28 de junio 2002 - 00:00
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María Aurelia Bisuti y Erica Wallner
Periodista: ¿Habían trabajado juntas anteriormente?
María Aurelia Bisutti: Trabajamos en «El sátiro» con Narciso Ibañez Menta, éramos cuatro actrices. A mí, por ejemplo, me mataban haciendo de Desdémona y a Erica haciendo de Ofelia. ¿Viste cómo me acuerdo? (se ríe). Después trabajamos juntas en «Desnúdame cantando» con Carlos Estrada. De ahí nos quedó una relación muy linda.
Erica Wallner: Ahora también armamos un grupo muy lindo. Yo no creo en «la gran familia del teatro», en que si trabajamos juntos nos tenemos que amar. Eso, en general, no pasa, pero en este caso se trabajó de manera muy placentera.
P.: ¿Sienten que sus roles están invertidos como dice el director?
M.A.B.: Sí. Ese es el juego de Kado, hacer las cosas al revés, ir en contra de lo convencional. Ahora la damita dulce, la María Aurelia sensual interpreta a un personaje autoritario y Erica, con su gran personalidad, hace un rol que no se parece en nada a ella. Vale decir que ninguna de nosotras se parece a los personajes que nos tocaron.
E.W.: Bueno, normalmente ningún personaje se nos parece.
M.A.B.: Pero de repente te encontrás con personajes más afines a vos. Yo me acuerdo que cuando hacía «Panorama desde el puente» le comenté a Pedro López Lagar: «Si Arthur Miller me hubiera conocido, creo que hubiera escrito este papel para mí y él me contestó: '¡No digas eso, te estás quitando mérito como actriz!'» (se ríe)
•Triquiñuelas
E.W.: Es algo muy atractivo porque tiene una exigencia superior a la habitual en una función de teatro. En general cuando llaman a una actriz es por el physique du rôle o por alguna cosa que la hace emparentar con el personaje. Aquí no es así, porque pasamos por todas las triquiñuelas y todas las gamas del sentimiento humano.
M.A.B.: A mi personaje no sabés si acusarla de mala y retorcida o suponer que está jugando.
E.W: Es una pareja con 20 o 30 años de relación que se resigna a convivir porque no le queda más remedio y obviamente surgen choques eléctricos entre ellas. Nos divertimos muchísimo con la obra, sin tener vergüenza ante ciertos temas y disfrutando de las partes divertidas que, digamoslo, tambien tienen un cierto toque de sadismo. Es una propuesta bien distinta a todo lo conocido.
M.A.B: Y totalmente atrevida.
P.: ¿Qué representó para ustedes la década del '60?
M.A.B.: ¡Se trabajaba una barbaridad! corrías de la televisión al teatro y del teatro al cine a filmar. En general, todo el mundo tenía trabajo y si hoy hablás con un taximetrero o con alguien que tuvo un negocio todos te dicen lo mismo: «¡Qué años aquellos!». Añorándolos ¿no?
P.: Ustedes frecuentaron todos los géneros, incluso la fotonovela, que en la puesta de Kostzer funciona casi como un homenaje.
M.A.B.: ¡Ay, todos cometimos alguna vez el pecadito de la fotonovela! Ahí te encontrabas con compañeros tuyos que eran estrellas totales.
E.W.: Eran épocas en las que no existía la televisión y tanto las giras y las películas como las fotonovelas eran fundamentales para hacerte conocer. Después que salí Miss Televisión tuve un contrato exclusivo con la editorial Abril para hacer fotonovela, fue un verdadero furor.
P.: ¿Qué disciplina artística les dio más satisfacciones?
M.A.B.: Yo podría decir que el teatro fue mi nacimiento al lado de la Xirgu, de López Lagar... ¿qué le puedo decir? El teatro me dio también la comunicación con el público que no se paga con nada. Pero, claro, la televisión te da una popularidad que después te sirve para el teatro. El cine es un género maravilloso, donde podés ser una gran actriz o una muy mala, según tu director. Yo que en casi treinta películas me he visto estupendamente, aún con el paso del tiempo que es tan peligroso, de repente me vi en otras muy mal y creo que se debió a la dirección. Hoy rescato el recuerdo de Torre Nilsson, de Feldman con «Los de la mesa diez» y el afecto y el trabajo de David Kohon, uno de los directores más maravillosos que hemos tenido. Si usted me pregunta que prefiero de esos medios yo le diría que el libro. Ahí está el quid de la cuestión.
E.W.: Todos los medios tienen lo suyo y todos son difíciles, incluida la radio. En cine yo trabajé con Alejandro Doria, con Saslavsky. En España, con Merino, Osores y muchos otros y creo que todas las películas, sea buenas o malas, aportan una experiencia, al menos para no incurrir en el mismo error. En cuanto a la televisión es un medio que necesita un ritmo y una salud muy grandes. Antes se trabajaba menos por el dinero y no teníamos esta obsesión por el éxito que hay ahora. Yo trabajé en varias coproducciones internacionales en las que había otro respeto hacia el actor. Por ejemplo, cuando filmé «El hombre que atrapó a Eichman» con Robert Duvall, no es que te abrazaran o te prodigaran afecto, pero sí había un respeto enorme por un personaje que estaba saliendo bien. Y en España, fue igual. Algo tan simple como terminar la toma y que te digan: «Bueno, Erica, ahora andá al carromato a descansar». Y el carromato tenía baño, una camita o alguien venía a traerte un té caliente.
M.A.B.: Antes se le dedicaba más tiempo a todo. ¡Se ensayaban las tiras! Hoy se va directamente al piso se pasa letra y se graba. Es otro ritmo y tenés que aprenderlo sino te quedás en el camino.
E.W.: Igual a mí me gusta el ritmo de la televisión.
M.A.B.: ¿El de ahora?
E.W.: Sí y llegué a la conclusión de que así como en el teatro podés tener 40 personas mirándote, cuando hacés televisión también contás con cerca de 40 espectadores entre cámaras, técnicos y asistentes. Y de repente cuando ves que el cámara está retenso, sentís una satisfacción enorme, porque lo atrapaste. Entonces, te decís: Voy bien, por acá anda la cosa.
M.A.B.: Es cierto, eso es algo que no tiene precio.
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