El conscripto que atendió a los sobrevivientes del crucero Belgrano y calló su historia por 40 años

Luis Zanello auxilió en Ushuaia a los heridos que fueron rescatados tras el hundimiento del crucero. Por cuatro décadas casi no habló del tema. Hoy lucha por ser reconocido como veterano.

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"Los fantasmas de la guerra nunca se van". La voz de Luis Zanello viene de lejos. De San Antonio Oeste, en Río Negro, una porción de la inmensidad patagónica. Esa misma inmensidad que hace 40 años veía al crucero ARA General Belgrano irse a pique tras ser atacado a traición por el submarino británico Conqueror. Fue el 2 de mayo de 1982, durante el Conflicto del Atlántico Sur. En el hecho murieron 323 argentinos, casi la mitad de los 649 caídos del bando.

Por entonces, Zanello tenía 19 años, era conscripto de la Armada y se desempeñaba desde agosto de 1981 como enfermero en el hospital naval de Ushuaia. En las horas posteriores al ataque, tanto él como sus camaradas recibieron los cuerpos y atendieron a los heridos de extrema gravedad que llegaban desde aquel infierno en ultramar. "Lo veo hoy, después de 40 años, y era novedad, sorpresa; mucha incertidumbre. No éramos conscientes de la magnitud de una guerra. No estábamos preparados psicológicamente", dice a Ámbito al repasar los hechos.

Destino sur

Oriundo del pueblo santafesino de Cañada Rosquín, cuna de León Gieco, Luis Zanello fue designado al Hospital Naval de Ushuaia en 1981. Como la mayoría de sus pares, no imaginaba que se avecinara una guerra en territorio argentino. Mucho menos contra una potencia bélica como el Reino Unido. Allí Zanello se formó en enfermería, una disciplina que lo marcaría en poco tiempo. La vida en Tierra del Fuego no ofrecía demasiado más que la cotidianidad de la rutina castrense. Al menos hasta 1982, cuando ocurrió lo inesperado.

"La mañana del 2 de abril -cuenta- nos desayunamos con el inicio del conflicto. Eso cambió el panorama, porque se preveía que había posibilidad de enfrentamientos. Un compañero que era cabo segundo enfermero tenía de compañero a un infante de Marina, el cabo Urbina, que fue herido cuando lo mataron a Giachino, ese mismo 2 de abril. '¿Vos sabés si lo mataron a mi compañero?', me preguntaba".

"Claro, no había información como hoy. Éramos conscriptos, no teníamos experiencia. Lo veo hoy, después de 40 años, y era novedad, sorpresa; mucha incertidumbre. No éramos conscientes de la magnitud de una guerra. No estábamos preparados psicológicamente", explica a este medio.

La urgencia del conflicto llevó a acelerar la formación de los enfermeros y enfermeras que estaban apostados en el Teatro de Operaciones del Atlántico Sur (TOAS). Zanello la define como una "escuelita de primeros auxilios". Según marca, la mañana del 2 de abril había sido de mucha euforia. Nadie entendía demasiado bien qué pasaba, hasta que la voz de la experiencia los despertó: "Nos llamaron a formación y el director del hospital nos dijo 'muchachos, esto no es joda. Si hay enfrentamientos, acá vamos a recibir heridos'. Era así porque el Almirante Irizar y el Bahía Paraíso, que tenían quirófanos, eran barcos que atracaban en Ushuaia para la campaña de la Antártida".

"Ahí empezamos a preparar todo: gasas, compresas, férulas". El clima se había enrarecido.

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Horas trágicas

Para mayo de 1982 el conflicto escalaba. El Reino Unido movilizaba una considerable fuerza de operaciones a la zona de Malvinas y planeaba el desembarco. Fue el segundo día de ese mes cuando ocurrió el desastre. Cerca de las cuatro de la tarde, el submarino nuclear inglés HMS Conqueror recibió la orden de atacar. Su objetivo era el General Belgrano, un crucero ligero, veterano de la Segunda Guerra Mundial, que navegaba por fuera de la zona de exclusión establecida por Londres. Tenía 1.093 tripulantes a bordo. Tres torpedos causarían una de las mayores tragedias de la historia argentina.

En Ushuaia, Zanello empezó a escuchar el rumor, pero ninguna voz oficial lo confirmaba: "Después de la cena vino un cabo y nos informó que habían hundido el Belgrano, que había sido atacado por un submarino, decía. Eran informaciones muy vagas".Con el paso del tiempo, el tráfico de versiones empezó a resonar con más fuerza: "Para mí puntualmente fue algo muy trágico. En Ushuaia las condiciones climáticas no eran óptimas. Hacía mucho frío, estábamos en mayo. Yo tengo muchos compañeros, que en parte no han vuelto, que eran de la tripulación del crucero Belgrano".

