27 de abril 2020 - 11:07

Argentina y el Mercosur: de la protección al daño autoinfligido

La decisión gubernamental de bajar al país de firmar nuevos tratados podría privar a las empresas exportadoras nacionales de las reservas del mercado. ¿Pueden las urgencias del presente llevar a que se resigne el futuro?

¿Qué riesgos lleva bajar a la Argentina de las negociaciones de libre comercio que el Mercosur lleva adelante hoy?

¿Qué riesgos lleva bajar a la Argentina de las negociaciones de libre comercio que el Mercosur lleva adelante hoy?

Mercosur

La decisión del Gobierno de bajar a la Argentina de las negociaciones de libre comercio que el Mercosur lleva adelante con Corea del Sur, Singapur, Líbano, Canadá y la India, entre otros países, conlleva un riesgo alto: que sus tres socios –Brasil, Uruguay y Paraguay– consigan el aval de la Casa Rosada para seguir adelante con esas gestiones y, con ello, priven a las empresas exportadoras nacionales de las reservas de mercado de las que disfrutaron desde la fundación del bloque.

A través de un comunicado, la Cancillería sorprendió el viernes a última hora al señalar que “la Argentina dejó en claro que la incertidumbre internacional y la propia situación de nuestra economía aconsejan detener la marcha de esas negociaciones. También afirmó ante sus socios que en este escenario (…) seguirá acompañando la marcha de los acuerdos del Mercosur con la Unión Europea y la EFTA (European Free Trade Agreement), sin entrar en debates por ahora estériles”.

La última referencia es importante: el país renuncia a firmar nuevos tratados de libre comercio, pero no a los ya cerrados con la UE y con el bloque que incluye a Islandia, Liechtenstein, Noruega y Suiza. Esto es así porque entiende que los disensos internos entre los miembros de ambos espacios, que incluyen reparos a una apertura al comercio agrícola, al menos dificultaría por un buen tiempo la puesta en marcha de lo pactado. Así, plantear reparos, implicaría justamente “entrar en debates por ahora estériles”. ¿Los habría, acaso, más adelante? Todo parece apuntar al nacimiento de una economía más cerrada.

El texto de la diplomacia conducida por Felipe Solá fue complementado por un comunicado de la Cancillería de Paraguay, que detenta la presidencia pro tempore del bloque. Este indicó que los Estados miembros “evaluarán las medidas jurídicas, institucionales y operativas más adecuadas en razón de la decisión soberana de la República Argentina de manera de no afectar el proceso de construcción comunitaria del Mercosur y de las negociaciones comerciales en curso”. Es más, afirmó que “la República Argentina (…) indicó que no será obstáculo para que los demás Estados partes prosigan con los diversos procesos negociadores”. Pasaron 48 horas al cierre de esta edición sin que ningún funcionario nacional ratificara o rectificara la posibilidad de que el país, tras años de presiones de sus socios en pos de una apertura del Mercosur, levante al fin la bandera blanca.

Lo que está en juego es un cambio de la decisión del Consejo del Mercado Común 32/2000, que señala en su artículo 1º “el compromiso de los Estados partes del Mercosur de negociar en forma conjunta acuerdos de naturaleza comercial con terceros países o agrupaciones de países extrazona en los cuales se otorguen preferencias arancelarias”.

¿Será que el Gobierno de Alberto Fernández habilitará ahora una modificación de esa norma para que Brasil, Uruguay y Paraguay puedan avanzar, juntos o por separado, en negociaciones comerciales a espaldas de la Argentina y, por supuesto, de la suspendida Venezuela?

En declaraciones televisivas realizadas el sábado a la noche, el presidente se refirió en términos ambiguos a la cuestión y aseguró que su propósito es hacer reflexionar a sus pares sobre la inconveniencia de apurar la apertura en las condiciones actuales. Entonces, ¿patea el tablero para lograr un regreso del Mercosur a sus fuentes, algo que podría provocar una paralización no solo de aquellas tratativas sino de buena parte del funcionamiento del espacio, o se resigna a ceder a la ofensiva sostenida de sus socios?

“Sabemos que una flexibilización de las normas del bloque es un riesgo que corremos, pero no tenemos alternativa”, admitió en diálogo con Ámbito Financiero una fuente del Palacio San Martín.

El secretario de Relaciones Económicas Internacionales, Jorge Neme, pareció avalar esa idea al declarar a la agencia Télam que “una vez que terminen esos procesos (de negociación), evaluaremos qué es conveniente para nosotros”. “Para eso planteé que hay publicar una salvaguarda jurídica en el tratado a los fines de que quede establecida la legalidad de ese procedimiento”, agregó.

¿Se trataría, acaso, de un permiso puntual, por única vez? Si así fuera, el daño se amortiguaría con respecto al futuro posible, ya que no blanquearía la entrada para siempre de jugadores todavía más poderosos. Sin embargo, la llegada de productos de potencias exportadoras como Corea del Sur y la India, esta última de bajísimos costos salariales, además de los de un país desarrollado como Canadá, más competidor que complementario con la Argentina en alimentos supondrían un escollo voluminoso para los negocios nacionales.

El aval a un mecanismo para que los diferentes Estados del Mercosur puedan avanzar a diferentes velocidades o, incluso, unilateralmente en negociaciones comerciales es justamente lo que la Argentina rechazó, primero, ante las largas presiones de Uruguay y Paraguay y, luego, ya con Jair Bolsonaro en el poder, también de Brasil. Si estos tres países avanzaran ahora en pactos de libre comercio con las naciones mencionadas o hasta con Estados Unidos o China, como se ha tanteado, la Argentina se convertiría, de hecho, en un socio comercial más entre muchos otros, dado que sus exportaciones no serían las únicas que ingresarían con arancel cero a esos mercados.

El Mercosur pasaría, entonces, de ser una unión aduanera imperfecta a constituir una mera zona de libre comercio, en la que las empresas nacionales perderían sus actuales reservas de mercado en los viejos socios.

Eso afectaría severamente a sus empresas exportadoras, que se verían forzadas a competir en condiciones extremadamente desfavorables con proveedores de mayor escala, menores costos y condiciones crediticias y de estabilidad macroeconómica sin paralelo.

Si la Argentina renunciara a abrir mercados con concesiones mutuas, ¿qué será capaz de exportar en los próximos años más allá de soja a China?; ¿de dónde saldrían los dólares para pagar la deuda que el ministro de Economía Martín Guzmán pretende hacer sostenible?; ¿con qué divisas se financiaría un proceso de desarrollo sostenido, sin el cual casi ninguno de los problemas del país tendría solución?

La coyuntura quema, pero es necesario asegurarse de que las urgencias del presente no lleven al país a resignar su futuro.

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