Desde que Sam Mendes reflotó «Cabaret» en los '90, con una versión tan exitosa que marcó el rumbo de las distintas producciones europeas que hoy están en cartel, lo primero que hizo fue tomar distancia de la película de Bob Fosse y del absorbente protagonismo de Liza Minnelli. Así fue que desplazó a Sally Bowles a un segundo plano para transformar a «Emcee», el maestro de ceremonias, en la figura central de este espectáculo.
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Su puesta incorporó elementos mucho más oscuros y siniestros, tanto en el plano argumental (con un desenlace mucho más contundente y explícito que en la adaptación cinematográfica) como en la ambientación, que remite a una Alemania nazi cada vez más violenta y deshumanizada, y que no tarda en infiltrarse en el pequeño paraíso de diversión y tolerancia que ofrece el Kit Kat Klub.
En la versión que se está ofreciendo en el Teatro Astral se observan rasgos de ambas versiones, pero la falta de articulación entre las escenas dramáticas y los cuadros musicales hace que la puesta resulte algo errática. A la primera parte le falta delirio y dinamismo. No se percibe ese ambiente lujurioso y decadente que hizo de Berlín la capital más atractiva de los años '20 y '30.
La acción avanza a paso tímido y recurre a diálogos demasiado explicativos, sin alcanzar un verdadero crescendo dramático. Es por eso que la segunda parte -con el nazismo asolando la ciudad- ya no se percibe en todo su contraste y desolación. Por otro lado, la puesta toma de referencia los cuadros musicales de Fosse, sin decidirse entre descartarlos del todo o reproducirlos puntualmente. Lo que no estaría nada mal, dado el talento del creador de «Chicago».
Los nuevos números de baile son apenas correctos. Sorprende la falta de gracia de «Money money» (aquí se utilizan billetes en lugar de monedas, por lo cual quedó eliminado el impactante sonido a metálico del original) así como el desgano que impera en «Mein Herr» (¿para qué habrán colocado sillas si nadie se balancea sobre ellas ni juega a su alrededor, como hacía Liza?).
Sólo las canciones alcanzan el clima emocional deseado. Alejandra Radano brinda una conmovedora versión de «May be this time» («Tal vez ahora»), un tema que por sus dificultades melódicas requiere de una eximia cantante, como en este caso. Si bien es en «Cabaret» (el tema que mejor soporta la traducción al español), donde Radano arrasa con cualquier comparación para imponer su estilo. La intérprete se apropia de cada verso con furia y con dolor, y así transforma una canción archiconocida en el mejor monólogo de la obra.
También suena estupendamente « Tomorrow belongs to me» («El mañana me pertenece»), interpretada por Charly G. y un coro masculino, y el tema «¿Y a mí qué?» a cargo de Alejandro Paker, donde aparece, oportunamente, el costado melancólico de Emcee, ausente en las demás escenas.
La refinada ambientación de Jorge Ferrari transformó el Astral en un auténtico cabaret (con servicio de bar, mesitas y veladores) que tiene continuidad en el escenario. En cambio, el vestuario de Renata Schussheim no es acorde a tamaña producción. Se lo ve muy deslucido, tanto en diseño como en calidad de materiales.
Pese a todo, el espectáculo no aburre gracias al dominio de la escena que exhibe Alejandro Paker, a los temas musicales que se escuchan y al grupo de actores, bailarines y cantantes que integran este elenco cuyo talento no ha sido explotado a fondo.
«Cabaret». Libro: J. Masteroff. Letras: F. Ebb. Mús.: J. Kander. Trad. y Adap.: G. Demaría. Dir. Gral, puesta en escena y luces: A. Del Mastro. Puesta en escena y dirección de actores: R. Viani. Int.: A. Paker, A. Radano, M. Trepat, L. Kerz, J. C. Puppo, P. Echegoyen. Dir. musical: J. Vat. Dir. vocal: C. Stanzione. Vest.: R. Schussheim. Esc.: J. Ferrari. (Astral.)
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