Trump que la Fed

Donald Trump.
La Fed tiene tres disidentes en el Comité de Mercado Abierto (Esther George, que viene de arrastre, más la incorporación flamante de Loretta Mester y Eric Rosengren) a los que Janet Yellen, su timonel, debió ponerles el bozal porque estaban prestos a dar un tarascón de un cuarto de punto. ¿Será que la rebeldía es contagiosa? Si la economía acompaña, crecerá su influencia. Por empezar, las voces de muchos que no votan (aunque sí opinan y aportan argumentos al fuego del debate) sintonizan con el trío de revoltosos. Por continuar, Stanley Fischer, el número dos del banco central, quien compartió la decisión de la mayoría, fue el que sostuvo a viva voz en Jackson Hole que las subas de tasa podrían ser dos antes que culmine 2017. Nadie ladró más fuerte. Y por terminar, la propia Yellen señaló que la moción a favor de un ajuste de tasas cobró mayor sustento, aunque no lograse concitar el consenso necesario para su ejecución. ¿Gatillará la Fed en su próxima reunión? Yellen dio a entender que es una posibilidad viva, pero con las elecciones presidenciales una semana más tarde, el 8 de noviembre, cuesta trabajo pensar que sí. En ese caso, habrá que esperar el turno de diciembre, sabiendo que para los mercados, tres meses es una eternidad. No obstante, esta semana escucharemos a una docena de oradores del banco central, quienes quizás insistan en lo contrario, afirmando que a la manera de los boy scouts están siempre listos. En paralelo, la Fed rebajó por enésima vez su definición de tasa de interés de equilibrio de largo plazo. Ya no es 3% como en junio, mucho menos 4% como un año atrás, y menos que menos 5,25% como en junio 2006, la cumbre cíclica anterior a la Gran Recesión (adonde la llevó Ben Bernanke, el predecesor de Yellen). Cuando la economía funcione a pleno, la nueva normalidad no demandará sino un 2,9% de tasa de Fed funds para conciliar el doble milagro del pleno empleo y la inflación estable al 2%. ¿Y cuándo será eso? Tal vez en 2020, la Fed dixit en sus proyecciones. Y probablemente ese 2,9% de hoy sea una estimación fugaz, y se transforme en un número aún más bajo cuando la Fed, con el desenlace puesto de la contienda electoral, se reúna en diciembre para meter manos en el asunto. De hecho hay tres funcionarios que piensan que 2,5% es una mejor respuesta (y otro que, lisa y llanamente, no sabe/no contesta y ya no suministra ninguna estimación, pero está cómodo con una tasa de 0,625% hasta 2019).
¿Será, pues, que ya pasó lo peor? La verdad es que la respuesta no depende ni de Yellen ni de su par japonés, Haruhiko Kuroda (ni de los demás bancos centrales). Tampoco de los balances que conoceremos en octubre (o de la marcha de los indicadores macro). Todo ello luce manejable si se complica. Lo que no está en los precios es la cola larga de la política. En concreto, el escenario Donald Trump presidente (más allá de los dolores de cabeza que pueda aportar Europa en un octubre recargado en tres frentes, de menor a mayor: Hungría, Austria e Italia). El debate de hoy nos dará un botón de muestra. Gane la elección a la postre o no, si Trump descuella en el mano a mano con Hillary Clinton (y obliga por fin a tomarlo como un candidato con chances sólidas de victoria), ahí empezaremos a probar de veras si lo peor ya quedó atrás.
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