Alemania, 1944. Soldados rusos al mando de un adolescente toman un pueblo sin hallar resistencia. El alcalde intenta congraciarse con su jefe. Más allá, unos chicos alemanes, casi niños, se preparan para el combate. En el camino un muchacho que ha quedado ciego espera la muerte junto a su fusil. Estas son solo algunas escenas de una película notable. Esa película es una de las mejores que ha podido hacer su director. Pero hay algo más: esa película cuenta la propia experiencia que vivió ese director cuando era apenas un teniente del Ejército Rojo. Se titula, título terrible, “Yo tenía 19 años”.
Un ciclo para no perderse de un director alemán de culto
Hoy comienza, en Sala Lugones del Teatro San Martín, una retrospectiva de Konrad Wolf que incluye muchos títulos inéditos. Se verá su desgarradora autobiografía en la guerra, "Yo tenía 19 años"
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Una imagen de "Yo tenía 19 años", del alemán Konrad Wolf
Estamos hablando de Konrad Wolf. Su padre, médico judío que sirvió en los hospitales de campaña de la Primera Guerra Mundial y la Guerra Civil Española, era afiliado al Partido Comunista. Cuando los nazis fueron mayoría, él huyó a la Unión Soviética con su familia. Ahí se criaron sus hijos. Markus, el mayor, se hizo periodista, cubrió el avance a Berlín y el Juicio en Nuremberg, se hizo espía al servicio de la Alemania Comunista y se convirtió en un mito. Lo llamaban “el espía sin rostro”, y también “el Romeo”, porque seduciendo a las secretarias lograba acceso a secretos industriales y políticos de la Alemania Occidental, una picardía que supo transmitir a los espías más jóvenes. Ya era viejo cuando cayó el Muro. Al reunificarse Alemania fue llevado a juicio por algunos de sus varios delitos, pero la sacó barata.
Por su parte, Konrad, el hijo menor, entró al Ejército Rojo a los 17 años, luchó en el Frente, pero poco después de la Guerra pidió la baja y se fue a estudiar en la Escuela de Cine de Moscú. Establecido en la Alemania Comunista, a lo largo de 26 años hizo 15 películas y condujo la empresa estatal de cine, la famosa DEFA. Tenía talento, pensamiento propio, y un estilo a la altura de los tiempos, tres razones por las cuales más de una vez debió enfrentar los reproches y hasta la censura de las autoridades. Lo defendieron el hermano, el prestigio de los muchos premios internacionales, y el favor del público.
Una sola de sus obras tuvo aquí estreno comercial, la superproducción “Goya”, pero casi todas las demás se han difundido gracias al Instituto Goethe. A partir de hoy, Sala Lugones del Teatro San Martín ofrece nueve de ellas, todas en copia restaurada. En detalle, por orden cronológico, “Lissy” (1957, a comienzos de los ’30 un joven es despedido por su jefe judío y en consecuencia se vuelca al nazismo), “Los buscadores de sol” (1958, obreros de una mina de uranio con destino a Rusia se confrontan con una joven que por alguna razón está huyendo de su familia), “Nuestra ciudad arde”, también conocida como “Estrellas” (1959, el amor imposible de un soldado alemán y una búlgara judía).
Se verán también “El cielo dividido” (1964, otro amor imposible, el de una joven por un ingeniero químico que se escapa a Alemania Occidental), “Goya. El camino del conocimiento” (1971, la evolución cada vez más sombría del pintor enfrentado a los gustos de la Corte y la Inquisición), “El hombre desnudo en el campo deportivo” (1974, confrontación de ideas entre un escultor cuestionado y el obrero que le sirve de modelo), “Mamá, yo vivo”, antes mejor conocido como “Mamá, estoy vivo” (1977, prisioneros alemanes de guerra son “concientizados” y reenviados a su país supuestamente para luchar contra el nazismo), “Solo Sunny” (1980, una joven obrera abandona el trabajo y se hace cantante pop, con Renate Krobner, Mejor Actriz en el Festival de Berlín de ese año).
Esta fue su última película. Estaba haciendo otra, cuando murió de un paro cardíaco en 1982. Organizan este ciclo el Instituto Goethe, DEFA y Cinemateca Argentina, entre otras entidades.
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