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La idea de «El smoking» es original, pero no es el concepto adecuado para Jackie Chan: el smoking con poderes especiales capaz de volver a cualquier persona común y corriente en un superagente secreto no potencia las habilidades del legendario actor chino, sino más bien todo lo contrario.
La trama convierte a Jackie en el chofer de un espía millonario, en una fórmula al mejor estilo del Kato de «El Avispón Verde». Un atentado le permite al chofer experimentar el smoking mágico para combatir a un malvado magnate del agua mineral que intenta apoderarse de todo el agua potable del planeta.
Obviamente el chofer convertido en elegante espía hace el ridículo en una larga serie de escenas cómicas que a veces se sostienen y a veces no tienen mucha gracia. Los elementos divertidos del guión se hubieran lucido con un poco más de rigor e imaginación en los gags, que en su momento más ingenioso presenta al ex chofer con un «Me llamo Tong, James Tong». Pero, por sobre todo, el gran problema es que el concepto del traje-arma secreta requiere un arsenal de efectos especiales que anulan casi por completo las habilidades de Jackie Chan. Cualquier actor sin grandes cualidades acrobáticas podría haberlo suplantado, probablemente sin tener que aguantar los chistes malos escritos para Jennifer Love Hewit, que no se luce demasiado en su papel de agente novata.
Entre los momentos más rescatables hay un cameo de James Brown y una rara escena picaresca diseñada para que el protagonista pierda el smoking y sus superpoderes. Todo bastante obvio, poco inspirado y con un Jackie Chan demasiado light y contenido.
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