18 de febrero 2015 - 00:00

Cotidianeidad sorpresiva y mordaz

Cotidianeidad sorpresiva y mordaz
Ariel Basile, "Trabajos de oficina" (Bs.As., Simurg, 2014, 158 págs.)

Los detalles pintorescos o siniestros de los barrios,que pueden pasar por la reivindicación que hace un grupo de vecinos del auténtico "Rey del Pancho" frente a nuevos comerciantes recién llegados que intentan usurparle ese honorable título a don Luis. El retrato del mundo pueril o sórdido de las oficinas que pueden llegar a traiciones, delaciones y hasta un programado asesinato. Hechos dramáticos que marcaron al país, que pueden ser tanto la Guerra de Malvinas como l final del Mundial de Fútbol de 1978, que se recuerdan para mostrar cómo signaron de forma íntima, personal, la vida de los protagonistas, con historias que parecen forzar a ser confiadas al lector.

Por caso, el retrato de un vendedor ambulante sorprende al convertirse en un monólogo extorsivo a pasajeros de un vagón del subte. Modestas aventuras de la pequeña burguesía suburbana que se convierten en rencorosas epopeyas. Así son los cuentos de "Trabajos de oficina", segundo libro de Ariel Basile, tras la novela "Por la banquina", obras que se instalan en la práctica literaria de un realismo lacónico, cercano, crítico, irónico, y de conclusión impactante.

En el género del cuento, la Argentina tiene una extraordinaria tradición literaria. Incuestionable contar con Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares y Julio Cortázar, que se han destacado en la tradición del cuento fantástico. La otra tradición, la de la narrativa realista, surge hace casi un siglo ligada a la oleada inmigratoria y el desarrollo urbano. Un caso descollante será el de Roberto Arlt cuyos relatos no pueden ser clasificados en un género determinado, porque superan cualquier caracterización.

En los cuentos del realismo crítico urbano los escenarios son el barrio, la periferia, el mundo marginal, y el centro tumultuoso y anónimo. Entre sus protagonistas están los pequeños comerciantes, la baja clase media, las humilladas, estólidas o ruines amas de casa, los miserables y ofendidos, de rencores soterrados y de violencia explícita, y, sobre todo, un mundo de pícaros, de bribones, de sobrevivientes a cualquier costo, de trepadores, de sabiondos e inesperadamente sentimentales.

Los primeros pasos se pueden encontrar en miembros de lo que la profesora Sara Bosoer designa como "la vanguardia plebeya", cuyos miembros pertenecían al Grupo Boedo. Están en los "Cuentos de oficina" que Roberto Mariani publica en 1928 y en "Camas desde un peso" de Enrique González Tuñón, y que pasando por el tremedismo de Elías Castelnuovo y sencillismo sentimental de Leónidas Barletta llegará a los aportes renovadores de Germán Rozenmacher y Humberto Constantini. Ese estilo cobrará una fuerza renovada, al margen del realismo y en un realismo de los márgenes, cuarenta años después con los relatos de Jorge Asís, Enrique Medina, Miguel Briante, Osvaldo Soriano y, recientemente, de Eduardo Sacheri.

Una de las características de ese tipo de narratividad es en muchos casos su paso al cine. A esa tradición, recuperando escenarios y personajes, se suma con sus cuentos de "Trabajos de oficina" Ariel Basile, como para confirmar que el impulso por contar lo cotidiano de forma sorpresiva y mordaz no se extingue entre nosotros.

M.S.

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