20 de junio 2019 - 00:01

El "veranito financiero", una golondrina no despeja la incertidumbre política y económica

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Foto: Pixabay

Más allá de que la fuerte recuperación que vienen transitando los activos domésticos en las últimas semanas resulta bienvenida, los inversores con perfil estratégico deberían reconocer que la incertidumbre política y los desafíos económicos continúan vigentes, y así es que la volatilidad seguirá latente en el actual escenario.

Ocurre que el importante rebote experimentado en las últimas semanas, en especial focalizado en las acciones, motorizado principalmente a través de los ADRs, y los bonos en dólares llegó por una combinación de factores externos e internos que fueron aprovechados rápidamente como oportunidad de “trading”.

Ello se debe a que ante las castigadas valuaciones de los activos, algunos operadores externos - rápidos de reflejos para apuestas de corto plazo - aprovecharon señales más amigables hacia los emergentes y desde el frente electoral para impulsar apuestas, y por ello la reacción debería ser interpretada como un respiro.

En especial, desde el ámbito internacional, lo más relevante pasó por el tono “dovish” de la Fed - acompañado por otros Bancos Centrales - que automáticamente disparó las probabilidades de múltiples recortes en la tasa de referencia, aun cuando éstas llegarían producto de los daños que la prolongada guerra comercial entre EEUU y China estarían teniendo sobre las perspectivas de desaceleración de la economía mundial.

Ocurre que los menores rendimientos que exhibe la curva del Tesoro en EEUU, así como la profundización de las tasas negativas en la eurozona, dispararon rápidamente una vez más el apetito por los emergentes al verse favorecidos no sólo por más amigables condiciones financieras internacionales, sino también por una recuperación de los commodities que contribuyen favorablemente en sus economías.

Dicho modo de “risk-on” externo, que llevó una vez más a superar al S&P 500 los 2.900 puntos, también se vio combinado por algunas señales más alentadoras desde la política y la economía local, las cuales fueron interpretadas a favor de las chances del oficialismo, que sigue siendo el espacio preferido por los inversores.

Entre las primeras podemos encontrar la fórmula Fernández-Fernández, la cual dejó una sensación de mayor moderación desde dicho frente político, y a ello se sumó el “efecto Pichetto” que refleja una saludable ampliación de la propuesta oficial y la base de consenso-gobernabilidad ante una renovación del mandato.

Desde el frente económico, lo más relevante sigue siendo la extensión del clima de calma cambiaria desde que el FMI “desató” las manos del BCRA, el cual no sólo no debió hasta ahora hacer uso de dicho poder de fuego sino que incluso observa transcurrir una apreciación del peso a raíz de las mayores apuestas por las colocaciones en moneda local, aprovechando la desaceleración de la inflación y las aún elevadas tasas reales.

Más allá de que dicho “veranito financiero” abra espacio a un mayor optimismo entre los inversores, es importante destacar que volatilidad sigue latente y por lo tanto podría activarse ante cualquier cambio en el escenario externo o interno, ya que ellos han sido utilizados como “drivers” para el fuerte rebote ensayado.

Entre las principales amenazas están no sólo una corrección desde un Wall Street, que vuelve a acercarse a los máximos, sino también mayores señales de desaceleración económica global que cuestionen las elevadas valuaciones alcanzadas dentro de un mundo de bajas tasas de interés una vez más sediento de retornos.

A nivel local, las encuestas privadas se multiplicarán camino a las PASO, que el “11-A” cumplirán la función de una verdadera - aunque costosa - encuesta nacional que permitirá a los inversores pronosticar con más precisión las probabilidades de cada espacio político, y ello podría activar escenarios de mayor volatilidad.

Ello se debe que las primarias podrían actuar como las elecciones generales, y así adelantar y profundizar los escenarios de mayor polarización que podrían llevar incluso a que hacia el 27 de octubre se abra la posibilidad de que alguna fórmula pudiera alcanzar una diferencia suficiente para imponerse en esa misma instancia.

Ante dicho escenario, o incluso uno de ballotage de final abierto, y teniendo presente siempre que tras las elecciones llegarán múltiples desafíos económicos, los inversores no se alejarían más que tácticamente de la cautela y la dolarización, ya que la incertidumbre seguirá conviviendo cotidianamente en la toma de decisiones.

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