“Parece una distopía porque en la obra no tienen agua, luz, teléfono, comida, trabajo. Pero ¿no es la radicalización de problemas del presente llevados al extremo? La obra parte de esa realidad para arrojar luz y humanidad, tira de esa piola de lo que nos estaría faltando como sociedad”, dice Nayla Pose, quien junto a Lucía Adúriz protagoniza “Quien sea llega tarde”, una creación de Eusebio Calonge, dirigida por Paco de La Zaranda, quienes por primera vez encararon una creación colectiva con producción de Sebastián Blutrach. La obra se presenta en El Picadero los domingos a las 18. Conversamos con Pose y Adúriz.
"Quien sea llega tarde", dirigida por Paco de La Zaranda, dialoga con lo miserable del mundo que supimos construir
“Quien sea llega tarde”, una creación de Eusebio Calonge, dirigida por Paco de La Zaranda, está protagonizada por Nayla Pose y Lucía Adúriz como dos mujeres que, descriptas por su autor, son promesas devastadas que desvanecieron sus destinos.
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Nayla Pose y Lucía Adúriz protagonizan “Quien sea llega tarde”, una creación de Eusebio Calonge, dirigida por Paco de La Zaranda, en El Picadero.
Periodista: Aquí hay dos mujeres que descriptas por su autor son promesas devastadas y desvanecieron sus destinos. ¿Qué les pasa a estas mujeres?
Nayla Pose: Yo hago a Tecla, está devastada, es consciente de la rutina en la que está atrapada y eso le propicia su sombra pero también cierto destello de luz. Trabaja en una oficina que copia una y otra vez una lista de apellidos y esa conciencia de su realidad a la vez le permite crear ciertos destellos de sublevación. Eso hace que su chispa se pueda encender y pueda iniciar una transformación profunda. Ve la hostilidad de su mundo y con todo el miedo quiere asomarse a ver qué hay más allá, a pesar del dolor, hastío, derrota y miedo, no se dio por vencida. La otra mujer, Fina, niega la realidad, cree y sobre cree, no se da por vencida.
Lucia Aduriz: No hay sucesión argumental naturalista con una situación en el mundo real, Zaranda parte de un mundo real y hacía otro espacio con otras leyes del tiempo y engranajes para vislumbrar otro espacio que no se ve. Los personajes repiten porque es la única manera de sobrevivir y pasar el tiempo, y atraviesan distintos momentos. Mi personaje tiene momentos de optimismo, luz, lleva adelante la alegría y las ganas de continuar pese a todo pronóstico. Pero caerá en toda desolación, ahí está el contrapunto binario donde la obra adquiere su mayor relieve y belleza.
P.: Viven aferradas a su precaria realidad, a unos puestos de trabajos inútiles desvinculados de cualquier actividad social, ¿cómo sobreviven? ¿Cómo construyeron estos personajes?
N.P.: Se aman tanto como se detestan y se necesitan. Sobreviven porque siguen juntas. La construcción se para sobre un universo que es pura poesía y despojo. Los personajes fueron apareciendo, en la mitad del proceso estábamos perdidas, les hacíamos preguntas a los directores y nos decían “el teatro ya va a venir, el personaje te anda buscando, abrile, dejá que él te haga, abandónate”. Que no significa tirarse a chanta sino una especie de rendirse placenteramente con lo difícil, dulce y abismante que tiene rendirse. Fue un proceso profundo de investigación, no fue resolver, fue muy de la Zaranda, no se podía forzar y a la vez ellos podían estar aquí solo un mes. Fue pura entrega y fe. Fue llegar a ser algo y dejar de ser.
L.A.: La supervivencia se da cuando se aferran a tener algo que hacer. Siguen adelante y sobreviven encontrando en la imaginación un espacio de mucha luz. Zaranda crea pulsos internos, desde el fuelle respiratorio a trazar temas y espacios de la obra. El texto llega al final, para coronar la superficie. Se trabaja diferente, primero aprendimos el texto y luego llevamos al espacio. Busqué en el texto las raíces profundas de fundar el cuerpo rítmico que tuviera que decir aquello que tenía que decir. Fue un momento del juego contra toda dificultad, hubo momentos arduos, había oscuridad y había que sacar la luz.
P.: Esto de la rutina absurda en un simulacro de existencia, donde parece que sólo esperan el definitivo desplome, tiene mucho del absurdo de Beckett o Pinter, ¿qué pueden reflexionar sobre lo apocalíptico que toma forma con el tiempo?
