- ámbito
- Edición Impresa
El drama de la guerra, sin época ni geografía
Con dirección orquestal de Baldur Brönnimann y escénica de Pablo Maritano, el Colón salda una deuda con esta ópera estrenada en 1965 sobre un drama clásico, aunque vigente, de Jakob Lenz (1776).

LOS SOLDADOS. Pablo Maritano (izq.) y Baldur Brönnimann, en un alto de los ensayos en el Teatro Colón.
Periodista: "Die Soldaten" plantea, por su complejidad dramatúrgica y musical, enormes desafíos a cualquier teatro de ópera. ¿Cómo los enfrentan?
Baldur Brönnimann: Es muy compleja, también en el sentido de que es grande en sus dimensiones, pero por el otro lado ya tiene cincuenta años, tiene una trayectoria de gente que la ha hecho, y eso facilita ciertas cosas. En Alemania es casi una ópera de repertorio. Cuando me preguntan cómo puede ser que un texto tan antiguo tenga una música tan moderna, respondo que es un texto muy moderno con una música bastante antigua.
P.M.: Siempre el momento más interesante del trabajo es el pasar al cuerpo, porque ahí está la verdad. Hay escenas en las que prestarle el cuerpo a la palabra es imposible. La obra la tengo muy asociada desde el principio a los polípticos religiosos flamencos: en vez de "La adoración del Cordero divino" es "El sistema de la muerte". No es una obra sólo antibélica, sino que habla de la mediocridad moral humana. Hay que ser muy consecuente en el trabajo con este tipo de piezas y no dejar que gane la ansiedad: construir cada escena con mucho cuidado.
P.: ¿Dónde radica entonces la complejidad?
P.M.: Zimmermann corta la historia, la abstrae a su misma esencia, le quita todo rasgo de época y de comedia burguesa, y pone "Esta obra ocurrió ayer, hoy y siempre". No habla de los nazis, de la ocupación rusa, o de la Guerra de Vietnam o de Corea: está hablando de la humanidad, desde la visión más pesimista posible.
B.B.: Zimmermann estaba inspirado en el tema de Lenz, un poeta del siglo dieciocho, de no seguir el tiempo tradicional en una obra de teatro, y por lo tanto lograr que se sintiera como algo más atemporal. Eso se expresa tanto en el escenario como en la música, que tiene un aspecto que muestra que eso podría pasar hoy, ayer y en el futuro. Se mezclan muchos elementos.
P.: ¿Cómo encara el Colón estos desafíos de realización?
B.B.: Tuvimos menos tiempo que el previsto en el escenario por un problema con el montacargas. Pero estoy contento con la Orquesta Estable y en cómo todo el teatro se movió. Hay que tener un gran respeto por la gente que programa cosas así. Y creo que cuanto menos preparado esté el público, mejor experimentará este espectáculo.
P.M.: La orquesta es enorme, y tiene específicamente dos orquestas laterales y fijas, que en realidad son tres. La orquestación es rica y busca particularmente una saturación de sentidos que es muy interesante y que tiene que estar también en escena. Se manifiesta en el collage, pero también en las citas de las que la obra está llena: "Messe de Notre Dame", "Dies Irae", la "Pasión según San Mateo" de Bach, "Ein feste Burg ist unser Gott", Mozart, Vivaldi, jazz e infinidad de otras músicas. Es una obra divertida de hacer. Cuando uno tiene ganas de dirigir actores, empieza y no para.
P.: ¿Qué lugar ocupa Zimmermann dentro del panorama del siglo XX?
B.B.: Era de una generación anterior a los vanguardistas alemanes, como Stockhausen y Lachenmann. Nació en 1918 y peleó en la Segunda Guerra. Tenía otra formación. Usa las técnicas de la vanguardia alemana, pero él aún creía en la ópera, mientras los jóvenes veían eso como un género cargado por el fascismo, escribían antióperas, etc. Zimmermann no es tan famoso como debería porque está entre generaciones como compositor. Era depresivo, la música lo mantenía vivo. Y por su propia experiencia, éste era un proyecto íntimo para él. Él se imaginó un teatro del futuro, con butacas móviles, con varios escenarios, con el público rodeado por la acción, y así lo escribió: en varios niveles temporales a la vez. Y eso no funcionó en un teatro tradicional. Por eso lo alineó a esta versión, que sí se puede hacer en un teatro. Pero forma parte de la utopía que tenía en mente, como tantas obras en la historia de la ópera. Buscaba reinventar el género para hacerlo más multisensorial.
Dejá tu comentario