"A la mañana se hablaba de que había aviones buscando las balsas. Decían que había sobrevivientes pero no se sabía cuántos. Que el mar estaba muy frío. Todo eran comentarios", relata el enfermero. Pasaron dos días hasta que la realidad golpeó a la puerta. El Aviso Gurruchaga llegaba a puerto con algunos heridos rescatados de altamar: "Venía mucha gente quemada. Había dos muertos, si mal no recuerdo. Yo llevé a uno a la morgue, a un chico jovencito, que debía ser conscripto".

Las principales lesiones de los marinos eran las quemaduras. El primer torpedo había arrasado con la sala de máquinas, desatando un incendio en el buque y desperdigando fósforo por la nave. Las llamas devoraron todo a su paso. "La mayoría contaba que estaba durmiendo la siesta. Fue después del almuerzo cuando recibieron el primer torpedo. Me acuerdo de un pibito que estaba en shock, quizás un clase 63, me contaba que al barco le habían cortado toda la proa. Después los testimonios fueron ampliando la historia", recuerda Zanello.

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Y agrega: "Para mí fue algo muy doloroso. Yo me enteraba y decía 'mis amigos o se salvaron con las balsas o se hundieron con el barco'. Imaginate ser pibito, tener 19 años, y saber que tus compañeros se hundieron el mar, en un barco que era gigante. Yo tuve la suerte de conocerlo al Belgrano, y recuerdo que había una plaqueta que lo nombraba como el Ave Fénix, porque había sobrevivido a Pearl Harbor"

Como al resto de los protagonistas, ese episodio lo marcó para siempre: "La mayoría de los heridos había estado por lo menos 24 horas en el agua, en las balsas. Es muy duro decirlo, pero se bancaron mucho; estoy seguro de que muchos de los heridos a los que atendimos fallecieron. Fue una locura".

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Volver a hablar

Zanello hoy habla abiertamente de la guerra, pero no siempre fue así. Mantuvo casi 40 años de silencio, apenas confesándose con sus padres. "Hace poco hablaba con una enfermera que me decía que yo estaba loco por las cosas que hacía. Hice cosas que hoy no me animaría a hacer. Creo que en esa etapa estaba muy loco, no medía las consecuencias. No sufría la impresión que hoy siento. Hoy no puedo ver una herida. Me explicaron que es el estrés post traumático de guerra. Yo, por ejemplo, siento dolores o me corre una impresión por las piernas cuando veo un accidente", grafica.

Pese a sus vivencias, a sus secuelas y a su aporte durante el conflicto, Zanello no está reconocido plenamente como Veterano de Guerra de Malvinas (VGM). Hoy es coordinador de Concertación TOAS, la agrupación que nuclea a soldados que defendieron el litoral marítimo patagónico y que luchan por ese reconocimiento. Fue la socialización de ese dolor lo que le permitió sanar.

Sin embargo, faltaba algo: volver a Ushuaia, hecho que ocurrió recién este año. Fue en el marco de La Ruta del TOAS, una caravana organizada por la agrupación para visibilizar y poner en valor los escenarios continentales del Conflicto del Atlántico Sur. "Los fantasmas de la guerra nunca te los sacás. Hay que agradecer al ciudadano. Hoy, gracias a lo que se sabe, porque pudimos abrir los libros de guerra y contar que no todo pasó en Malvinas, sabemos que el porcentaje más grande del conflicto fue en el continente y en el mar", detalla.

Sobre aquel regreso tan postergado, el santafesino destaca que "el pueblo nos reconoce, porque lo que hicimos en el continente y en el mar fue muy grande. Ellos lo vivieron. La gente que vivía en esa época en Buenos Aires no tiene las imágenes de los apagones, del cagazo. El ciudadano nos habla y dice que se sentían protegidos por nosotros. Los comandos que entraban, porque hay certificados más de 20 desembarcos, entraban por mar. La ciudad y las bases aéreas estaban del otro lado, entonces, para hacer mierda las bases aéreas, tenían que borrar las ciudades".

Por último, confiesa que "la mayoría de los que estuvimos en sanidad en esa época todos nos tuvimos que ir. Había mucha presión para no hablar, para no contar. Creo que fue algo sistemático". Pero esa indiferencia tiene su contracara en sus camaradas: "Me reencontré con muchos veteranos del Belgrano, he hablado con otros por teléfono. Hay uno en mi pueblo, Oscar Scaglia",

¿Por qué esa comunión se dio después de tanto tiempo? Antes de cortar el teléfono, Zanello hace silencio. Piensa y responde: "Lo que pasa es que ahora, de grande, te empezás a encontrar".

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