Cuando una amistad profundaa se quiebra aparentemente «Por un sí o por un no», evidentemente detrás de la aparente superficialidad de los motivos, hay causas escondidas que van más allá de una frase infortunada. En el caso de la pieza de Natalie Sarraute, es apenas la entonación dada a una frase lo que provoca el distanciamiento entre dos hombres.
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Para el solitario que se refugia en su orgullo herido, la entonación suena a sarcasmo y a indiferencia. El otro parece no comprenderlo, pero el agraviado lo va cercando poco a poco, y lo que realmente se esconde detrás de una insignificante frase es la historia de una relación compleja y delicada, cuyos alcances han sido celosamente custodiados por la prudencia y el respeto en una especie de pacto tácito. Respecto que de pronto quiebra una entonación que desnuda el agravio oculto al que fue sometido quien se sacrificó en silencio por el otro.
El teatro de Serraute, como lo sostiene su autora, «es un teatro de lenguaje. No hay otra cosa que el lenguaje. El produce por sí mismo la acción dramática, con peripecias, contramarchas y suspenso; pero esta progresión sólo es producto del lenguaje». Para deleitarse con este ejercicio de inteligencia y sutileza, es necesario recuperar la atención, refinar el alma.
La palabra, bastardeada en la actualidad, oculta tras el ruido, parece haber perdido valor. Nadie escucha y el interlocutor pasa a ser sólo la excusa para esperar el turno de insertar el discurso propio.
Filoso, lúcido, sarcástico, el diálogo de las piezas de Serraute obliga a mantener la atención para seguir la pista de las motivaciones interiores que llevan finalmente a que el sí o el no, adquieran el carácter de una decisión que afectará la vida de los amigos.
Natalie Sarraute fue conocida en nuestro país a través de una estupenda versión de «La mentira», en la que trabajaban Augusto Fernandes y Hedy Crilla entre otros. Y en su momento causó revuelo. El público de entonces estaba preparado para la aventura intelectual que proponía la autora.
Daniel Ruiz sigue creyendo en la supremacía del texto y su dirección se apoya en él de manera absoluta. Su trabajo lo demuestra. Pero Aldo Pastur proviene de una formación diferente y las sutilezas del texto se les escapan.
Es interesante la inclusión de los testigos, proyectada en una pantalla, a cargo de Rita Terranova y Mario Pasik, que puestos a interpretar el significado de lo que se dice, lo distorsionan o son dominados por el desconcierto. La propuesta es interesante y tiene el mérito de acercar a nuestro público la obra de una autora original y provocativa.
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