• SE VOTA SOBRE SU SUSPENSIÓN POR CORRUPCIÓN. • OPTIMISMO OFICIAL. Pretende demostrar que tiene el respaldo parlamentario suficiente para sacar adelante las reformas previsional y tributaria. ¿Nuevas turbulencias?
Michel Temer
Reuniones permanentes con líderes políticos. Promesas de partidas presupuestarias extraordinarias a municipios a cambio de influencia sobre diputados (sí, en el país que condenó las "pedaladas" fiscales). Orden de que doce ministros vuelvan por algunas horas a sus bancas en la Cámara baja para votar contra la acusación por la que la Procuración General pretende lograr su suspensión por seis meses y su enjuiciamiento por corrupción en el Supremo. Así se preparaba el presidente de Brasil, Michel Temer, para el que será hoy un día crucial en su vida política.
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No sólo eso. También pretende también que se vote todo en una sesión exprés, para evitar dilaciones que den tiempo a nuevas presentaciones de los procuradores. Esa carrera contrarreloj quedó expuesta ayer, cuando la página web del semanario Época, del su archienemigo Grupo Globo, denunció que el propio mandatario negoció las entregas de sobornos con Ricardo Saud, quien en 2014 era director de Relaciones Institucionales del frigorífico JBS, cuyo dueño, Joesley Batista, desató la actual crisis con su delación.
Sobraba ayer la confianza en el palacio del Planalto de que se obtendrán muchos votos más que los 172 necesarios para frustrar la suspensión, que debería contar con al menos 342 sobre el total de 513 de la Cámara de Diputados. Por eso Temer va por más: pretende mostrar que tiene un apoyo legislativo superior a ese tercio de bloqueo y que sus posibilidades de avanzar con las reformas pro mercado pendientes son altas. Y, con eso, acercarse a su objetivo de evitar nuevos intentos de destitución de aquí al final del mandato, el 1 de enero de 2019.
Si tiene éxito, Brasil exhibirá del modo más sorprendente la desconexión extrema entre la sociedad y la clase política, porque la eventual demostración de fortaleza coincidiría con encuestas que le dan al Presidente un nivel de apoyo cercano a los márgenes de error, apenas un 5%, la mitad que en marzo, según la firma Ibope. Y cuando el 81% quiere, justamente, que sea sometido a proceso como uno más de los corruptos de Brasil. ¿Cómo se explica semejante fenómeno?
Por un lado, por el reflejo defensivo de una clase política acosada por la operación "Lava Jato" (lavadero de autos), que tiene denunciada ante el Supremo Tribunal Federal a 42 diputados y 29 senadores sólo por las delaciones de los exejecutivos de Odebrecht. Para muchos, Temer es el último dique de contención antes de un Armagedón que podría terminar con todos. Mientras se logre resistir, imponer alguna forma de amnistía sobre los delitos de "caja dos" (financiación ilegal de campañas) o negociar impunidades entre bastidores serán posibilidades.
Por otro lado, Temer por ahora demuestra que es el hombre que puede llevar adelante lo que definió como su misión histórica: la aprobación de dolorosas e impopulares reformas, reclamadas por el establishment empresarial. Ya lo logró con la que estableció el congelamiento en términos reales del gasto público por diez años, prorrogables por diez más. También con la generalización de la tercerización del trabajo a toda la economía. Asimismo, con una radical reforma laboral, que flexibilizará las relaciones entre patrones y empleados al hacer primar los acuerdos a nivel de empresa por encima de los nacionales por rama.
Quedan en la agenda la previsional, la madre de todas las reformas, que busca ordenar un régimen sin mínimos de edad ni de años de aporte pero que, por tocar fuertes intereses, el rechazado por el 93% de la población. Y la impositiva, que el Gobierno mismo reconoce que será menos espectacular que lo que muchos esperan.
El ministro jefe de la Casa Civil (jefe de gabinete), Eliseu Padilha, otro de los denunciados en la "Lava Jato", dijo que las dos iniciativas, la jubilatoria y la impositiva, deben quedar aprobadas en el Congreso antes del final de marzo del año que viene, ya que el inicio de la campaña hacia las presidenciales de octubre después las haría inviables. Lo que no dijo es que, llegado a ese punto, Temer espera, con tan poco tiempo por delante, quedar ya a salvo de nuevos desafíos.
Sin embargo, no hay forma de asegurarle sueños plácidos a un hombre tan acosado. La economía brasileña salió de la caída brutal de 2016 y 2017 pero para entrar en fase de casi un electroencefalograma plano. La actividad sube y baja, pero sólo consuela que los números, extremadamente débiles, no sean en rojo.
¿Cumplida su misión histórica, el establishment empresarial tendrá la paciencia republicana de esperar al final del mandato, sin buscar la entronización anticipada de un sucesor y un cambio drástico de expectativas?
Temer se afana por evitar el ser víctima de su propio "éxito".
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