19 de enero 2002 - 00:00
Museos sí, pero si no se paga entrada
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Gran afluencia de gente a los museos
Al estudiar este fenómeno y su raíz social, se torna evidente que la determinación de no cobrar entrada en los museos públicos que cobró vigencia en la década del noventa, condicionó los hábitos del espectador argentino. En este sentido, todos rescataron como un logro la difusión del arte a nivel masivo, producto directo del libre acceso a los museos, posibilidad que elevó la cifra del público que asiste a los grandes centros como el Bellas Artes o el Recoleta a más de 1 millón de visitantes anuales.
Sin embargo, ahora, cuando las instituciones que dependen del Estado padecen ajustes presupuestarios y apenas si tienen dinero para pagar los sueldos, y cuando los patrocinios no abundan, la recaudación en concepto de entradas parece más necesaria que nunca, e inclusive más digna que la consecución de fondos de parte de los artistas.
«Hasta ayer, conseguir dinero para exponer en un museo era difícil, hoy es una meta imposible y, además, no estamos capacitados para esto», agregó un artista que prefirió mantener su nombre en reserva. Y el patrocinio fue un punto determinante del diálogo, pues el ámbito cultural que está ligado en gran medida al establishment, reproduce en pequeña escala los mismos problemas políticos de la Nación. La transparencia de la sociedad global y mediatizada permite cotejar las inversiones en Cultura de las empresas multinacionales radicadas en Argentina, y así queda en evidencia que en otros países dedican a este rubro montos mucho mayores.
Brasil es el mejor ejemplo. Dato que pone en el candelero las notables diferencias que existen a nivel transnacional entre las variadas gestiones de los operadores y funcionarios del campo cultural, cuya excelencia parece un imperativo en tiempos de vacas flacas.
Para ese entonces, otros temas surcaban las mesas del bar. Para comenzar, se cuestionó que la Secretaría de Cultura quede subordinada al Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología. «Cultura ya dependió de Educación -señalaban algunos-, y escaló mayor rango cuando pasó a la órbita de Presidencia. Luego se colocó junto a áreas tan variadas como Comunicación, Turismo, Deportes y ahora de nuevo Educación. Es como si en esta ronda se hubiera perdido el rumbo o, peor aún, la noción de cuál es el verdadero papel que le toca jugar a Cultura».
A partir de esta idea, contaron que en Alemania, antes de tomar la decisión de enviar tropas de seguridad al norte de Kabul, el primer ministro se reunió con un grupo de artistas e intelectuales para conocer su opinión. Todo un gesto.
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