7 de marzo 2001 - 00:00

Un bello y talentoso Beckett para mayorías

El grupo Sobrevento.
El grupo Sobrevento.
El Grupo Sobrevento fue creado en Rio de Janeiro en 1986. Sus integrantes se han especializado en el teatro de títeres y en la manipulación de objetos, logrando una notable sofisticación dentro de ese rubro.

«Beckett», el espectáculo que el grupo está presentando en el Programa Iberoamericano de Teatro en el Cervantes, es sin duda una buena muestra del virtuosismo de estos artistas. La obra está inspirada en tres obras cortas de Samuel Beckett y logra transmitir con suma claridad y buenas dosis de humor el desolado universo dramático del autor de «Esperando a Godot».

Las situaciones recreadas por Sobrevento bordean el absurdo y, por momentos, hasta comparten el código de sin sentido tan propio del dibujo animado. Todo esto se ve reflejado a través de recursos muy sencillos, como por ejemplo: el acto de vestirse y desvestirse, la arbitraria desaparición de objetos o el extraño comportamiento de una botella que se aleja cuando alguien está a punto de atraparla.

El grupo brasileño utiliza variadas técnicas en sus espectáculos, pero aquí ha recurrido fundamentalmente a la manipulación directa (sin varillas ni hilos), un procedimiento derivado del bunraku japonés. Con dos o tres titiriteros manejando cada muñeco, más el acompañamiento sonoro y musical de un violinista que va subrayando cada gesto, se logra una reproducción de movimientos altamente «humanizada».

Pero este profundo conocimiento del lenguaje corporal (una de las marcas distintivas de Sobrevento) no apunta a la mera exhibición de habilidades. Cada gesto está diseñado para transmitir una idea o un estado de ánimo. Incluso, una acción tan insignificante como la de ponerse los zapatos puede servir para mostrar personalidades opuestas. Todos estos códigos enriquecen el planteo dramático de cada escena sin que nadie extrañe la palabra, algo con lo que Beckett estaría bastante complacido.

Los títeres carecen de un rostro definido, pero eso no impide que uno de estos diminutos personajes despierte entre el público una inmensa oleada de ternura. El último cuadro -a manera de epílogo-reúne a dos actores y un texto que, leído con un tono opaco y monocorde, parece resumir todo el sin sentido de la existencia humana.

Cabe advertir que
«Beckett» es un espectáculo cuya simplicidad puede llegar a resultar algo agobiante, ya que gran parte de sus acciones tiende a la repetición o se demora excesivamente en la descripción de algunos de sus personajes. Pero por otra parte, el fascinante dominio técnico de los artistas hace que estas criaturas del absurdo seduzcan al público con su expresividad.


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