Horacio Beccaria llega al diálogo con este diario con un libro de cubierta negra en la mano: es uno de los tomos de la obra poética de Jorge Luis Borges, algunas de cuyas líneas les dan título a las obras que exhibirá en su próxima exposición, “Desborde gráfico”, a partir del jueves 5, a las 18.30, en Hoy en el Arte (Juncal 848), y que permanecerá abierta hasta el 7 de enero. La curaduría estuvo a cargo de Julio Sapollnik.
Horacio Beccaria: una celebración de la forma y el color
El gran maestro argentino del grabado, Horacio Beccaria, inaugurará el próximo jueves su exposición "Desborde gráfico" en Hoy en el Arte. Sus obras, que escapan a los límites del marco, están tituladas según versos de Borges
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Maestro del grabado, fundador del legendario Grupo Gráfico Buenos Aires en los años 60 (gracias al cual el grabado elevó, paulatinamente, su categoría de técnica a la de arte mayor que tiene en la actualidad), no es la primera vez que Borges se entrelaza con la obra de Beccaria.
“Cada una de las obras nuevas está inspirada en alguna línea suya”, dice mientras abre el libro y nos muestra, al azar, algunos subrayados suyos. “Tomo los versos, voy subrayando, alguno me sugiere algo, y a la inversa: a veces encuentro en algún poema las palabras justas para una obra ya hecha, pero que encuentra en una línea de Borges su formulación exacta. Este año la totalidad de las obras nuevas tienen que ver con su literatura.”
“A Borges se le señaló muchas veces que hacía álgebra con su literatura”, le respondemos. “Sobre todo en los cuentos, pero él negaba eso. Decía que, por pudor, revestía con fórmulas literarias sus sentimientos, pero que ellos estaban allí. ¿Puede decirse lo mismo del arte geométrico que usted practica?”
“Estoy convencido de que es así”, afirma. “Desde hace más de 30 años que encuentro en la abstracción la forma de expresar lo que siento”.
El título de la nueva muestra se debe a que varias de las obras salen literalmente del marco, les escapan a sus límites materiales; hay fragmentos que llegan hasta el techo, otros hasta el piso. “Se me ocurrió hacer eso con una de las obras, surgió espontáneamente, y luego continué con otras en la misma línea. De allí viene lo del desborde gráfico”.
En su texto curatorial, Sapollnik escribe: “En su obra, la xilografía es llevada a un nivel de precisión donde la herramienta —la gubia— se convierte en una extensión de su mano. Cada corte en la superficie es una decisión meditada que construye un universo geométrico de círculos, triángulos, rectángulos y polígonos que, al entrelazarse, logran un equilibrio sutil y potente. La hoja afilada se hunde en la materia provocando rasgaduras razonadas en busca de sentido. Este rigor técnico, sin embargo, está lejos de ser frío; al contrario, el arte de Beccaria revela una carga emocional que transforma su geometría en una experiencia visual rica y evocadora, donde el color y la forma interactúan para transmitir una variedad de estados de ánimo y emociones.”
A continuación, una parte de la extensa conversación que sostuvimos con el artista:
Periodista: ¿Es la primera vez que practica esta forma de “desborde”?
Horacio Beccaria: En verdad, yo me manejé en el espacio, aunque de otra forma. Salí del plano, de la estampa, y trabajé volumen, aunque no me refiero a algo escultórico sino a escaparle al plano. En esa dirección, a veces voy y vengo. Recuerde que los 60 fueron años de mucha experimentación, mis tiempos del Grupo Arte Gráfico.
P.: Una manera de romper el formato no sólo en el contenido sino también en la forma.
H. B.: Así es. E hicimos muchas demostraciones públicas de grabado en la calle, en las plazas. Rompimos la estructura del grabado tradicional que hasta ese momento dominaba en el arte gráfico. Ahora he vuelto, pero también lo hice en otros momentos de mi obra. Ahora busco una expansión en el espacio: ocupo la escalera, el cuadro llega hasta ella, tomo las paredes. La obra se apropia del espacio. No está planificado, la obra me va llevando.
P.: ¿Su etapa figurativa quedó por completo atrás?
H. B.: Bueno, nunca se sabe, pero no la siento en este momento. Me siento identificado con lo geométrico. Desde principios de los 90 abracé la abstracción. El gran premio que gané en el Salón Nacional fue por un tríptico, figurativo, inspirado en la obra de Durero. La parte central, la forma humana, llevaba pliegues de paños, típicos de Durero. Yo tomé eso, lo amplié, y me empezaron a aparecer imágenes abstractas, que fueron las que utilicé a ambos lados del tríptico. De modo que ese tríptico es sólo figurativo en el centro, y abstracto a los costados. De modo que fue Durero quien me volcó a la abstracción.
Génesis
P.: ¿Cómo es la génesis de sus obras?
