«La Favorita»
del Teatro
Roma de
Avellaneda
cuenta con
excelentes
voces
protagónicas
(lideradas por
María Luján
Mirabelli y
Carlos Duarte
como los
enamorados
trágicos) y un
reparto de
parejo nivel.
Poner en escena en el Teatro Roma de Avellaneda una ópera como «La Favorita», de Gaetano Donizetti, representaba un auténtico desafío. Encuadrada dentro de la ópera romántica italiana de la primera mitad del siglo XIX, esta obra estrenada en 1840 entrecruza una pasión imposible con un profundo dilema moral de los protagonistas.
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Si la obra de Donizetti no se representa frecuentemente es porque necesita un cuarteto vocal de grandes voces que no siempre es fácil reunir. Esta vez, tanto Sebastiano De Filippi en la dirección musical como Eduardo Casullo en la puesta escénica contaron con cuatro cantantes de gran rendimiento cuyas performances permiten que la ópera tenga el brillo vocal necesario. La mezzosoprano María Luján Mirabelli y el tenor Carlos Duarte dan lo mejor de sí en los riesgosos papeles protagónicos. Amplitud de registro, voces plenas, técnicamente bien preparadas, sin errores y espiritualmente dispuestos a la intensidad del argumento, resultan lo mejor de un elenco que se completa con el barítono Enrique Gibert Mella y el bajo Oreste Chlopecki en interpretaciones justas y medidas. Ana Laura Siniscalco, Pablo Gaeta y Fabián Frías cubren los papeles de reparto con un trabajo serio y a la altura de las voces principales.
Sencilla la régie de Casullo. En lugar del oropel que implica una acción ambientada en los esplendores del la corte española, el régisseur prefirió -quizá por razones puramente económicas- el minimalismo posmoderno. En un espacio despojado y neutro y algunos telones con columnas, una pasarela saliente del proscenio acerca a los personajes a un público que vibra con sus desdichas. El Coro del Instituto Municipal de Avellaneda, dirigido por Ricardo Barrera canta con corrección y la Orquesta Sinfónica de Avellaneda se esmera a las órdenes de un sanguíneo Sebastiano De Filippi, batuta sensible y flexible, que maneja con destreza los planos sonoros y los cambios emotivos expresados en la instrumentación.
Esta es la primera producción del año del Teatro Roma y, como arranque, no podía ser mejor.
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