14 de marzo 2002 - 00:00

"LA CAÍDA DEL HALCÓN NEGRO"

Escena del film
Escena del film
«La caída del Halcón Negro» («Black Hawk Down», EE.UU., 2001; habl. en inglés). Dir.: R. Scott. Int.: E. McGregor, J. Hartnett, T. Sizemore, S. Shepard y otros.

"La caída del Halcón Negro" es una película de guerra más cercana al examen documental que a las pasiones del cine bélico. Habitualmente, los relatos de derrotas produjeron películas críticas y revisionistas (como gran parte del cine consagrado a Vietnam), así como los centenares de films sobre la Segunda Guerra Mundial llenaron de héroes a Hollywood.

El episodio narrado en el nuevo film de Ridley Scott es el de un revés de las fuerzas de paz norteamericanas en Somalia, pero la película, aunque no carece de opinión, evita los colores definidos en su rendición de los hechos, y sobre todo le rehuye a la emotividad explícita, esa misma que no avergonzó a Scott el año pasado para dar cuenta de las penurias del gladiador Maximus unos cuantos siglos antes.

La leyenda «Hechos verdaderos» que precede al film, y su sostén en el libro del periodista Mark Bowden, que investigó el caso, inspiraron un guión donde hay heroísmo pero no héroes (intención manifiesta en un reparto carente de auténticas estrellas), y donde el nivel de las responsabilidades parece atenuado, o soslayado, por el cruce entre las circunstancias adversas y una decisión operativa equivocada o, simplemente, por la fatalidad. De alguna manera, «La caída del Halcón Negro», pese a sus varias escenas sanguinolentas, parece menos la película de un cineasta sanguíneo (pensemos en un Oliver Stone) que la de un diplomático.

Espectacularidad

Scott es un maestro de la imagen y aquí lo demuestra una vez más. La espectacularidad visual, que incluye una larga secuencia «homenaje» a «Apocalypse Now», calcando en planos y ángulos la llegada de los helicópteros sobre terreno enemigo (claro, sin Wagner de fondo), más la minuciosa y casi obsesiva descripción de los avatares de un operativo desafortunado, se contraponen a las líneas de ese guión que ni siquiera establece, definidamente, en qué circunstancias se adoptaron algunas de las decisiones que llevaron a los soldados americanos a quedar abandonados a la carnicería de la que fueron víctimas.

La película se divide en dos partes bien diferenciadas: la primera hora expone los episodios políticos que desembocaron en esa cruenta operación fallida. En octubre de 1993, fuerzas de paz de la ONU intentaron liberar a Mogadiscio de la tiranía de
Mohamed Farrah Aidid, mientras la guerra civil desangraba a sus habitantes. El general Garrison (interpretado por Sam Shepard) decidió, una vez en el lugar, debilitar el poder de Aidid secuestrando a dos de sus lugartenientes en un operativo clandestino, con la asistencia de «contras» del dictador.

Pero la táctica se decidió en otro lugar, y los medios que se emplearon para llevarla adelante (el asalto por medio de helicópteros «Halcón Negro») no fueron considerados adecuados por
Garrison. Sin embargo, así se hizo, con los resultados conocidos. Dos de las máquinas se desplomaron en territorio hostil, y las fuerzas americanas se revelaron incapaces para socorrer a los soldados que quedaron aislados.

Algunas líneas dejan en claro la postura prointervencionista que anima la investigación, sin que ello signifique (como sostuvieron algunos medios norteamericanos y europeos, muy sensibilizados ante este film) que el libro evite siempre la «opinión local». Un diálogo entre un hombre de
Aidid y Garrison, al comienzo de la película, ironiza ese pretendido candor americano al momento de juzgar las políticas en territorios «que no son Miami», como sostiene el interlocutor del militar.

En todo este planteo inicial de circunstancias y políticas, compartidas por el espectador o no, reside lo más atractivo de la película. La segunda parte, más extensa, se engolosina en cambio con lo literalmente bélico, casi como si apuntara a un público diferente, más afecto a lo visual que a lo moral. Tal vez no podría ser de otra forma: una vez que los helicópteros han caído, y en la medida en que el libro evita trazos claros sobre justos y réprobos en las instancias de resolución, lo único que queda es una vasta pintura del asedio, que curiosamente es más fría que angustiante.

«La caída del Halcón Negro»
tiene cuatro nominaciones al Oscar, de las que sólo una corresponde a un rubro no técnico: el de la dirección a Ridley Scott. Si la Academia le arrebató la candidatura a Mejor Película, como se previó en algún momento, la razón habría que buscarla también en un hecho extracinematográfico.

Uno de los valerosos sobrevivientes de la historia, el «ranger»
John Grimes (personaje que interpreta Ewan McGregor), fue juzgado culpable en junio de 2000 por abuso sexual de una menor de 12 años. Bowden, autor de la investigación que inspiró la película, declaró hace poco que el Pentágono lo había forzado a cambiar el nombre de su protagonista, cosa a la que él no accedió en el libro aunque, aparentemente, capituló en la película. El soldado se llama ahora John Stebbins. La ex mujer de Grimes se sumó a la controversia en una carta hecha pública por la prensa, en la que acusaba a Hollywood de «hacer millones con la historia de mi ex marido, pintado como un héroe, cosa que no es en absoluto». Los «Hechos verdaderos», en este caso, no estuvieron del lado de los productores.

Dejá tu comentario

Te puede interesar