N.P.: Cuando leí obra pensé en Beckett y Pinter, autores que exploraron la existencia que se revela como absurda y precaria, tan llena de tensiones entre el lenguaje y el silencio. La obra dialoga con eso, la rutina es absurda y es metáfora de existencia. El mundo en que han vivido Beckett y Pinter fue muy distinto al de ahora, que está cada vez peor, las preguntas por la existencia tienen otra urgencia. La obra dialoga con lo miserable del mundo que supimos construir.
L.A.: Vivimos un momento epocal que hace pensar seguido sobre el fin de todo, con la pregunta por un mundo sustentable, por esta forma de producir y consumir, ¿es viable así? Se amplían cada vez más las desigualdades, aparece el interrogante por el empleo. Lo apocalíptico lo tiene nuestra época. La obra muestra una diapositiva que genera un espejismo. ¿Qué pasa cuando se apaga lo que funciona? ¿Donde está la existencia si no es ahí? ¿Qué clase de dificultad tenemos? La obra circula por ahí.
P.: ¿El autor se inspiró en ese apagón que hubo en España, que toma como punto de partida la falta de electricidad y el apagón tecnológico, como metáfora del gran ocaso de occidente?
N.P.: Hablamos de eso, teníamos la obra escrita antes. Eusebio decía con humor que era el responsable del apagón para justificar su obra. En la Zaranda tienen una antena, capturan y traen a la realidad lo que flota en el aire. Su teatro es muy contemporáneo en tanto que dialogan con el contexto. Esto fue algo premonitorio. En nuestra obra no hay luz, entre otras cosas.
P.: La metáfora de la luz como esperanza, que de no estar apaga los avances y cae en un constante deterioro de nuestra propia humanidad ¿es una distopía? ¿Parte de un pesimismo para abrir un final luminoso?
L.A.: La distopía está presente diariamente, es hiperrealista, la gente que hace eso absurdo replantea los modos de producción, es la historia del capital, los seres que tenemos que trabajar de eso. El corte de luz como argentinos sabemos lo que es, todo lo que implica, y la obra arranca de un pesimismo pero es concreta, porque si uno afina la sintonía con lo que sucede hoy es evidente que la cosa está mal. Si uno solo observa, es obvio. En la obra aparecen aquellos que hacen que nuestra existencia sea lo que es y quieren convencernos de que no hay otro futuro posible. Es momento de rebelarse contra eso, hay otra forma de existir y relacionarse, de repartir afecto, de lo humano. El título puede ser “que ya es tarde” o “que ya vencimos y quien quiere que las cosas sean horribles llegó tarde” y no van a poder.
P.: Las protagonistas por fin se revelan con la imaginación, ¿cómo es eso a nivel escénico?
N.P.: La imaginación termina siendo la gran aliada, no niega la realidad, la integra, es la luz que se expande, que no está, que se crea. Mi personaje escribe como una autómata, escribe lo que imagina, pasa de ser lectora a ser escritora, eso la transforma. A nivel escénico lo potente de la Zaranda es cierto sueño que habita el escenario.
L.A.: Se revelan con la imaginación, la poesía trae luz, mi personaje vive en su imaginación y así soporta la existencia. Hacer teatro es una forma de resistencia, de uso de la imaginación contra lo real.
P.: ¿Cómo fue el trabajo con La Zaranda? ¿Cuál es el método?
N.P.: Había que entrar en cierto código que proponen del no resolver. Que el cuerpo se llene, que el yo no neurotice la escena, dejarse estar. Investigar con objetos, espacio, dicen que a los objetos hay que domarlos, como exprimirlos. Trabajamos mucho las energías, potencias, relieves del texto. Cada personaje es como campo de energía. Una es actriz encontrada por el personaje, eso es algo vivo, cambiante y palpitante. Fue una aventura expectante, estar a la deriva, de encuentro con lo desconocido y de transformación. Me llevó a zonas remotas. Cuando se estrena nada es sólido, todo se transforma. No existe una técnica Zaranda, sí una forma de experimentar en varios planos a la vez, la escena y el espacio que se busca desde el caos y la precisión, algo de su hacer no se funda en las ideas sino en lo que devuelve la escena cuando fue estimulada.
L.A.: Fue difícil y gozoso, trabajamos distinto a como ellos trabajan y nos trajo dificultades de montaje. Hubo que tener paciencia y tiempos que no teníamos, había que ir a encontrar la zona. Los admiro por lo que piensan de la vida y trabajar con ellos requirió sintonía fina, física y espiritual. Hubo que conectar con la imaginación de manera compleja. Hubo mucho humor, risa, trabajo duro y comprometido. Te debe ir la vida en eso.
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