3 de agosto 2012 - 00:00

El conflicto fortalece intenciones separatistas de la minoría kurda

¿Está la crisis siria en su fase final? En los últimos días, mientras la guerra llega a su pico más despiadadamente sangriento, la comunidad internacional asiste impávida a otro fracaso mediador (ayer renunció Kofi Annan como enviado especial de Naciones Unidas) ¿muestra esto que Siria transita hacia una «afganización» de su conflicto revolucionario, de definición demorada y pronóstico irresuelto?

Ante el caos desmadrado y la incertidumbre, lo único previsible es que el mapa regional se está redibujando: así como los alawitas -la minoría étnica, chiíta, a la que pertenece Bashar al Asad- podrían proclamarse un estado autónomo en la zona de Tartus -el puerto mediterráneo sirio que alberga a la Armada rusa-, así también se teme que los kurdos, otra de las minorías en Siria, pero alineada en este caso con los rebeldes anti-Asad, constituyan su propio Estado al norte de Alepo y frente a la frontera sur de Turquía.

Lo de los kurdos no es un problema nuevo en lo que al vecindario respecta. Tampoco es menor: con historia milenaria y origen geográfico bíblico (entre el Tigris y el Eufrates), hoy suman casi 30 millones y son así la mayor comunidad étnica que está huérfana de patria en el mundo. Aunque desde 2005, después que en la guerra de Irak, Sadam Hussein los diezmara con armas químicas (combatieron del lado de Washington), se les dio «refugio» en el Kurdistán iraquí, como una entidad federal autónoma de 4,5 millones de habitantes dentro de Irak, reconocida por las Naciones Unidas. Sin embargo es en Turquía donde vive el grueso de la población kurda (16 millones), seguida por Irán (7 millones) y Siria (1,5 millón).

Perspectiva

Si bien el Kurdistán iraquí está gobernado por un moderado como Massoud Barzani, la creciente desestabilización interna en Irak (otra vez) acerca la posibilidad de que se escinda de la égida de Bagdad. Buen dolor de cabeza sería: el estado federal kurdo, próspero y seguro, es como un oasis dentro de Irak, que se asienta, además, sobre la franja petrolera y gasífera más productiva de ese país, con inversiones estadounidenses y turcas.

Pero tampoco les falta a los kurdos un componente desestabilizador: son los PKK (Partido de los Trabajadores del Kurdistán, estimados en 6.000 activistas), facción armada e independentista que desde sus células en Irak, Turquía, Irán y Siria (allí apoyan y se entremezclan con el PYD, Partido de la Unión Democrática) buscan establecer un estado supranacional confederado de kurdos en todos esos países. Para explicar el modelo al que apuntan los kurdos armados, algunos analistas ponen de ejemplo al que Nelson Mandela tuvo en su momento para Sudáfrica. No obstante, la Unión Europea, Turquía y EE.UU. consideran a los PKK como el grupo terrorista más importante dentro de Turquía.

Por eso, en las últimas horas, el Gobierno de Ankara envió a su canciller, Ahmet Davutoglu, a negociar con Barzani una solución armoniosa para la efervescencia separatista kurda. A toda costa Turquía debe impedir que frente a su frontera sudeste y en lo que hoy es territorio sirio, se cree un estado-tapón, gobernado por los radicalizados del PKK.

Aislamiento

Los más maliciosos dicen que, de concretarse ese escenario, Turquía estaría obligada a cerrar su frontera y aislarse aún más en su vecindario. Otra «cortina baja», que se agregaría a la frontera cerrada que ya tiene con Armenia, en el noreste.

De acuerdo con el investigador turco Emre Uslu, hay pocas posibilidades de que Barzani pueda controlar la situación. «Barzani tiene un concepto de estado basado en jerarquías y relaciones tribales, circunscriptas a un pueblo de montaña», dice, para agregar que, «por su parte, el PKK asienta su estrategia en su capacidad y red de movilización social extendida en cuatro países».

De allí que, según Uslu, «el PKK no va a permitir que Barzani ejerza un supratexto en lo que hoy ya controlan»: no sólo la región de Alepo, sino la logística y gran parte de la estrategia del contraataque rebelde en esa parte norte de Siria. De allí que, también, de darse un arreglo entre Barzani y el PKK (y su versión siria, el PYD), sería solamente coyuntural.

Se estima en 55.000 los sirios que pasaron a Turquía buscando refugio y asilo; podrían cuadruplicarse a 200.000 en las próximas semanas. En esa continuidad incesante está, también, la guerra de propaganda. Mientras que el PKK alerta sobre la amenaza de una penetración sunita-árabe en el noreste de Siria para combatir la presencia kurda -orquestada por Turquía, dice-, desde Ankara, el primer ministro Recep Tayyip Erdogan advirtió que «si el PKK y el PYD deciden establecer alguna forma de Gobierno en Siria, Turquía utilizará todas las opciones a su alcance para impedirlo».

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