«El viaje inolvidable. Paris/Argelia» (Exils, Francia, 2004, habl. en francés, español y árabe). Guión y dir.: T. Gatlif. Int.: R. Duris, L. Azabal, L. Makhlouf, H. Cheik, Z. Gazem. De Tony Gatlif se vieron aquí dos películas centradas en su parte zíngara: «Gadjo dilo (El extranjero loco)», ambientada en los Balcanes, y «Vengo (Gitano)», en el sur de España, donde también se oía música del norte de Africa. El viaje a las raíces se completa ahora con este film centrado en su parte argelina.
En efecto, él es uno de esos pied-noirs que, apenas adolescente, debió irse de Argelia con sus padres cuando los musulmanes tomaron el gobierno en 1962 (para hacerse una idea, aquello fue como si los negros sudafricanos, después del apartheid, hubieran echado a todos los boers). Ahora, en su relato, una pareja de jóvenes de hoy, franceses de origen argelino, que no son musulmanes ni saben árabe, un buen día deciden conocer la tierra de sus mayores. Más bien lo decide el joven, cuyos padres (luego lo sabremos) fueron expulsados aún cuando el abuelo, anticolonialista, había muerto torturado por el ejército francés en 1959. Esto último lo sabremos recién al final, como de paso. Dato singular, el abuelo era un cristiano francés, probablemente esposo o suegro de alguna nativa.
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En cuanto a la joven, su padre directamente nunca le transmitió nada. Como sea, acá éstas son referencias al paso. La obra más bien expone las experiencias sensoriales de la pareja durante esos días, desde el zangoloteo con música electrónica en un departamento de Paris, pasando por trenes, caminatas, lluvias, fuentes de aldea, ruinas, descansos al costado del camino, encuentros con gentes diversas, una jornada como cosecheros bajo el sol de Almería, un desvío a Marruecos, etc., y una Argel que parece detenida en el tiempo (incluso todavía fajan a los bebés), donde el contraste de culturas se hace más evidente, sobre todo para la mujer, pero donde todavía están la casa paterna y las viejas fotos familiares, en fin, todo eso, hasta llegar inesperadamente a lo más antiguo, más antiguo aún que las vivencias de sus padres, el zangoloteo del «trance» entre miembros de la religión sufi, que aún permanece, al borde de la religión oficial.
También inesperadamente puede advertirse que los músicos del «trance» usan como base rítmica el mismo «papito-papá» de nuestro malambo. Coincidencia o afluente, no lo sabemos. Las gentes y las culturas van y vienen, y éste es finalmente el tema de la obra, hecha con especial fluidez, a veces como improvisando situaciones con un pequeño equipo a lo largo del camino. Lástima, los textos de ciertas canciones no están traducidos. Lástima también el título local, porque se mezcla con tantos otros «viajes inolvidables». Una constante: las mujeres de Gatlif son siempre sensualotas, consentidas, y busconas. Así también era Rona Hartner, la de «Gadjo dilo» y «Je suis né d'une cicogne», a quien tuvimos el gusto de conocer personalmente, y así es ahora Lubna Azabal, protagonista junto al habitual Romain Duris.
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