3 de julio 2008 - 00:00
Show business
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«The Fly» (La Mosca), gran éxito cinematográfico de David Cronenberg en 1987, nació ayer como ópera en el Teatro del Châtelet de Paris, sobre una composición de Howard Shore, escenificada por el propio cineasta y dirigida por el tenor Plácido Domingo. El barítono canadiense Daniel Okulitch, canadiense, interpreta a Seth Brundle, el joven y genial científico que termina convertido en un espantoso monstruo, al fusionarse por error genéticamente con una mosca. La mezzosoprano rumana Ruxandra Donose es su Véronica Quaife, la periodista científica de la que se enamora, y que lo ama a su vez más allá de la muerte y de su horrible mutación. La película de Cronenberg y la ópera no terminan de la misma manera ni están ambientadas en la misma época. Plácido Domingo, aquí al frente de la Orquesta Filarmónica de Radio France, el Coro del Châtelet y un coro de jóvenes de los barrios populares de Aubervilliers y La Courneuve, reconoció que «La Mosca» es un personaje que no le habría gustado interpretar, y que prefiere dirigir la orquesta aquí y en la Opera de Los Angeles, teatro del que es director artístico y donde la obra se estrenará en septiembre. Excepcionalmente, la quinta y última representación en París, prevista para el 13 de julio, estará interpretada por el barítono francés Laurent Alvaro.
La delgadez no es sexy
A diferencia de la mayoría de las estrellas de Hollywood, Charlize Theron cree que la extrema delgadez no es bonita y «mucho menos, sexy». Por eso no le gustó para nada adelgazar por exigencias del guión, como le sucedió en «Noviembre dulce», cuando interpretaba a una mujer con cáncer. «Me sentía muy incómoda. Recuerdo que tenía frío y cuando me rodeaba con los brazos sólo notaba costillas y huesos. No me sentía sexy en absoluto», declaró la actriz. Nada dijo de tener que engordar groseramente, como cuando tuvo que interpretar a una asesina en «Monster».
Recuerdo
Paul McCartney estuvo junto a su amigo George Harrison en sus últimos días antes de que muriera de cáncer, e hizo algo que «nunca antes había hecho»: le sostuvo la mano. «Es gracioso, pero incluso cuando éramos muy amigos, siendo jóvenes, jamás nos dimos la mano», relató McCartney a la revista británica «Uncut». «Me sentaba junto a él durante algunas horas cuando le trataban el cáncer, diez días antes de su muerte. Hacíamos muchos chistes, cosas simplemente divertidas, locas. Estuvo bien. Era como si soñáramos», añadió. Harrison murió en 2001 a los 59 años. Ambos se habían conocido como escolares en un autobús en Liverpool. «El era casi como mi pequeño hermano», afirmó McCartney.
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