4 de enero 2007 - 00:00
"La oferta en teatro superó lo que la gente puede ver"
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P.: ¿Qué va a pasar con los teatros oficiales?
G.S.: Con el Teatro Nacional Cervantes todavía no se sabe qué ocurrirá, o si va a haber temporada. La programación del Complejo Teatral de Buenos Aires quedó muy acotada por las obras edicilicias, que obligaron a suspender la temporada de verano, y debido al Festival Internacional de Teatro que se realizará en septiembre. Tampoco hay seguridad con respecto al presupuesto asignado por eso no se anunciaron oficialmente otros títulos que están en carpeta.
P.: ¿Cuánto cuesta montar, en promedio, una obra de teatro independiente?
G.S.: Aproximadamente entre 8 mil y 12 mil pesos, monto que puede reunirse mediante subsidios de Proteatro o del Intituto Nacional del Teatro o por inversión de cada uno de los componentes del grupo o venta de publicidad.
P.: Dinero que rara vez se recupera.
G.S.: Se piensa que se puede recuperar, ése es uno de los errores más habituales. Debería hacerse un planteo más comercial del proyecto en relación a cuánto se tiene que cobrar la entrada, o cuánto hay que estar en cartel para recuperar algo de lo que se invirtió. Para una función por semana hay que calcular entre 100 y 250 pesos de seguro de sala, y entre 30 y 60 pesos de operador de luces y sonido. Cobrando una entrada de 12 pesos hay que tener un promedio de 70 espectadores para poder afrontar todos esos gastos. Lamentablemente, el promedio general-para estas salas es de 20 ó 30 espectadores.
P.: Esto no impide que haya una sobreproducción en el circuito off.
G.S.: Sí, la oferta es tremenda y no siempre condice con la calidad artística o la eficacia de la propuesta. En Buenos Aires se inscriben unas 400 cooperativas de teatro, denominadas curiosamente «sociedades accidentales de trabajo». Una vez que termina el hecho artístico esa sociedad se disuelve, por eso es «accidental». Son poquísimos los grupos que subsisten, pero el recambio es tan activo que en cada temporada tenemos más de 350 espectáculos en cartel. Según parece en 2007 van a ser más.
P.: El año pasado, usted se ocupó de producir «Rey Lear», en el Teatro San Martín. ¿Cómo anduvo la recaudación de este espectáculo que sufrió tantos contratiempos e interrupciones?
G.S.: Al principio funcionó muy bien, pero al mes y medio o dos meses empezó la hecatombe de enfermedades, esquinces, luxaciones y accidentes que hizo que mermara la concurrencia. De una media de 800 espectadores se cayó a otra de 300.
P.: ¿Cuánto se pierde por cada función suspendida?
G.S.: No tengo el cálculo exacto, pero si la entrada promedio es de 15 pesos, debe haber rondado los 7 mil pesos por función.
P.: ¿Una gran producción no debería contar con actores de reemplazo?
G.S.: A mi juicio debería ser así. En rubros de gran inversión económica, como la comedia musical, es obligatorio contar con reemplazos. Y lo mismo pasa en Europa: si el que se enferma es Peter O'Toole lo reemplazan igual. En cambio, acá, la gente viene más por los actores. Muchos pedían entradas «para la obra de Alejandro Urdapilleta» en lugar de «Rey Lear». Por otra parte,
Lavelli no quería suplentes. Yo ya le había sugerido elegir a varios actores para cada papel, por si alguno no cerraba por cuestiones de horario o de cachet, pero él se mantuvo firme: «Yo elijo uno y quiere que sea ése quien trabaje, ustedes arreglensé para contratarlo».
P.: Pero otros importantes directores, como el georgiano Robert Sturua, son mucho más flexibles.
G.S.: Siempre es un placer trabajar con Sturua. Como no viene del «Primer mundo» sino de Georgia, ex Unión Soviética, se adapta a todo. Si en vez de madera de roble de Eslavonia sólo se consigue pino de Brasil, dice: «Bueno, pintémoslo al tono». Es mucho más abierto en todo y claro, los actores lo adoran.
Entrevista de Patricia Espinosa
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