10 de abril 2019 - 00:01

El plan para llegar a octubre y las grietas dentro del gabinete

Dujovne a Washington y al regreso, medidas. La necesidad de contar con un bombero eficiente. Arribó la plata del fondo; nada alcanza sin política.

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Agencia Noticias Argentinas.

Dos reuniones, dos partidos y la relación entre dos ministros. En el juego de esas variables se irá definiendo esta semana la estrategia de Cambiemos para intentar bajar la mufa económica que ataca el ánimo de los argentinos de a pie, dar (una vez más) alguna señal de calma al exterior y alivianar la carga para comenzar a hacer campaña en relativa paz.

Ayer Mauricio Macri capitaneó personalmente reuniones durante todo el día con sus ministros clave. De allí salió una versión más avanzada, aún no es la final, del plan para reanimar algo el consumo y la expectativa de encontrar bolsillos un poco más gordos, sobre todo en la clase media. Entre lo que ya está definido aparece un relanzamiento de los préstamos UVA con un fondo de financiamiento acordado, topes y modificaciones en algunos límites técnicos. La tasa, de todas formas, seguirá siendo el problema.

Las reuniones de ayer incluyeron a Nicolás Dujovne y Dante Sica como figuras principales. La consideración del Gobierno sobre cada uno de ellos no es la misma.

No gustó en los pasillos de la Casa Rosada (denominación demasiado amplia que en este caso esconde claramente al titular esa bronca) que se hubiera filtrado el término “congelamiento de precios”, para definir las tareas que está llevando adelante Sica con las cabezas de algunas cadenas de supermercados en busca de un acuerdo para mantener precios de una canasta de productos básicos que no se disparen cada vez que el dólar pega un salto. Es difícil pensar que el término “congelamiento” salga de la boca de Macri y de hecho sería un dato peligroso para el mercado que así fuera. Hay sospechas en el Gobierno de que esa filtración provino del propio Ministerio de la Producción y Trabajo, anticipándose a anunciar un plan de reactivación que aún no está definido.

No es el único punto que se achaca a Sica. Está claro que Dujovne, se esté o no de acuerdo con el camino elegido, está llevando adelante la tarea más antipática, titánica y necesaria que debe realizar este Gobierno: bajar el déficit. Si lo hace, llevando el barco a buen puerto en octubre, pasará a la historia. Mientras tanto, el ministro pone la cara ajustando, ya sea recortando gastos o licuándolos por devaluación o inflación.

Además, son las metas de déficit cero que negoció con el FMI para lograr el acuerdo por u$s57.100 millones. Ayer llegó el desembolso por u$s10.832 millones y las reservas entonces quedaron en u$s77.478 millones. Debería ser suficiente para calmar los ánimos, más allá de que ayer se incrementó la liquidación de los dólares de la reserva y que desde el lunes el BCRA comenzará a vender los u$s60 millones diarios. El problema es que nada de eso parece alcanzar porque hoy la crisis va más allá de lo que Dujovne puede aportar: el mercado pide certezas políticas que sólo la elección de octubre puede aportar. Y en esto la culpa recae en la estrategia que el Gobierno le siguió comprando a Jaime Durán Barba al alimentar a Cristina de Kirchner como el sparring perfecto para una pelea que ahora se le complica. El temor por los activos argentinos, afuera y adentro del país, se alimenta entonces de dos fantasmas: que Macri no logre manejar políticamente la crisis y que Cristina pueda volver al poder.

Frente a esto está la economía real. Está claro que sin llegar a controlar el déficit, entre otras reformas imprescindibles, es imposible pensar en un modelo de país serio. Pero mientras ese rol le corresponde a Dujovne, Sica debería salir diariamente a la calle con un coche de bomberos y una ambulancia para atender a los inevitables heridos que el ajuste provoca, sobre todo en pymes. Hay bronca en Economía y en la Rosada porque esa acción no es lo suficientemente eficiente y mucho menos a la hora de acercar propuestas. Extrañan muchos a las artes que desde Trabajo aplicaba Jorge Triaca para negociar y curar heridas.

Mañana los radicales volverán a la Casa Rosada. Alfredo Cornejo, Gerardo Morales y Gustavo Valdés creen que ya se escu- charon algunos pedidos y que habrá avances. ¿De qué se trata todo esto? Básicamente de impulsar medidas para reforzar el consumo, un ejercicio similar al que se realiza para ampliar Precios Cuidados y acordar con supermercados, siempre bajo la exigencia que sostiene el radicalismo de que desde fin de abril hasta octubre no haya más movimientos de tarifas.

“Nos va a dorar la píldora”, definía ayer un radical que estará en esa reunión en la Rosada, aunque aclarando que habrá planteos que excederán el tema económico. En la UCR están con bastante bronca, además de las que acumularon estos años en su relación con el macrismo, porque ven que en el interior ponen la cara en campaña por el Gobierno y no hay dirigentes del PRO que los acompañen. Es un efecto que a nivel nacional también se vio en Nicolás Massot (jefe del bloque PRO de Diputados) y el joven funcionario Peter Robledo, que parten a estudiar uno a Yale y el otro China, una acción impensable para un militante político que se precie y dentro de un gobierno que transita los problemas que tiene éste.

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