H. B.: No tengo bosquejos previos, el papel blanco me va llevando a lo que será la obra. Trabajo con un material que se llama alto impacto, una superficie blanca; con lápiz dibujo sobre la matriz, y organizo la composición sin un boceto previo, y luego empiezo a grabarlo, a cortar las partes. Tuve un pequeño período, entre la figuración y lo abstracto, de unos cinco años, donde trabajé con una técnica fotográfica llamada fotoplay, objetos creados a partir de fotografías, pero no figurativo.
P.: ¿Cómo fue esa etapa figurativa?
H. B.: La figura humana. Yo empecé con una serie basada en fotos antiguas, que se llamaba “La novia”, ubicada a principios de siglo XX. Luego trabajé más libremente, e hice una obra que se llamaba “La lesión de Ana Tomía”
P.: Un juego de palabras con la famosa obra de Rembrandt, “La lección de anatomía”.
H. B.: Exacto. Eran tres objetos circulares que representaban la figura femenina vista desde distintos ángulos, partidos, por eso lo de la lesión. Pero no llegó nunca a exhibirse. Fue por culpa de mi inexperiencia de entonces, la llevé al Salón Nacional, pero en lugar de haber usado cartón más firme usé cartón común, y la humedad la dañó. Cuando la vio el jurado estaba destruida.
P.: La idea y el título son excelentes. Sería muy buena idea reconstruirla.
H. B.: (sonríe): Vamos a ver…
P.: ¿Tiene discípulos?
H. B.: No, por decisión propia. Yo me retiré en 2019 después de 50 años de docencia. Yo impartí clases en la Facultad de La Plata, en la UNA, en la Escuela de Bellas Artes de Quilmes. La cantidad de alumnos que tuve es innumerable. A veces me encuentro, en alguna reunión, con gente grande, que me saludan y me dicen que yo fui profesor de ellos. Claro, yo empecé como profesor en 1968, en Azul. Yo crecí, artísticamente, dando clases, pero no tengo discípulos. Una de las cosas que siempre me impuse fue no tratar de influir sobre nadie, sólo transmitir la técnica. Yo trataba de rescatar la esencia de cada alumno y no imponerle la mía. Hay quienes quieren hacerlo, no es mi caso. Yo tuve como maestros nada menos que a Fernando López Anaya y Ana María Moncalvo, y ninguno de ellos me impuso sus maneras de trabajar, y yo hice lo mismo con mis alumnos.
El desborde y la profecía
P.: ¿Cómo está formada la nueva exposición?
H. B.: Son unas 36 obras, todas nuevas, salvo dos antiguas que nunca fueron expuestas.
P.: ¿Cuáles son esas dos obras?
H.B.: Con una de ellas gané un premio en el Salón Nacional; se llama “Beccaria por Beccaria”. Es un biombo de 3 metros, extendido, por 1,70 de alto, y tiene que ver con mi apellido en relación con el gran jurista italiano del Siglo XVIII, Cesare Beccaria: la parte de arriba se refiere a él, y la de abajo a mí. Yo tomé fragmentos de libros suyos, y debajo hice una crítica a la época que vivíamos. Esa obra es de 1973, tres años antes del golpe militar. Son textos sobre la atrocidad, la violencia, la tortura.
P.: Profética.
H. B.: De alguna forma me adelanté a los hechos. La obra estará colocada a la entrada de la muestra. La otra, de 1995, es una donde fui al volumen total del cuadro, pero sin salir de los límites como las actuales. Hay relieve dentro del rectángulo.
P.: Usted trabaja de manera solitaria en su taller de Lanús, su casa natal.
H. B.: Siempre lo hice así. Pero no en silencio. Yo necesito o la radio, o escuchar música, no puedo trabajar en silencio. Tal vez esto tenga que ver con mi juventud: yo trabajaba en Casa de Moneda, como dibujante, entre 1965 y 1969. Diseñaba billetes de lotería. Y allí se trabajaba en silencio total, parecía un claustro, o una biblioteca. La gente caminaba en puntas de pie. Yo sufrí mucho ese silencio, estar siete horas frente al escritorio, nadie hablaba, sólo mirando la nuca del que teníamos enfrente. Terminó siendo insoportable, por eso el silencio me impide trabajar.
En otra parte de su presentación, Sapollnik añade: “En esta celebración de la forma y el color, Beccaria se inserta en una tradición que recuerda a las teorías del arte de figuras contemporáneas como Donald Judd y Frank Stella, para quienes el arte geométrico tiene una intensidad expresiva que va más allá de la representación. Beccaria, al igual que ellos, nos muestra cómo los elementos formales pueden reflejar las complejidades de la experiencia humana sin recurrir a figuras realistas. Su obra desafía así las nociones convencionales de la representación, aportando un dinamismo y una vitalidad que nos conectan con el fluir de la vida cotidiana.”
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