Benedicto XVI entronizado
Benedicto XVI asumió ayer en el Vaticano ante 400.000 fieles y 140 delegaciones extranjeras (ver fotos). En su homilía, intentó ponerse por encima de la división entre conservadores y modernizadores. "Mi programa es no hacer mi voluntad y no seguir mis propias ideas, sino ponerme a escuchar la palabra y la voluntad del Señor", indicó. Más allá de esto, buena parte de su energía estará dedicada a la "recristianización" de una Europa donde cada año decrece el número de fieles y donde gobiernos,como el socialista español, apuran una agenda contraria a los valores de la Iglesia. Néstor Kirchner fue uno de los jefes de Estado que participaron de esta ceremonia, con una numerosa comitiva. Se postró ante Benedicto XVI durante el besamanos de rigor y saludó también al argentino Leonardo Sandri, el arzobispo encargado del caso Baseotto en la Curia romana. En el Vaticano no desairaron al Presidente; sólo agasajaron más calurosamente a Mauricio Macri, quien concurrió a la Plaza San Pedro de la mano de Esteban Caselli, el ex embajador de Carlos Menem ante el Papado. El Presidente cruzó un saludo también con el mandatario de Italia, Carlo Azeglio Ciampi, sin que el conflicto por los bonistas apareciera en un contexto religioso. Los Kirchner pasearon por Roma -la conocieron en este viaje- y rindieron homenaje a los sacerdotes palotinos asesinados durante la represión de los '70, en la sede principal de esa congregación de irlandeses.
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• Metáfora
Tras declararse un «débil siervo de Dios que ha de asumir un cometido inaudito», como el «humilde trabajador de la viña del Señor» con que se presentó a la salida del cónclave, Benedicto XVI pidió ayer a los católicos que recen por él para que no huya «ante los lobos» y deje abandonadas a sus ovejas.
La metáfora del pastor y también la del pescador, sin olvidar el recuerdo del Papa Karol Wojtyla, centraron el grueso de su discurso, en el que hubo pasajes de intensa evocación poética.
«Nosotros sufrimos por la paciencia de Dios. Y, no obstante, todos necesitamos su paciencia. Dios, que se ha hecho cordero, nos dice que el mundo se salva por el Crucificado y no por los crucificadores. El mundo es redimido por la paciencia de Dios y destruido por la impaciencia de los hombres», dijo.
«Los hombres vivimos alienados, en las aguas saladas del sufrimiento y de la muerte; en un mar de oscuridad, sin luz. La red del Evangelio nos rescata de las aguas de la muerte y nos lleva al resplandor de la luz de Dios, en la vida verdadera», indicó.
Las reflexiones sobre el pastor y el pescador las hizo Benedicto XVI tras recibir el palio o estola y el anillo pontificio, que representan los signos del llamado Ministerio Petrino.
El tercer rito de la ceremonia, que comenzó con una oración ante la tumba de San Pedro, fue el llamado de la obediencia, en el que por primera vez se sustituyó el desfile de cardenales que se postran ante el Papa por el de doce personas, en representación de los apóstoles.
La misa de inicio del pontificado de Benedicto XVI fue seguida de forma serena y afectuosa por cientos de miles de asistentes, que lo aplaudieron treinta y cinco veces durante la homilía y otras muchas a lo largo de las dos horas y media de celebración.
Esa multitud de fieles, con banderas de su Alemania natal, de su patria chica, Baviera, de España y muchas de Polonia, en recuerdo de su antecesor, sólo se mostró efusiva cuando el Papa recorrió al final un tramo de la plaza vaticana en coche descubierto.
Con gesto sereno, aunque visiblemente emocionado y con la sonrisa que tantos le niegan levemente suspendida de su rostro, Ratzinger, de 78 años, bendijo repetidamente a los congregados, que no cesaron de fotografiarlo.
A este primer desfile de masas de Benedicto XVI asistió la treintena de jefes de Estado y de gobierno que estuvieron presentes en la ceremonia, en menor medida que en la despedida de Juan Pablo II, y los miembros de otro centenar largo de delegaciones.
A todos ellos los recibió luego en la Basílica de San Pedro, donde tuvo lugar el tradicional besamanos, que abrieron el presidente alemán Horst Köhler y el canciller Gerhard Schröder, seguidos del presidente italiano, Carlo Azeglio Ciampi. Tras ellos pasaron los reyes de España, Juan Carlos y Sofía.
El desfile continuó con el resto de representaciones, entre ellas las latinoamericanas con el presidente argentino, Néstor Kirchner; el de Colombia, Alvaro Uribe; Honduras, Ricardo Maduro; Paraguay, Nicanor Duarte; El Salvador, Elías Antonio Saca; y República Dominicana, Leonel Fernández.
Todos desearon parabienes a Benedicto XVI, que ayer comenzó oficialmente, con gesto sobrio y la emoción contenida de los fieles, su pontificado.
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