“El espectador está acostumbrado a buscar referencias, las plataformas nos saturan con refes y recomendaciones. Uno empieza a ver cosas y dice lo vi, y en lugar de sentir que es malo que una película o serie sea parecida a otra, se lo toma como virtud. El mercado lo logró. Que se crea que una película es mejor si es una refe tras otra. Cuando escribo y me dicen “tenés que ver algo” entonces no lo veo para no contaminarme”, dice Matías Feldman, autor y director de “Reverso”, que se estrena el viernes en el Paseo La Plaza.
Feldman: "La IA hará que pronto las plataformas no nos necesiten como creadores"
En su nueva obra Matías Feldman indaga en el metaverso, donde puede haber museos, obras virtuales en venta, se puede ir a recitales de música que sólo están ahí, existe trabajo, casa y parejas . Hay una generación que vive en el metaverso y funciona porque acaso sea parecido a la realidad no virtual. “Reverso” se pregunta si todo eso es verdad.
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Carla Peterson, Marco Antonio Caponi, Nicolás García Hume, Diego Cremonesi, Emilia Claudeville y Juan Isola en "Reverso", que se estrena el viernes en el Paseo La Plaza.
Su desembarco en el circuito comercial tras las excelentes “La traducción” y “Las pruebas” llega encabezada por Carla Peterson, junto a Marco Antonio Caponi, Nicolás García Hume, Diego Cremonesi, Emilia Claudeville y Juan Isola.
Carla Peterson encarna a una mujer que vivió un hecho muy doloroso y se evade entre la negación y el metaverso, hasta que no distingue la diferencia entre realidad y virtualidad. Sus amigos y ex socios de una galería de arte entran a ese metaverso para intentar ayudarla, lo que deriva en situaciones alocadas. Dentro del metaverso puede pasar cualquier cosa. Pero afuera también. Todo está contado, adrede, sin recursos tecnológicos, es pura teatralidad, actuación y juego. Conversamos con Feldman.
Periodista: ¿De qué trata la obra y cuáles son los temas?
Matías Feldman: El tema es el metaverso, la virtualidad, de ahí la pregunta, hasta filosófica, de qué es real y qué no. La obra plantea eso, cómo uno se construye a sí mismo en su existencia y por eso las nuevas tecnologías y realidad virtual pregnan tanto, porque lo que se hace allá es lo que hacemos en nuestra existencia, armamos la ficción de nuestra propia vida. La obra no baja línea si esto es bueno o malo y lleva a pensar que las nuevas generaciones no dividen realidad de virtualidad, todo es una experiencia. Por eso los niños cuentan algo que les ocurrió en el metaverso con la misma verdad que si les hubiera ocurrido en la escuela
P.: ¿Cómo se lleva con la tecnología, la virtualidad y el metaverso?
M.F.: Soy analógico con todo, me genera aversión la IA, no quiero ni entrar ni probar ni ver, no quiero saber, me interesa filosófica y políticamente pero no usarla. Es pegarse un tiro porque estamos generando cosas que nos vendrán muy en contra, la IA es un gran canto de sirena del mercado y del capitalismo, genera la posibilidad de que pronto las grandes plataformas no necesiten de guionistas, actores, editores para generar aún más ganancias.
P.: ¿Qué influencias tuvo a la hora de escribir sobre el metaverso, acaso “Black mirror”, o los clásicos de la ciencia ficción como Asimov o Huxley?
M.F.: No soy consumidor de esa serie, me resuena, los temas son esos, no siento estar influenciado en eso para la obra. A partir del metaverso quise pesar qué historia se puede contar, que personajes puede haber, armé desde ahí, no desde referencias. Cuando escribo y me dicen “tenés que ver algo” entonces no lo veo para no contaminarme. Evito de manera deliberada no trabajar con refes.
P.: ¿Cómo surgió el proyecto en La Plaza?
M.F.: Había presentado “La traducción” en el Met, de La Plaza, y tuvimos muy buena relación con el teatro. Les comenté que tenía ganas de entrar al circuito comercial y me dijeron “cuando quieras”. Fue como un macheo. El productor Pierpaolo Olcese del Galpón de Guevara es muy amigo de Carla Peterson, se lo propusimos y entramos como una cooperativa. Es un híbrido de producción, ellos nos dan la sala, algunas cuestiones de publicidad pero a la vez trabajamos como en el independiente.
P.: ¿Por qué quiso incursionar en el circuito comercial?
M.F.: Todo el tiempo necesito nuevos retos. Sentí que había hecho mucho en el circuito independiente y el público y seguiré, pero no había trabajado en el comercial y me empezó a llamar la atención. Al cambiar de circuito aparece otro tipo de espectador acostumbrado a otro teatro, y es interesante el reto artístico desde la producción simbólica. En el independiente y oficial siempre busqué llegar al público más amplio posible aunque se trate de una obra experimental, por eso funcionaron “Las pruebas”, porque no dejaba a nadie afuera y lo entendían todos. En el comercial se esperan ciertas cosas de una obra pero a su vez apunto a incorporar otro tipo de teatralidad. Estoy esperanzado en que puede funcionar igual, hay ideas que hay que revisar y no pretendo cambiar ciertas fórmulas propias de ese teatro pero también sumaré otras. Apunto a llegar a un público más masivo, dar batalla en ese terreno y poder abrir espacios ahí para creadores argentinos.
P.: ¿Cuáles son esas fórmulas del comercial?
M.F.: No tengo un manual, pero es necesario que el público pueda entender lo que está viendo, hay que poder generar ciertas identificaciones y empatías, que sea divertida y que haya una serie de condimentos necesarios. Una de las cosas que impone el comercial es la duración, esta dura 1 hora y 10, la síntesis me sirve mucho, me hace replantear algunas cosas, me obliga a ponerme más claro, la síntesis es creativa, aunque la superabundancia y la extensión también son experiencias que me interesas, como “La traducción” en el Cervantes que pasaba las dos horas.
P.: ¿Cuál es la reflexión o pregunta por la virtualidad?
M.F.: Cuando uno se pone los lentes de realidad virtual se mete en un universo a través de un avatar, que es un personaje virtual que uno mismo arma como quiere, y en ese metaverso puede haber museos, obras virtuales en venta, se puede ir a recitales de música que sólo están ahí, hay trabajo, casa y pareja virtual. Hay una generación que está haciendo eso y funciona porque es parecido a lo que hacemos con nuestra propia vida. La diferencia con el mundo real es que quizá cierta casa o consumo serían inaccesibles, pero si lo logran en la virtualidad, ¿es verdad? Soy analógico y sostengo que lo verdadero es lo no virtual, sin embargo la filosofía se encargó de decir que todo es una construcción.
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