30 de enero 2003 - 00:00
Las tramas de Greene siguen incomodando
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J.R. Wilcock, editó «Sur» en sus años de esplendor, «El americano impasible» oculta, tras el melancólico cinismo de las tramas del narrador británico, un severo juzgamiento a las intervenciones militares de los Estados Unidos en Oriente.
Greene ambientó su novela en Vietnam en los tempranos años 50, cuando la ocupación francesa de la entonces Indochina demostraba su incapacidad para enfrentar no sólo el avance del comunismo sino tampoco la atomización militar regional. Una de esas fuerzas, identificada en la ficción de la novela con el pequeño ejército del general Thé, representó el primer pied-à-terre de la intervención americana en la región y de la organización llamada por esos tiempos OSS, y que después daría nacimiento a la CIA. «El americano impasible», que Joseph L. Mankiewicz llevó por primera vez a la pantalla en 1958 con Michael Redgrave y Audie Murphy (en la Argentina se llamó «El americano tranquilo») es una de las pocas novelas auténticamente proféticas de Greene.
La versión actual no carece de bondades, tiene una aceptable adaptación de Christopher Hampton, aunque el verdadero sabor greeniano, la sabiduría y aquel cinismo, sólo se reconozcan en la notable labor de Michael Caine, legítimo heredero de Alec Guinness. Frente a él, Brendan Fraser, el americano impasible, está tan fuera de clima como Richard Gere, también contraparte de Caine en otra película sobre Greene, «El cónsul honorario», de 1983 (que, al igual que ésta, había sido adaptada por Hampton).
La historia enfrenta al inglés Fowler, veterano corresponsal de guerra en la región (Caine), con Pyle ( Fraser), joven americano de ideales democráticos que, presuntamente, llegó a Vietnam para sumarse a una misión humanitaria. Desde luego, en Greene casi nadie es lo que aparenta.
La labor periodística actual de Fowler se limita a dos envíos al año, y su tarea tampoco es «opinar», sólo «reportar»: su opinión ya no tendría cabida en ese mundo que lo está abandonando. Pyle, en cambio, es pura opinión: sobre el mundo, sobre la libertad, sobre la vulgaridad de sus connacionales en la zona.
Desde el primer momento, entre ambos se interpone la bella vietnamita Fuong (Do Thi Hai Yeng) quien, a diferencia de Alida Valli en «El tercer hombre», no ama al hombre equivocado sino al más conveniente. El pragmatismo de las mujeres de Greene ya se había perfeccionado en esta novela.
La galería de secundarios descubre a una muy buena actriz en Thi Mai Hoa, que interpreta a la hermana de Fuong, aunque el personaje del oficial de policía Vigot, que en la novela es un descendiente directo del Capitán Renault de Claude Rains en «Casablanca», está francamente desaprovechado (salvo que tuviera mayor lucimiento en esos minutos que no vemos).
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