27 de marzo 2001 - 00:00

Eficaz revisión de durísimo Gorostiza

Los prójimos.
"Los prójimos".
No es habitual que un texto como «Los prójimos» llegue a la escena en versión humorística. Sin embargo, su autor Carlos Gorostiza ha reconocido que ése es el registro más adecuado para esta obra.

«Los prójimos» (1966) pertenece a su etapa de producción más realista, donde las situaciones cotidianas y el lenguaje de la calle parecían ser el vehículo ideal para señalar los costados más vergonzosos de la idiosincrasia argentina. La idea era sacudir la conciencia del espectador a través de anécdotas contundentes que denunciaran la falta de solidaridad y de compromiso social que aquejan al ciudadano común.

Aunque «Los prójimos» culmina con una muerte, no tiene el tinte oscuro de otras obras anteriores de Gorostiza, como por ejemplo «El puente», en la que ricos y pobres quedaban igualados por una tragedia imprevista o «El pan de la locura», cuyo planteo ético -provocado por la venta de pan contaminado-requirió de un desarrollo dramático mucho más complejo.

En «Los prójimos», la desidia y mediocridad de los protagonistas ayudan a abonar el terreno en donde estallará el conflicto. La historia es sencilla: en una noche de calor agobiante, un grupo de vecinos no encuentra mejor ocupación que espiar por la ventana a las parejas que se detienen a la entrada de su edificio. De pronto, se escuchan los gritos de una mujer a la que alguien golpea brutalmente. El hecho los impresiona pero aún así deciden no intervenir. Finalmente la llegada de la Policía y la confirmación de que la víctima ha muerto no hacen más que agudizar su temor y su rechazo.

Versión

La versión que dirigió Sergio D'Angelo, sobre una adaptación de María Romano, condensa y agiliza la acción en muchos menos cuadros que el original, pero sin que ésta pierda su carácter repetitivo, algo que es fundamental para comprender la cotidianeidad de estos personajes.

El desempeño del elenco es excelente, pero su código humorístico puede resultar algo chocante al principio tratándose de un autor que tiende a ser encasillado dentro del realismo. Sin embargo, a medida que la acción avanza la comicidad de estas criaturas ya no resulta tan burda. Al contrario, adquiere un tono siniestro muy apropiado para mostrar el lado oscuro de la clase media argentina.

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