14 de octubre 2001 - 00:00
La abstracción: un vigente influjo sobre los artistas
Mientras estos bajorrelieves vinílicos imponen cierta distancia, Kacero presenta pequeñas cajas luminosas que atrapan la mirada y demandan un acercamiento. En su interior, la clave que rige las formas dibujadas que se recortan sobre la luz, no es otra que su propio orden armónico, el de una bella escritura que navega en los diminutos vacíos luminosos.
Esta misma tendencia distendida, comparte Karina El Azem. Sus creaciones parten de investigaciones sobre los patrones decorativos que cruzan la historia del ornamento. Con la calma secular de las bordadoras, dispone sus mostacillas y luego reitera de modo digital la matriz de factura manual. El Azem observa que los patrones decorativos «poseen un significado místico y simbólico».
Evocación
Las austeras telas pintadas de Fabián Burgos, apenas alteradas por bajorrelieves que muestran huellas de pliegues en su tersa superficie, otorgan con el atractivo del color y una dimensión generosa, una cierta jerarquía al gesto espontáneo de doblar un papel para guardarlo. Con esa evocación tan simple, pero ajena a la estetización que impera en la muestra, las pinturas de Burgos, al igual que las formas elocuentes de Eduardo Capilla, perturban de modo saludable la propuesta curatorial de Patricia Rizzo que se instala justo en el límite donde el arte corre el riesgo de confundirse con la decoración. En los circuitos internacionales, desde que en la última Bienal de Venecia se abrieron las puertas a obras que reflexionan con crudeza sobre la situación sociopolítica del mundo, y desde antes también, la sensación de vacío que provoca un arte puramente ornamental se ha profundizado.
Ahora, con el inicio de la guerra en Afganistán, algunas obras que se vieron en Venecia el pasado junio, como el búnker construido por el alemán Gregor Schneider para sobrevivir en condiciones extremas que ganó el León de Oro, o los autómatas musulmanes del ruso Sergei Shutov, que arrodillados y envueltos en túnicas negras se mecían al compás de sus oraciones fundamentalistas, ponen en vigencia las palabras de Antonin Artaud: «El arte tiene un deber social que es el de dar salida a las angustias de su época».
Entretanto, los expertos internacionales auguran una baja en las cotizaciones del llamado arte de la trivialidad, como el de Jeff Koons, que con su estilo deliberadamente kitsch y las fotografías de sus devaneos sexuales con su mujer, la Cicciolina, había alcanzado cifras millonarias en el mercado.
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