12 de noviembre 2021 - 00:01

Veronese: "Cada vez es más difícil un Pinter o un Williams en la calle Corrientes"

Diálogo con Daniel Veronese, sus tres obras en cartel, una cuarta de gira, y la tarea de recuperar un público masivo que hoy le escapa al conflicto.

Veronese. Hoy estrena ¨Los amigos de ellos dos¨ en El Picadero,

Veronese. Hoy estrena ¨Los amigos de ellos dos¨ en El Picadero,

“¿Quién es uno para digitar lo que hay que ver?”, se pregunta Daniel Veronese. “Heiner Müller dijo que la gente no ve el teatro que debería ver sino el que no necesita ver. No me atrevo a afirmarlo yo, pero noto que el público no se acerca a lo que lo haga entrar en conflicto y contradicción. Entonces el teatro de arte pisa más fuerte en el independiente, que se da el lujo de crear esas contradicciones y no se da todo digerido”.

Veronese tiene tres obras en cartel y una de gira: estrena hoy “Los amigos de ellos dos” en El Picadero, con Héctor Díaz y Magela Zanotta, en coautoría con Matías Del Federico; presenta “Otoño e invierno” del sueco Lars Norén, con Miriam D´Odorico, Paula Ransenberg, Inda Lavalle y Guillermo Aragonés y “La noche devora a sus hijos”, ambas en Timbre 4; y “La persona deprimida”, sobre un texto de David Foster Wallace, sale de gira. Dialogamos con él.

Periodista: En dos de las obras está la mesa como lugar para que afloren los conflictos.

Daniel Veronese: Sentar a los personajes alrededor de una mesa es algo propicio para escribir teatro, es un lugar donde aparecen detenidos, enfrentados unos con otros y nos quita un gran peso a los dramaturgos porque están ahí comiendo y afloran cuestiones. Por eso tantas comedias o dramas tienen ese formato alrededor de una mesa. No hay muchos lugares en la casa o trabajo donde uno se toma momentos para mirarse y decirse cosas. En “Otoño e invierno” está el almuerzo familiar dominguero y salen cuestiones familiares, maritales y filiales, con una densidad muy grande propias del autor. Y en “Los amigos de ellos dos” está la cena de pareja que espera a otra un par de amigos, pero no es una problemática de pareja sino más bien filosófica sobre la espera, el lugar que ocupamos en la vida de los otros, o que creemos que ocupamos en nuestro entorno. No es una comedia de parejas.

P.: ¿Cuáles son los temas que quiso abordar en “Los amigos de ellos dos”?

D.V.: Es enigmática. Lo que podemos ver en su estructura exterior es de qué estamos hechos, de lo que queremos, lo que aceptamos, lo que nos toca, o lo que los otros nos dan, el lugar donde nos ponen. Hay un secreto de la obra que es lo que nos hizo escribirla y por supuesto no vamos a develar nunca. Los actores lo saben pero no puede decirse porque se rompería algo que mantiene a la obra en un lugar casi sobrenatural, hay algo que pasa que no se entiende y que a la vez es muy humano. Me gusta dirigir y escribir obras en donde se hable de lo humano, donde todo lo que suceda pueda tener correlación con la vida cotidiana. No me refiero a obras cotidianas sino que todo se pueda justificar en los afectos, en la vida, y a esta obra le pasa eso pero hay algo que la enrarece. Creo que el público se va a reír de varias situaciones tórridas y hay dos actores muy distintos que se encuentran en el centro. Dieron un gran paso hacia un lado que no habían hecho en otros trabajos.

P.: ¿En la pospandemia se acentuó la búsqueda de obras livianas en el teatro comercial?

D.V.: Esto viene pasando hace años. Cuando hice con Oscar Martínez “El descenso al Monte Morgan”, de Miller, venía de éxitos de 3000 personas por semana. Hoy con 300 uno está contento. Y en ese momento habíamos caído a la mitad. La obra y Oscar estaban maravillosos pero él me decía ´la gente no quiere conflictuarse´. De ahí en más hubo una caída estrepitosa y hace años es imposible tener en Corrientes obras de Pinter, Strindberg, Shakespeare o Williams. El productor tiene que hacer que la obra cierre económicamente y sea redituable en primer lugar y luego se piensa en lo artístico porque si no el fenómeno del teatro comercial no cierra. El público fue abandonando ese tipo de temas y va a lo gracioso y básico, donde no se piense demasiado, es lo que pide el público y por algo será. “¿Quién le teme a Virginia Woolf” hoy no funcionaría salvo que la protagonice Darín, o cuando dirigí “El padre”, con Pepe Soriano, que estaba impecable, y era una obra maravillosa, sobre el final se congelaba la platea y la gente salía diciendo ´es hermosa pero fuerte´, y ahí el teatro comercial fracasa. Duró cinco meses. El cine es distinto, permite un dramatismo inclusive en la actuación, que el teatro no.

P.: En “Otoño e invierno” se abordan temas de familia. ¿Qué opina sobre el mote ´familia disfuncional´?

D.V.: Cuando hice “Mujeres soñaron caballos” eran conflictos lacerantes y se los denominó ´familia disfuncional´. Es más fácil armar lio entre gente que tiene que estar obligada a vivir bajo un mismo techo porque de la pareja te separás pero de tu padre o tu hijo no. Creo que decir disfuncional lo achica, son conflictos humanos, y es difícil no sentirse cercano. No hay víctimas ni victimarios, son cosas que suceden en una familia que conoce el dolor del otro y pese a eso hay falta de afecto por imposibilidad. No son malas personas pero los cuatro actúan mal respecto del otro. Hay amor pero no es lo suficientemente potente.

P.: ¿En qué otros proyectos trabaja?

D.V.: En Timbre 4 los domingos a las 12 presentamos “La noche devora a sus hijos”, un trabajo muy experimental con 16 profesores de Timbre que encarnan un texto mío cuasi literario, donde nadie es dueño del texto y cada función es distinta porque no se sabe qué pasará. Se da una energía que nunca había experimentado. Y tengo proyectos para dirigir en Chile, España, Italia, México, así que seguiré con eso y el teatro independiente, que es el que en este momento me da más alegrías, porque puedo hacer lo que quiero, no tengo que bajar a lugares más básicos para comedias que no me gustan o temáticas que son muy rebuscadas o muy vistas.

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