25 de enero 2007 - 00:00

Fábula para chicos, con sufrimiento incluido

«La telarañade Charlotte»cumple con laregla de orode los viejoscuentosinfantiles:afligirbastante asusespectadores.
«La telaraña de Charlotte» cumple con la regla de oro de los viejos cuentos infantiles: afligir bastante a sus espectadores.
«La telaraña de Charlotte» (Charlotte's Web, EEUU, 2006, dobl. al esp.). Dir.: G. Winick; Guión: S. Grant, K. Kirkpatrick; Int.: D. Fanning, K. Anderson, E. Davis, J. O'Donnell, B. Bridges.

Esta es una fábula para niños de 8 a 12, sobre la amistad entre seres diferentes, el círculo de la vida, la aceptación de las pérdidas y la transmisión del agradecimiento. Hay que destacar ese asunto de la edad. Aproximadamente a los 20 minutos los más chiquitos ya pueden empezar a aburrirse, porque es bastante conversada, pero hay algo más: algunos muy sensibilizados, desde un rato antes también pueden empezar a afligirse.

El tema es éste: una niña, y luego una araña, salvan la vida de un cerdito llamado Wilbur. La niña, al comienzo de la película, cuando el animalito recién nacido está sobrando en la lechigada, y el dueño ya tiene el hacha en la mano; la araña, cuando el chanchito se entera de su próximo destino gastronómico, y ella encuentra el modo de salvarlo. Más tarde, será ella la de triste destino, poco antes que nazcan sus hijas, felices y contentas, mientras el resto de los animales de la granja (todo ocurre a mediados de los '50 en una granja) se muestra debidamente emocionado. Como se ve, éste es un canto a la vida, solo que en tono de balada. Es agradable la música de fondo de Danny-Elfman, y buena la técnica de mezclar seres vivos con animatrónicos, a la manera de la muy superior «Babe, el chanchito valiente» (inclusive ambos cerdos son de la misma raza, Yorkshire, y acá parecen doblados por la misma persona). Y el conjunto es tierno, amable, de bonita fotografía, aunque un tanto ñoño y zonzo, en especial porque el recurso que emplea la araña para salvar al chancho, tal como está expuesto, no deja de ser una inocentada.

Quizás ese recurso luce mejor en la novela original, «Charlotte's Web», escrita en 1952 por Elwyn Brooks White, el mismo de «Stuart Little» (que publicó en 1945), académico muy apreciado en su idioma, ganador del Pulitzer, el Laura Ingalls, y otros premios, y autor de un particularísimo cuento de ciencia ficción muy apreciado por Ray Bradbury, bastante fácil de encontrar en Internet, «La supremacía de Uruguay» (tal como suena). Hay edición en castellano de «Charlotte's Web», «La telaraña de Carlota», aquí difícil de conseguir. Y una versión anterior en dibujos animados, producida por los estudios Hanna-Barbera, que tal vez sobreviva en un viejo videoclub, aquí rebautizada (oh, maravilla) «El chanchito picarón».

P.S.

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