23 de septiembre 2011 - 16:06

Herida, la transversalidad ante un fatalismo: el avance del PJ

• Vota Río Negro, último refugio radical.
• Pactismos.
• El aval rosado, sondeos e implicancias

Amado Boudou, Miguel Pichetto, Miguel Saiz, Julio Cobos
Amado Boudou, Miguel Pichetto, Miguel Saiz, Julio Cobos
Solo, lejano, despojado de rastros de radicalismo, el santiagueño Gerardo Zamora puede convertirse en el último espécimen de la transversalidad, alquimia que Néstor Kirchner agitó como superación del PJ, pero implosiona, como otros experimentos, fulminada por el peronismo.

En Río Negro, el domingo, la UCR -en rigor, un subgrupo aliado de la Casa Rosada- arriesga la única provincia que dominó sin pausa desde 1983 y que en 56 años de historia (hasta el 55 fue territorio nacional) tuvo sólo un gobernador peronista: Mario Franco, del 73 al 76.

Miguel Saiz, jefe en retirada, integró el quinteto de gobernadores radicales que avaló la Concertación en 2007 junto con Zamora; Julio Cobos, que gobernaba Mendoza; Ricardo Colombi -que había dejado de heredero a su primo Arturo en Corrientes-, y Eduardo Brizuela del Moral en Catamarca.

El anecdotario registra que dos de ellos soñaban con la vice: Cobos y Colombi. Éste hurgó en el pasado para adornar sus chances y recordó que otro correntino, Hortensio Quijano -al que algunos historiadores le endilgan Jazmín como segundo nombre-, fue dos veces vice de Juan Domingo Perón.

No le bastó. Había sido electo diputado nacional y de los que quedaban, sólo Cobos no tenía reelección, por lo cual se acordó que iría a la fórmula. Es más: un mito K reza que Cristina de Kirchner quería a un legislador peronista en la fórmula, pero se impuso la voluntad de su marido.

De aquel quinteto, Cobos se evapora por generación espontánea, Brizuela perdió la provincia en marzo ante el FpV y Colombi paga los costos de su última picardía: apostar a Ricardo Alfonsín en la presidencial. Zamora, ferviente K, sobrevive, y Saiz suplica un milagro para el domingo.

Pero Río Negro es, por más razones, un emblema: es la única provincia que el peronismo no gobernó desde el retorno democrático, a pesar de que Remo Constanzo estuvo alguna vez cerca de la victoria. Por eso se levanta en el imaginario como constancia del bipartidismo peronista-radical.

Hay otro dominio esquivo para el PJ: Corrientes. Desde el 83 gobernó el Pacto -acuerdo entre autonomistas y liberales-, luego intercaló radicales, pero tuvo, en medio de su festival de intervenciones (de Francisco Durañona a Ramón Mestre, además de Claudia Bello, Ideler Tonelli y Oscar Aguad), un interinato peronista: el fallecido Hugo «Turi» Perié quedó al mando por línea de sucesión.

Defunción

Por esa razón, la probable derrota del radicalismo este domingo en Río Negro puede constituirse en el Día D -de defunción- de un bipartidismo que, en la práctica, viene a los tumbos, a tal punto que el triunfo de Ramón Mestre en Córdoba capital, ante un peronismo dividido, quiso ser invocado como la recuperación de la dualidad partidaria.

En realidad, implica otra cosa distinta: el fracaso, sino personal al menos como esquema político, de Luis Juez.

En el mapa político sólo quedan simbólicamente reconocidos como radicales Santiago del Estero -donde la UCR oficial expulsó a Zamora del partido-, Colombi en Corrientes y, a medias, Maurice Closs, que de joven fue radical, pero mutó a un localismo K arriado por Carlos Rovira.

Tempestad

En Mendoza, otro jerarca de la UCR, Roberto Iglesias, sopla contra una tempestad: mano a mano, supera al peronista Francisco «Paco» Pérez, pero como vota en simultáneo con la presidencial, tendría que lograr que uno de cada cuatro mendocinos corten boleta a su favor.

Saiz no tiene ese karma: vota separado y, además, es declarado cristinista a pesar de que quedó claro en la campaña que, aunque en dosis chicas pero contundentes, la Casa Rosada apostó a Carlos Soria, el postulante peronista: Amado Boudou y Alicia Kirchner hicieron campaña a su favor.

Anteanoche, incluso, Gabriel Mariotto -candidato a vice de Daniel Scioli-, de visita por Patagones, la ciudad bonaerense más austral, cruzó el río y se vio en Viedma con Miguel Pichetto, senador y potencial candidato a gobernador que cedió el cetro a Soria.

«Después de 28 años, vamos a tener un Gobierno peronista», dijo Mariotto, en una osadía extraterritorial. El peronismo confía en el hartazgo, pero venera la unidad, aun con exclusiones, que selló el PJ cuando Pichetto y Soria pactaron la paz en el despacho de Juan Carlos Mazzón, con el operador como garante y terapista.

Antes, en la interna radical, Saiz impuso a su ministro de Educación, César Barbeito, como candidato frente a los postulantes patrocinados por Ricardo Alfonsín y Ernesto Sanz. Aquella vez venció contra un pronóstico adverso: ahora sueña con un bis.

Sondeo

Pero los datos queman. Un sondeo de Julio Aurelio realizado esta semana ubica a Soria 15 puntos arriba de Barbeito: otorga al ex SIDE cerca del 50% y al candidato saizta algo más del 30%. El radicalismo achica la brecha a siete puntos. El PJ la eleva a más de 25.

El peronismo, por las dudas, «escondió» a Soria, dado a las bravuconadas y con un legajo que sus rivales se encargaron de recordar en estos días, en particular sobre un episodio crítico entre el entonces jefe de la ex SIDE y el matrimonio Kirchner durante el interinato Duhalde.

Lastre

Pero los 28 años de gobierno ininterrumpido parecen un lastre. Saiz, a punto de irse, tiene equiparado el índice de adhesión y de rechazo a su gestión. Como parámetro, según Aurelio, Cristina supera en esa provincia sureña el 80% de imagen positiva.

Hasta ahora, excepto Brizuela de Moral (que fue derrotado por el dueto Corpacci-Mera), todos los oficialismos provinciales ganaron. De ese paquete, el único lugar donde el peronismo estuvo a punto de perder fue donde se enfrentó con otro peronismo: en Chubut.

Si los anticipos resultan certeros y Soria gana el domingo, con Saiz no sólo caerá la UCR rionegrina -aunque pervivan porciones quejosas y renovadoras-, sino que sufrirá otro golpe el bipartidismo y será, quizá definitivamente, dinamitada la transversalidad.

De esos fatalismos, y de sus propias mutaciones, se alimenta el peronismo.

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