«El bastardo» de Carlos María Domínguez. Editorial Alfaguara. Buenos Aires, 2006. 446 págs.
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Roberto de las Carreras (1875-1963) fue un hombrede letras, bohemio y extravagante, un dandy del 900 que escandalizó a la sociedad montevideana. Fue también un pionero en el manejo de los medios gráficos, donde expuso sus ideas a favor del amor libre. La prensa se las publicaba sin obviar detalles íntimos ni anécdotas supuestamente autobiográficas.
Desde esa tribuna desafiaba a sus enemigos o competía con ellos en elocuencia, pero al final los terminaba retando a duelo. En su afán de transgredir las convenciones («juego al football con la moral de los montevideanos») de las Carreras se comportaba como un aristócrata (lo era por herencia y educación) pero adhería al anarquismo. Despreciaba Montevideo. En varias oportunidades la tildó de «toldería» y de «aldea», e incluso llegó a rebautizarla «Tontovideo», pero allí vivió una época de gran efervescencia cultural y pródiga en talentos como Horacio Quiroga, Florencio Sánchez y Delmira Agustini.
De las Carreras no dejó una obra memorable, quizás por haber invertido sus artes en hacer de su propia vida la mayor obra. Lejos de aprovechar la influencia de sus admirados poetas franceses (Baudelaire, Verlaine, Rimbaud), el autor de «Sueño de Oriente» quedó a merced del personaje que él mismo había creado.
«Vivió treinta y ocho años lúcido y cincuenta años loco», acota su biógrafo, y mientras mantuvo la cordura fue el primero en marcar tendencias y en dar cátedra de elegancia y originalidad, aun cuando sus detractores consideraran que todos sus desplantes y poses bufonescas correspondían a «la juventud desorientada de la época, enferma de letra impresa, de retórica y de degeneración». La acusación suena injusta ya que el poeta fue víctima de un entorno familiar conflictivo. Sin embargo, tuvo la habilidad de transformar su condición de hijo ilegítimo (padre ausente, madre libertina) en su principal bandera de lucha para reivindicar, entre otras cosas, la mala fama de su madre, bella mujer de la alta sociedad que tras su divorcio dio a luz a varias criaturas de distintos padres y terminó perdiendo la razón. Sobre estos dos personajes, madre e hijo, hace foco esta biografía del escritor argentino Carlos María Domínguez (residente en Montevideo desde 1989). La misma incluye una abundante documentación de archivo que no llega a interferir en la vívida reconstrucción de época que realizó el autor, pero que requeriría de una mayor síntesis para no fatigar al lector poco afecto a revisar notas y expedientes de época.
«El bastardo» es un válido intento para introducir «la primera generación ofuscada del Río de la Plata», aquella que manifestó su descontento frente a un proyecto de Nación que ya no tenía que ver con España sino con el dominio criollo.
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