«Ali» (EE.UU., 2001, habl. en inglés). Dir.: Michael Mann. Int.: Will Smith, Jon Voight, Mario Van Peebles, Jada Pinkett Smith, Nona Gaye.
El contenido al que quiere acceder es exclusivo para suscriptores.
H abía muchas maneras de contar la vida de Mohamed Ali, y Michael Mann, siempre talentoso y original, no eligió el modo más fácil. De hecho, casi se podría decir que directamente seleccionó las partes de la vida de Ali que una producción hollywoodense más convencional hubiera desechado por incómoda. La negación de un ídolo deportivo a pelear en la guerra de Vietnam, o su defensa del Islam, son temas que, en estos tiempos, se vuelven más riesgosos que nunca.
La unión de cine y boxeo es una combinación que ha ganado muchas veces por knock out, desde «Body and Soul» («Carne y Espíritu») con John Garfield, al team Scorsese-De Niro de «Toro Salvaje» («Raging Bull»), sin olvidar al «Gatica» de Leonardo Favio. El uso de la música en las secuencias de box es uno de los recursos más originales que utiliza Mann para diferenciarse de las peleas de tantos clásicos del género. De cualquier modo, Ali es una película que no podría definirse automáticamente como drama deportivo, ni como una película de boxeo, e inclusive se queda corta como biografía de uno de los boxeadores más populares de todos los tiempos.
Selectivo
El guión del mismo Mann se centra en apenas dos o tres momentos específicos en la vida del boxeador personificado por Will Smith. Y de esa selección surge que Ali sea una película política que se ocupa de temas como el racismo, la guerra, la lucha de una persona por mantener sus conviccciones eligiendo el camino más difícil, la hipocresía de los medios, la sociedad y los paladines de lo políticamente correcto, como los que dejaron solo a Malcolm X, colaborando con los mismos encargados de su asesinato.
Justamente por su militancia y amistad con Malcolm X -encarnado por Mario Van Peebles-, Ali se convirtió en su momento en una fuente de preocupación para las autoridades, ya que el campeón mundial de peso pesado podía pasar perfectamente, en un segundo, de un simpático exabrupto a una posición firme sobre algún tema delicado. Por eso de las dos horas y media de metraje, la mayor pelea es contra el sistema.
Una figura tan abrumadora como la del ex Cassius Clay necesitaba un director frío como Mann, capaz de alternar a Sam Cooke con música tecno totalmente fuera de época o formidables temas pop africanos. «Ali» tiene de todo, incluyendo romance -con Jadda Pinkett Smith, la esposa del actor protagónico, y Nona Gaye-, drama, violencia, paranoia, humor, paisajes exóticos y dictadores tercermundistas.
Entre lo mejor está el largo recital de Sam Cooke, los entretelones africanos y cada una de las secuencias con el periodista que encarna un irreconocible Jon Voight.
Dejá tu comentario