8 de septiembre 2022 - 00:00

Luciano Cáceres: “Después de la pandemia, salir de gira da felicidad”

El actor participa de una retrospectiva de sus films en el Festival Internacional del Cine de las Alturas, en Jujuy.

Cáceres.”Mi próximo paso es dirigir, pero sé que para eso me falta”.

Cáceres.”Mi próximo paso es dirigir, pero sé que para eso me falta”.

San Salvador de Jujuy - El Festival Internacional de Cine de las Alturas volvió a ser decididamente presencial. Sólo conserva la difusión on line de algunas películas diarias, y en cambio se han multiplicado las actividades, y el público, que prácticamente llena las salas. Allí estuvo Luciano Cáceres, presentando en retrospectiva “Gato negro”, singular superproducción de un empresario outsider, y “El desarmadero”, de Eduardo Pinto, el director con quien más trabajó hasta ahora (“con los hermanos Pinto llevamos a cabo ideas fuera del Incaa, como ésta, ‘Corralón’, ‘Las nubes’ y ‘La educación de los cerdos’”). También cumplió con una charla pública llena de estudiantes de artes y audiovisuales, todo esto en medio de una gira con la obra “Desnudos”. “Vengo de Bahía Blanca, ahora voy a Rosario, no me pesa, las giras me dan felicidad después de la pandemia”. Como en catarata, surgían sus recuerdos.

“Papá, Ernesto Cáceres, actor independiente, empleado municipal, vivía en un teatro. Tiraba un colchón en el escenario. Una compañera de trabajo, casada con un ingeniero, quiso conocer dónde dormía. Fruto de ese amor prohibido, fui generado en el escenario. De esto me enteré recién a los 15, por una prima. Pero yo estaba metido en la actuación desde niño, desde una noche en que vi cómo mi padre se transformaba en otra persona y el público lo escuchaba fascinado”. “Hice un curso de teatro en la Sociedad de Farmacéuticos”, continuó, “pero realmente aprendí, no solo a ser actor, sino hombre de teatro, en lo que después fue Andamio 90, con Alejandra Boero, que era como una abuelita dictadora. Ahí fui boletero, acomodador, actor, limpiaba la sala, llevaba las gacetillas a las redacciones, todo, y practicábamos todos los géneros, lo que no es común en otras escuelas. Entonces, la gente del teatro independiente consideraba un delito actuar en teatro comercial, televisión, publicidades. Yo hice una, Boero me mandó llamar, creí que iba a retarme y, al contrario, me absolvió, me dijo que le parecía conveniente que empezáramos a ocupar todos los espacios posibles”.

En otro momento de la charla, señaló: “Allí Alfredo Alcón hizo ‘Final de partida’. Cada noche antes de la función, como un ritual, recitaba un poema. Y un día nos propuso que también los demás lo hiciéramos, a uno por noche, sean actores o acomodadores, ¡que todos participáramos! Tuve el honor de ser su hijo en ‘La muerte de un viajante’. Y él, en su generosidad enorme, quiso que en el cartel los nombres de los cuatro integrantes tuvieran el mismo tamaño, ‘porque la familia es la protagonista’, así dijo. Esa obra la hice al mismo tiempo que ‘Patito feo’. Y Alfredo la veía. El veía todo, y te comentaba cómo estuviste. Porque yo quería aprender el oficio de actuar en la televisión: cómo poner la voz, pararse frente a las luces, ahora hay cursos para ponerse frente a la cámara, entonces no había. En ‘Ciudad del sol’ tenía 22 años, el asistente dijo ‘ya está’ y el director, Carlos Gallettini, replicó ‘Ya está, nada. El pibe es muy bueno. Se merece un primer plano’. Esa fue la primera película donde recibí una paga. Y costó hacerla, sufrió interrupciones, cambios de elenco a causa de esas interrupciones, el tema era muy singular, una relación entre revolucionarios y delincuentes. Luis Luque era un símil del Gordo Valor. Cada tanto me dicen que alguien está planeando hacer la vida del Gordo, vamos a ver.”

Cáceres, en su alocución, prosiguió: “Para hacer ‘Gato negro’ Gastón Gallo hizo llevar un tren abandonado desde Jujuy hasta Buenos Aires, recreó en posproducción cañaverales e ingenio azucarero, trajo equipos, gastó mucho, y como tenía plata lo cagaron de todos lados. No volvió a dirigir, pero hoy tiene los mayores equipos de filmación del país. Ahí Lito Cruz debía filmar una escena en Tucumán, y viajó sin documentos. ‘Hace dos años que no llevo documentos, total a mí todos me conocen’. A él, que de cualquier cosa te salía recitando Shakespeare, algunos lo odiaban, porque nunca recitaba lo que decía el libreto, pero yo lo disfrutaba muchísimo. En ‘El elegido’, trabajamos un año entero, gran oportunidad que me dieron Pablo Echarri y Martín Seefeld. Y en el rodaje de ‘Amapola’, Lito recién salía de una internación, así que al costado del set había una cama y un médico, por las dudas. Llegó. Y pidió un whisky.”

Hacia el final, el actor recordó: “Eugenio Zanetti venía de ganar el Oscar y otros premios como director de arte. Acostumbrado a la organización de Hollywood, rodar ‘Amapola’ fue un sufrimiento. Por ejemplo, en una escena llueve, me mojo el saco. Para repetir la toma nadie había previsto otro saco, y así. Para colmo, la Fox tomó la película. Yo estaba haciendo el Macduff de ‘Macbeth’, y una noche me esperaba en la puerta del San Martín: ‘Tengo que decirte que la Fox tomó mi película. Impone otro protagonista’. Le cambiaron mucho, hasta el corte final, quedó un desastre. Pero ahora él está en su hotel en Córdoba, decorado con escenografías que trajo de Hollywood, y prepara otra película.”

Por último, señaló: “Una de las obras que hicieron crecer cosas de mi vida fue ‘Operación México’, sobre ese delirio de montoneros y militares. Me propusieron hacer de Tucho Valenzuela. Pero Sabrina, la hija recuperada, se negaba. ‘¿Ese tipo de ‘Graduados’ va a hacer de mi padre?’ Hasta que supo, y yo también lo supe, que en tiempos difíciles mi padre había escondido a Valenzuela en el teatro. Con razón me tocaba tanto ese personaje. El director, Leonardo Bechini, tampoco volvió a filmar. Hoy sigue dedicado a escribir para la televisión. Criado en el Bajo Flores, laburé en el kiosko de la escuela, fui cartero, hice tantas otras cosas, nunca imaginé que iba a vivir de la actuación. Últimamente me tira más dirigir teatro, que actuar. Eso, tras la experiencia de dirigirnos mutuamente con Sergio Surraco, mi gran hermano adoptivo. Pero me gustaría seguir eligiendo trabajos donde haya alguien de quien aprender, como disfruté de ver a Héctor Alterio preparando su personaje en ‘Fermín’. Y, no por llegar, sino por seguir en el camino, me gustaría algún día probarme como director de cine. Para eso, ya sé, todavía me falta mucho”.

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