3 de septiembre 2008 - 00:00
"Todos critican a Don Juan aunque todos quieran serlo"
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D.C.: Ubicar al Don Juan en ese siglo tiene más que ver con familiarizarnos y hacer del propio mito algo ajeno, porque Don Juan tiene mucho que ver con nosotros. Es un español playboy que está huyendo de España porque tiene deudas, es mujeriego y cae en el virreinato días antes de la Revolución. Nos parece divertido que ese pícaro, que nos gusta, se asemeje tanto a un Diego Maradona como a un Menem, con quienes podemos enojarnos pero cuando están en la cresta de la ola todos los elogian. Con el mito de Don Juan pasa un poco eso, cuando cae en desgracia es castigado pero todo el mundo, en algún lugar quiere ser Don Juan. Se remonta a los primeros hombres que llegaron con Colón, eran todos ladrones.
P.: Es decir que lo ubican lejos de lo contemporáneo para tomar una suerte de distancia crítica.
D.C.: Exacto, porque un personaje sensual y erótico, ubicado en esta época, quizá se confundiría con lo pornográfico propio de nuestros días. Ubicarlo lejos genera una idea más clara de la admiración y a la vez la crítica moral. Además, tiene que ver con nuestro tipo de teatro, relacionado con el distanciamiento.
P.: Los Macocos son de los pocos grupos que hacen esa suerte de teatro pedagógico familiar. ¿Se reinventan o prefieren profundizar siempre en la misma línea?
D.C.: Creo que este tipo de teatro es popular, pero no de manera despectiva sino respetuosa, un teatro para la mayor cantidad de gente, que suba el perfil del espectador, nunca bajándolo. Siempre apuntamos a ese humor que nos está contando cómo somos. A nosotros mismos nos sorprendió el 1810 para resignificarlo, porque todos hemos hecho el acto, cantado el himno, usado paragüitas con el bigote de corcho quemado, y en algún lugar, aunque siempre hemos cuestionado el nacionalismo, la bandera nos toca y nos conmueve, desde los actos de cinco años, hechos con ternura, hasta el presente espectáculo. Es el primer estreno luego de la muerte el año pasado del director Javier Rama, un compañero de grupo durante 23 años, y queríamos esta vez hacer algo que nos diera alegría.
P.: ¿Por qué cuando dice popular aclara que no habla «de modo despectivo» sino «con respeto»? ¿Es malo ser popular?
D.C.: Porque no quiero que suene a que se baja el target o el perfil sino que en general la comedia y el humor no pueden ser entendidos de otra manera. «Les Luthiers» son populares porque hacen 400 Gran Rex; no harán televisión pero el humor refinado o culto también es popular. Ahora, si entendemos lo refinado o culto por lo hermético o encriptado que sólo entienden tres personas, eso es malo. Y siempre está el miedo de quedar como «bruto» si hay algo que no se entiende.
P.: ¿Qué opina del fomentodel Estado para la difusión del teatro a nivel local y en el mundo?
D.C.: Agradezco que el sindicato y los técnicos del Cervantes permitan que todo se logre y pueda aplicarse la política de Rubens Correa, que incentiva al teatro nacional no sólo en Buenos Aires sino en todo el país.
P.: Usted pasó por la TV abierta pero fueron sólo participaciones ¿cómo fue la experiencia de maratónicas jornadas de grabación? ¿Volvería a hacer televisión?
D.C.: Lo mío en la TV fueron sólo papelones, y también en cine. Estuve en la última película de Juan Taratuto pero me cortaron, así que pasé mucha vergüenza en el estreno. Con una tira de PolKa estuve muy poco porque tuve que dejar; me llamaron nuevamente pero por ahora dije que no a meterme en una tira con 12 horas de grabación. No me permitiría dirigir, ni dar el espacio que quiero a mi escuela de teatro, ni a mi participación en «Les Luthiers», donde estoy como actor reemplazante. Pero en TV me siento poco querido, poco respetado, quizá porque un chico de 23 años me dice «Pibe vení, andá». No me siento mimado, me erizo como los gatos.
Entrevista de Carolina Liponetzky
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