6 de mayo 2016 - 00:00

Capolavoro de Karina K en “Yiya. El musical”

Se dice que la verdadera Yiya Murano amaba el género revisteril y el espectáculo puede leerse como la puesta en escena de sus fantasías más megalómanas, en clave de  humor negro y con una absoluta incorrección.
Se dice que la verdadera Yiya Murano amaba el género revisteril y el espectáculo puede leerse como la puesta en escena de sus fantasías más megalómanas, en clave de humor negro y con una absoluta incorrección.
"Yiya. El musical". Libro: O. Bazán. Mús. Orig.: A. Sergi. Dir.: R. Pashkus. Int.: Karina K, F. Gianola, P. Contreras y otros. Esc.: M. Acha. Vest.: S. Di Nunzio. Luces: E. Sirlin. (Teatro El Nacional)

En la piel de Yiya Murano, la famosa envenenadora devenida en figura mediática tras su paso por la cárcel, Karina K brinda una composición tan hilarante como multifacética.

La actriz y cantante dio sobradas muestras de su talento al interpretar a otros personajes tan anómalos como la Señora Lovett, de "Sweeney Todd", o la desafinada cantante lírica de "Souvenir". Pero en esta sátira musical con formato de Revista porteña enfrentó un desafío mucho mayor. Su personaje, además de llevar la obra sobre sus hombros, ahonda en diversos registros de comicidad.

Se dice que la verdadera Yiya amaba el género revisteril, por lo tanto el espectáculo puede leerse como la puesta en escena de sus fantasías más megalómanas, en clave de humor negro y con una absoluta incorrección.

Esta seductora de rasgos psicopáticos, amante de la buena vida y dueña de un gran ego despierta admiración, tanto en su débil marido como en sus amigas/víctimas (un magnífico trío compuesto por Tiki Lovera, Virginia Kaufmann e Iride Mockert). Y a la vez puede ser muy procaz pese a sus aires de gran dama. Pero es la reina de su propio show y como tal se apropia del rol de capocómico haciendo reír con los chistes más groseros o de explícita genitalidad (una especie de venganza feminista hacia tanto humor verde basado en denostar a mujeres voluptuosas). Por otro lado, los gestos traviesos e hiperkinéticos de Karina K la acercan a Niní Marshall (sin imitarla).

Patricio Contreras (el marido) y Fabián Gianola (en su doble rol de presentador y de amante) se conducen como buenos partenaires, pero aún les falta seguridad y quizás un mayor entrenamiento como cantantes.

Una gran escalinata domina la escena compitiendo muchas veces con la labor actoral; no obstante la puesta de Ricky Pashkus entretiene y recrea con frescura y dinamismo un libro rico en contenidos. Su autor, Osvaldo Bazán, no juzga ni ensalza a la protagonista; sino que la pinta como una villana de historieta, vital, macabra y sumamente divertida. Su figura le permite criticar también ciertos vicios nacionales enmarcados en los años de la bicicleta financiera y la famosa "tablita" de Martínez de Hoz.

La música original de Ale Sergi es variada y pegadiza, con canciones (letra de Bazán) que realzan la comicidad de cada cuadro. En otro registro, se destaca "Soy nadie, soy nunca, soy nada", una conmovedora balada que interpreta Tomás Fonzi (como el sufrido hijo de Yiya).

El vestuario y en especial la utilería también aportan rasgos pintorescos a la atmósfera ochentista. En tanto que la iluminación brinda una gran variedad de composiciones cromáticas de gran refinamiento. Fuera de eso, se trata de una producción más bien austera que sin embargo ha permitido que "Yiya" llegue a convertirse en un nuevo hito para el musical argentino.

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