30 de diciembre 2014 - 00:00

Con el arte del fuego de Cai Guo-Qiang, Proa inaugura 2015

Además de los inmensos papeles que se exponen en las salas de la Fundación Proa (dibujados con pólvora encendida en un galpón de La Boca), ahora Cai Guo-Qiang se dispone a volver a sorprender, el 24 de enero, con 80 minutos de fuegos artificiales.
Además de los inmensos papeles que se exponen en las salas de la Fundación Proa (dibujados con pólvora encendida en un galpón de La Boca), ahora Cai Guo-Qiang se dispone a volver a sorprender, el 24 de enero, con 80 minutos de fuegos artificiales.
 La agenda del año 2015 ofrece un programa nutrido para el arte, pero entre las múltiples actividades y exposiciones se destaca un día clave: el 24 de enero, cuando al caer la tarde, el chino Cai Guo-Qiang despliegue la magia de sus fuegos artificiales en La Boca, frente al Riachuelo.

Invitado por la Fundación Proa, Cai Guo-Qiang recorrió hace unos meses el Norte de nuestro país para después realizar in situ la muestra "Impromptu". Los inmensos papeles que se exponen desde mediados de diciembre en las salas de la Fundación Proa, fueron dibujados con pólvora encendida en un galpón de La Boca, frente a un público que admiró su arte y también sus gestos. Allí están, fantasmales, las resonancias y evocaciones del paisaje, se adivina "el agua grande" y las nubes vaporosas de las cataratas del Iguazú, los "centinelas" del Valle Encantado y luz inefable que baña las cruces del cementerio de Cachi. Los dibujos color arena y texturados cobraron forma a través de las explosiones de la pólvora sabiamente derramada sobre el papel. El artista supo moverse con la destreza de un bailarín entre las serpenteantes y veloces líneas del fuego.

En un encuentro con la prensa, Cai cuenta su vida. Nació en 1957 y pasó su infancia en la librería de su padre rodeado de publicaciones extranjeras. Allí conoció el arte. Luego, en la escuela, integró los grupos maoístas. En esos años de la Revolución Cultural intentó tocar el violín, pintar al óleo y hacer teatro, mientras participaba de algunos films de artes marciales.

Todo ese pasado está hoy en su obra, en la teatralidad de sus gestos y en la cualidad performática de una producción artística que, arrastra algo, al menos, de aquel pasado revolucionario: el sonido de las explosiones. También está una inocultable pasión por la música que indujo al artista a internarse en la noche porteña para escuchar y tratar de bailar el tango. Así creó el simulacro de una cajita de música que abre la muestra de Proa. Los bailarines de Cai Guo-Qiang se mecen sobre unas frágiles hamacas transparentes. En "La vida es una milonga: tango de fuegos artificiales para Argentina", el artista buscará transportar a la pirotecnia los ritmos, movimientos y estados de ánimo del tango para culminar con una lluvia de estrellas. Finalmente, acaso su paso por la industria cultural del cine determinó que un poderoso equipo de operadores de diversas áreas lo acompañe a todos lados.Hoy vive en EE.UU. y desde allí llegó con un productor de cine que está filmando su vida.

Varias cuestiones diferencian a Cai Guo-Qiang de otros artistas. El alemán Franz Ackermann o el británico Richard Long recorrieron la Argentina y crearon obras interesantes a partir de sus viajes, pero no cruzaron palabra con la gente del lugar. Guo-Qiang, por el contrario, demostró desde su arribo su interés por conocer y entender el arte y la cultura de nuestro país. "Lo que me atrae de la Argentina es justamente que no es fácil entenderla, uno se siente perdido y perplejo y encuentra que las cosas no son tan simples," confiesa.

Su afán de compenetración quedó demostrado en la decisión de realizar sus obras con ayudantes argentinos, como los alumnos de la Escuela de Cerámica. Junto a ellos modeló la bellísima enredadera de campanillas que desciende desde el restaurante de Proa hasta la librería.

En la actualidad hay varios artistas que trabajan con fuego. Pero el maestro es desde hace años Guo-Qiang, cuyos trabajos se venden en varios millones de dólares. Cai es heredero de una tradición milenaria, pero por sobre todo es un artista que sin resignar los aspectos poéticos de su trabajo, se sirve de la espectacularidad de la pólvora y el poder de atracción que ejerce sobre las multitudes. Cuando el MoMA cerró su edificio de Manhattan para remodelarlo y se mudó a Queens, Cai iluminó la nueva sede de Museo con un arco iris de fuegos artificiales. Sus colores encendidos cruzaron el East River para unir Queens con Manhattan.

"Los fuegos artificiales de La Boca durarán 80 minutos", informa Cai durante un encuentro y promete para entonces una noche memorable.

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