Dejando de lado las implicancias filosóficas y religiosas, lo interesante del principio de antropicida de la física -ver el comentario previo a éste-, es que nos permite descartar -encima del nivel quántico- que lo aleatorio forme parte de la realidad. Dicho de manera más clara, nos permite descartar que cualquier cosa pueda llegar a ocurrir. A pesar de esto, existe -en todos los niveles sociales- una fuerte tendencia a mezclar lo posible con lo probable y lo cierto, al tomar como base lógica algo que es totalmente absurdo, y es que todo aquello que matemáticamente puede ocurrir tiene que ocurrir de hecho. El azar que es una concepción filosófica o matemática se convierte así en un mecanismo para tratar de establecer relaciones causales o lógicas entre cosas que no la tienen. ¿Es posible que un chancho vuele?; sí, dada alguna mutación es posible. Con un número suficiente de cerdos lo posible se transforma matemáticamente en una probabilidad, y no nos sorprendamos entonces que dada esta probabilidad, alguien sostenga que los chanchos pueden volar (o que lo probable "es"). Bajado "al mercado", frecuentemente vemos esta tendencia a confundir lo posible con lo real, olvidando que el comportamiento humano se rige por leyes que aun cuando no estén acabadamente estudiadas son inmutables. Así, el precio de un activo financiero o un mercado no puede crecer por siempre (especialmente si la economía no acompaña) y más tarde o más temprano deberá ajustarse a la realidad coyuntural, por más que a algunos no les guste. Salvo que hoy ocurra una improbable megacatástrofe, 2013 apunta a ser el de la mayor suba desde 1997 y a quedar en el podio de los 10 mejores años de la historia bursátil. La pregunta es: ¿lo mereció?. Ayer el Dow trepó un 0,16% a 16.504,29 puntos.
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