23 de julio 2002 - 00:00

Milewicz: "'Samy y yo' no es un film elitista"

Eduardo Milewicz
Eduardo Milewicz
Satisfecho con las primeras cifras de público, el director de «Samy y yo», Eduardo Milewicz, comenta ciertas críticas, elogia el cine para el público general, y relativiza la llamada «marca de autor». Pero no logra justificar por qué Angie Cepeda está vestida toda la película.

«Es que la película transmite la visión de un reprimido»
, sonríe el director «entrenado para autocensurarse. Con una belleza como Angie se podía hacer un festival, pero cuando pasa lo mejor... es justo la noche que él no recuerda, porque estaba borracho. Sólo así pudo aflojarse. Samy es porteño, monocromático, ella es caribeña, puro color brillante».

Periodista:Y la ciudad es linda y otoñal.


E.M.:
Me gusta combinar belleza y verdad, porque la verdad no es sólo lo feo, y me gusta la Buenos Aires que conozco y camino, por eso puse mucho exterior, mucho urbano, callejero, nocturno, reconocible. El Botánico de la escena final es el que yo conozco. El bar de Palermo Viejo donde va el personaje... es un bar de Floresta.

P.: Una verdad cinematográfica.

E.M.: Gracias a Marcelo Camorino, que como director de fotografía nunca pide «que se vea mi luz» sino que se vea el relato. Agradezco a él, a los dialoguistas Luis Rubio y David Rottenberg, que sumaron mucho, a Rita Cortese,Alejandra Flechner, Ricardo Darín, con sus recursos, ubicación, sentido del tiempo, generosidad... La frase «¿Qué es esto? ¿Una mamografía?», cuando el personaje de Darín la toca, salió de Flechner. Lo de «No son mis rodillas», salió de Darín y Cepeda. Mi única tarea era anotar en un cuadernito, «eso está bien, eso está muy bien», y luego coordinar el brillo de cada uno. Lo mismo con el aporte de los técnicos. Muchas veces, eso que los críticos definen como «marcas de autor», son yeites que uno tomó de los técnicos. El mayor talento de un director es saber pedir.

P.: En «La vida según Muriel», usted tuvo como ayudante a Paula Hernández, que después hizo «Herencia».


E.M.:
Tengo enorme afinidad con ella. Nunca se pone por encima de sus personajes.

P.: Usted tampoco, pero les toma el pelo. Y hace que uno diga ¡qué boludo es Samy!


E.M.:
Pero es porque -lo confieso-yo también me siento muchas veces como un imbécil. Y en este caso había una tradición, ya que el germen era la comedia de amor entre los opuestos, cuando uno también dice qué boludo Cary Grant, que huye de Katharine Hepburn en «La adorable revoltosa». Después me fui complicando, debía terminar arriba, como manda toda comedia, y al mismo tiempo ser consecuente con la verdad. El problema del personaje es que no puede confiar en los demás, porque no puede confiar en sí mismo. Hay mucha gente como él. Quizás el país es como él, no pretendo generalizar. Por eso «Samy...» termina como termina. En el fondo es una película sobre las segundas oportunidades, algo que todos nos merecemos, pero esto lo descubrí después.

P.: ¿No estaba en el planteo inicial?

E.M.: El único planteo era hacer una comedia, si es posible una comedia brillante. Desde la muerte de Carlos Schlieper nos sentimos huérfanos en ese sentido. Y yo agradezco siempre al tipo que me hace reír.

P.: ¿Y a usted el público le agradece?

E.M.: En Belgrano terminamos primeros, en Recoleta y Abasto segundos, en Palermo también... Vimos gente salir contenta.

P.: Pero no todas las críticas lo acompañaron.


E.M.:
Esta no es una película de ghetto, ni elitista, ni te toman examen antes de entrar. Algunos nos calificaron de regular, o fallida pero la mayoría nos recibió bien, y exageradamente bien. Igual el público. Ahora, eso de «Woody Allen devaluado» que escribieron por ahí, la verdad que no lo entiendo, porque nunca pensamos imitarlo. Tampoco lo entendería la gente, porque además mucha gente ni conoce el humor de Woody Allen. En todo caso, yo recordaría mejor al oficinista de «Piso de soltero», de Billy Wilder, y a tantos porteños, porque lo que define a Samy es Buenos Aires.

P.: Hablando de Samy, ¿le ensancharon la nariz a Darín?


E.M.:
¿La nariz? Ya varios me lo preguntaron, porque él siempre fotografía bien, y es muy apuesto. No le hicimos nada, ni un toque de maquillaje. Es él, que se pone esos anteojos.

P.: ¿Se viene otra comedia?

E.M.: En España, donde estoy viviendo, preparo una comedia coral muy madrileña, y acá, donde me gustaría seguir viviendo, preparo una comedia romántica. En ambos casos, se trata de guiones ajenos. No soy de los que dicen «solo filmo lo que yo escribo». Lo que digo es que me encantaría volver a trabajar con estos comediantes.

Dejá tu comentario

Te puede interesar