Noviembre suele ser el mejor mes para las acciones. De las ocho sesiones ya celebradas, el S&P500 avanzó en siete. El rally continúa –luego de una corrección de 10% entre agosto y octubre que lo sacó de circulación– pero concentrado en unos pocos papeles y preñado de bemoles (y desconfianza). Por eso mismo, la única rueda que tropezó, el jueves, fue la más importante. ¿Vuelven los toros tras el guiño simultáneo a comienzo de mes que hicieron la Fed, el Tesoro y la data favorable? ¿O es una trampa cazabobos, un accidente esperando a la vuelta de la esquina? Una pésima subasta de bonos del Tesoro a 30 años encendió las alarmas.
EEUU: la Bolsa trepa pese a la volatilidad de los bonos y a un Powell más agresivo
Noviembre suele ser el mejor mes para las acciones. De las ocho sesiones ya celebradas, el S&P500 avanzó en siete. El rally continúa –luego de una corrección de 10% entre agosto y octubre que lo sacó de circulación– pero concentrado en unos pocos papeles y preñado de bemoles (y desconfianza).
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¿Quién dijo que la saga alcista de las tasas largas ya era historia? Se lo sostuvo aquí, en esta columna. ¿Y cómo, entonces, quedó sin comprador 24% de la emisión (que tuvo que ser absorbida por los dealers primarios a una tasa mayor que la prevista)? ¿Qué pasó? Por si fuera poco, minutos más tarde, Jay Powell, el mandamás de la Fed, recordó que la guerra contra la inflación prosigue, y que también las tasas cortas pueden ir más alto. Hay un incremento de 0,25% en el mapa de puntos del banco central para ser aplicado antes de fin de año y que los mercados de futuros ignoran sistemáticamente. ¿Habrá que revisar los planes? El jueves, la respuesta lucía afirmativa. El viernes, créase o no, la tormenta de los bonos ya había transcurrido. Las tasas largas bajaron todo lo que subieron, sin mediar demora ni explicación. El S&P 500 que cayó 0,80% por su culpa, escaló el doble. Cerró la semana 1,3% en alza, y por encima de 4400 puntos. No puede decirse que acá no pasó nada. Pasó de todo. Aun así, el camino ascendente sigue siendo el pasaje que ofrece menor resistencia.
Powell jugó a dos puntas. Tras la reunión de la Fed, el 1 de noviembre, puso el acento en que la suba de las tasas largas –“un terremoto”, según el gobernador Chris Waller– no anticipaba de manera correcta los pasos que sopesa la política monetaria. A confesión de parte, relevo de pruebas. Si la tasa a diez años llegó a rebasar 5%, a la luz de estos comentarios, puede verse como una exageración. Después de la moderación del informe de empleo y de corroborar el salto de la productividad en el tercer trimestre, más todavía. Pero, como señaló Mary Daly de la Fed de San Francisco, es temprano para cantar victoria. Y antes que hablase Powell, la gobernadora Michelle Bowman ya insistía con su cantinela particularísima. Nuevas subas de tasas, más de una, a su juicio, pueden precisarse para domar la inflación. Que la Fed nos quiere decir algo, no hay dudas. Llegaron a contarse siete altos personeros hablando en un mismo día. Es un debate a cielo abierto.
¿Qué sacar en limpio? Que no se quiere romper nada (ni que lo rompan las tasas largas). Pero tampoco gustan los mercados de fiesta. Las expectativas inflacionarias del consumidor –según la Universidad de Michigan– treparon a 4,2% a un año y a 3,2% a 5 / 10 años. Es un toque de atención. Se piensa que la inflación de octubre rondará 0,1%, y hasta podría ser negativa dada la caída del precio de la nafta. Pero si la población descree, la Fed deberá vacunarla de vuelta contra el escepticismo.
Powell no fue el villano de la semana como sí lo fue el traspié de la licitación del Tesoro. ¿Se debió al hackeo que sufrió el banco chino ICBC? Janet Yellen lo negó. No está claro entonces qué lo provocó ni cómo el viernes se arregló la situación pacíficamente. Pero, mientras la volatilidad de las acciones se desplomó, la de los bonos creció a los niveles más altos en 13 años. Con tasas en torno a 5% para el efectivo se retacea la toma de riesgos. Las sorpresas puntuales siembran sospechas. Un día falla una subasta; el viernes, la agencia Moody´s colocó el panorama sobre la deuda del Tesoro en status negativo. La política fiscal es un estorbo creciente en la escena. Esta semana el Congreso debe extender la autorización de gasto (si no acuerda el presupuesto) o el Gobierno podría tener que cesar temporariamente algunas de sus funciones.
Los republicanos tienen un nuevo líder, Mike Johnson, para volver a negociar. Al anterior, Kevin Mc Carthy, su flexibilidad le permitió acordar una tregua, pero le costó la posición. Nada de esto invalida la tesis del mercado bull, sí la obliga –como dice el refrán- a escalar una muralla de preocupaciones. En el haber, los balances suman la recuperación de la rentabilidad. En el debe, los bears apuntan que el rally es muy angosto, le falta la participación del grueso de los papeles. Mientras el aterrizaje suave proceda, el rally prevalecerá aunque no esté exento de sufrir los consabidos pozos de aire.
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