4 de mayo 2009 - 19:18

Peligro en la intimidad

«Bug» («Bicho», aquí llamada «Peligro en la intimidad»), es una rareza en la filmografía de William Friedkin: se trata de teatro filmado crudo y elemental, con algunos momentos brillantes.
«Bug» («Bicho», aquí llamada «Peligro en la intimidad»), es una rareza en la filmografía de William Friedkin: se trata de teatro filmado crudo y elemental, con algunos momentos brillantes.
William Friedkin pasará a la historia como el director de «El exorcista» y «Contacto en Francia». Pero su filmografía está repleta de grandes películas que recorrieron todo tipo de géneros, y sobre y todo de desafíos tan imperfectos como memorables, como por ejemplo el thriller homosexual «Cruising» o el costoso re-make de «El salario del miedo», en la que apostó -y perdió- todo lo que había ganado con sus éxitos previos.

«Bug» («Bicho», aquí llamada «Peligro en la intimidad») se podría decir que rompió el último tabú de su carrera como director de films eminentemente hollywoodenses con el énfasis puesto en la intensidad gráfica y la acción. Esto es teatro filmado crudo y elemental, psicodrama de pura cepa, rodado y compaginado con tomas largas para que los intérpretes expresen todo el histrionismo más aceptable en un escenario que en un set cinematográfico.

Como experimento, el resultado tiene momentos fabulosos, aunque en conjunto no deje de ser sencillamente lo que es: una excelente obra de teatro diseñada para que dos personajes se lancen en picada al psicodrama exacerbado, diciendo y haciendo cosas que más allá de sus actos y dichos intrínsecos supuestamente deberían transmitir una o varias metáforas sobre cosas serias o importantes como las relaciones de pareja, la paranoia del mundo moderno y la fina línea divisoria entre realidad y fantasía.

Adaptada por el mismo autor de la obra de teatro original (Tracy Letts), la historia está dividida en un prólogo y tres actos que le sirven a Friedkin para variar el estilo del film desde lo naturalista -aunque extrañamente intimista, en su caso-hasta el más desaforado teatro del absurdo del demente desenlace.

Ashley Judd es una solitaria camarera de un bar de lesbianas de alguna zona de mala muerte de Oklahoma, que vive en un motel atormentada por un ex marido ex convicto, y sobre todo por el recuerdo de su hijo, al que alguien se llevó de un supermercado años atrás. En uno de esos cruces de almas perdidas, un extraño desconocido termina en su motel, con cama adentro, lo que extrañamente lleva al descubrimiento de bichos en el colchón. El desconocido es un soldado fugitivo de extraños experimentos del ejército, pero el espectador pronto entiende que los bichos sólo existen en el universo alucinatorio de estos dos torturados personajes que encuentran el amor verdadero fumigándose mutuamente munidos de un insecticida en aerosol, entre otras cosas.

Michael Shannon se adapta a todos los niveles entre el estilo de actuación cinematográfica del comienzo y el histrionismo crudo de la segunda parte de la película (quizá por haber protagonizado la obra en el teatro). En cambio, Ashley Judd, como actriz de cine, se dispara a la sobreactuación cuando los bichos teatrales la atacan desde todos lados.

Siendo más raro que real-mente bueno, el experimento de teatro filmado de Friedkin tiene momentos brillantes, incluyendo una de las escenas de amor y sexo más logradas del cine moderno.

La película fue filmada en celuloide, pero entre nosotros se estrena en dvd, algo que dadas las características extremas del producto se comprende. Lástima el título local, que parece a medida para el dvd y el cable.

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