Brigitte Bardot murió este domingo a los 91 años y Francia despide a una de las figuras más influyentes de su historia cultural, una mujer que fue actriz, cantante, símbolo de libertad y activista por los derechos de los animales, y que encarnó con intensidad, contradicciones y rebeldía el espíritu de toda una época.
Brigitte Bardot, la mujer de los 100 amantes, cuatro matrimonios y una vida dedicada a los animales
Ícono cultural del siglo XX, musa del cine europeo y referente del proteccionismo animal, Bardot murió a los 91 años dejando una huella que trascendió la pantalla.
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Brigitte Bardot fue uno de los primeros sex symbols del siglo XX y una figura central del cambio cultural de posguerra.
La noticia fue confirmada a través de un comunicado de la fundación que lleva su nombre, en el que se destacó su aporte no solo al cine y a la música, sino también al debate social y cultural en Francia. Su fallecimiento generó reacciones en todo el mundo del arte y más allá, con homenajes que resaltaron la dimensión de un legado que atraviesa generaciones.
Un ícono que no necesitaba apellido
Hay figuras que no necesitan presentación. Brigitte Bardot fue una de ellas. Bastaba decir “B.B.” para que el mundo supiera de quién se hablaba. Junto a Marilyn Monroe, fue el primer sex symbol verdaderamente global y logró una unanimidad difícil de repetir: todos la deseaban, todos hablaban de ella, todos quedaban deslumbrados por su presencia.
Nacida en París el 28 de septiembre de 1934, Marie-Andrée Leclercq creció en una familia burguesa y soñó, en un principio, con ser bailarina clásica. Su ingreso al mundo del modelaje y su aparición en la portada de la revista Elle a comienzos de los años 50 marcaron el inicio de un camino que la llevaría al cine, donde la cámara parecía enamorarse de ella.
El estallido de una estrella y la revolución cultural
El punto de quiebre llegó en 1956 con Y Dios creó a la mujer, dirigida por Roger Vadim, quien entonces era su marido. Esa película no solo la lanzó a la fama internacional, sino que redefinió la representación de la sexualidad femenina en la pantalla. Sensual, libre, provocadora, Bardot rompió con los moldes tradicionales y se convirtió en el rostro de una modernidad que incomodaba y fascinaba a la vez.
Durante las décadas de 1950 y 1960 filmó más de 40 películas y trabajó con directores como Jean-Luc Godard, Louis Malle y Henri-Georges Clouzot. En paralelo, desarrolló una exitosa carrera musical con canciones que quedaron grabadas en el imaginario francés, como La Madrague y Harley Davidson. Musa de diseñadores, creadora de modas y “fundadora” simbólica del Saint-Tropez moderno, su imagen recorrió el mundo.
Una vida intensa, pública y llena de sombras
Su vida personal fue tan comentada como su carrera artística. Se casó cuatro veces, tuvo relaciones sentimentales muy mediáticas, atravesó tres intentos de suicidio y sufrió el peso constante de la exposición. Simone de Beauvoir la definió como “la primera mujer y la más liberada de la Francia de posguerra”, y escribió sobre ella que “hace lo que se le da la gana y por eso es tan desconcertante, tan turbadora”.
En 1973, con apenas 39 años y en la cima de su fama, Bardot decidió retirarse definitivamente del cine. Hastiada del sistema y de la presión de los medios, abandonó las cámaras y se recluyó en su casa de Saint-Tropez, una decisión que marcaría el comienzo de su segunda vida.
Del estrellato al activismo animalista
A partir de entonces, volcó toda su energía a la defensa de los animales. En 1986 creó la Fundación Brigitte Bardot, una de las organizaciones más influyentes de Europa en la lucha contra el maltrato animal. Encabezó campañas, denunció prácticas crueles y vivió rodeada de alrededor de mil animales. “Le di mi juventud y mi belleza a los hombres. Ahora le doy mi sabiduría y mi experiencia, lo mejor de mí, a los animales”, afirmó.
Su militancia fue tan intensa como polémica. En los últimos años, sus opiniones políticas le valieron procesos judiciales y condenas por crímenes de odio, sumando nuevas capas de controversia a una figura que nunca buscó agradar ni pedir disculpas.
Un legado que permanece
Retirada junto a su marido Bernard d’Ormale en Saint-Tropez, Bardot vivió lejos del espectáculo pero nunca del todo fuera del debate público. Se negó a someterse a cirugías estéticas y asumió el paso del tiempo sin concesiones. Convertida en mito en vida, fue objeto de libros, exposiciones y, recientemente, de una miniserie basada en su historia.
Con su muerte, Francia y el mundo despiden no solo a una estrella del cine, sino a una mujer que eligió vivir a su manera, que rompió reglas cuando no era habitual hacerlo y que dejó una huella profunda, hecha de belleza, escándalo, libertad y convicciones.







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