“Alberto Fujimori fallece a los 86 años”. “Falleció el exdictador Alberto Fujimori”. “Lloran por el ‘Chino’”. “Fujimori en la historia”. “¿Se acabará el odio?”. Con estos titulares impresos amaneció la mañana del 12 de septiembre en Perú, un día después de confirmarse el deceso de Alberto Kenya Fujimori Inomoto, el ingeniero outsider que se convirtió en Presidente en 1990, dio un autogolpe de Estado en 1992 y renunció al cargo desde Japón en el 2000, mediante una carta enviada por fax.
La muerte de Alberto Fujimori: un legado desde la economía hasta los crímenes de lesa humanidad
Fue condenado por crímenes de lesa humanidad y corrupción. Tras recibir un indulto, falleció en su residencia a los 86 años.
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La muerte de Fujimori fue anunciada por su hija mayor, Keiko, a través de X alrededor de las 6:30 p.m. del 11 de septiembre. La mañana del jueves se inició el velatorio de tres días que tiene lugar en una sala del Ministerio de Cultura, ubicado en el distrito limeño de San Borja. El entierro se realizará el sábado en un cementerio privado.
Durante la primera jornada, además de familiares y figuras políticas, centenares de partidarios se acercaron con fotos y pósteres con la figura de Fujimori.
“El mejor recuerdo de nuestro querido Alberto es que estabilizó la economía, derrotó al terrorismo e hizo colegios. Antes los pobres no teníamos televisores ni celulares. Ahora hasta el más pobre, la chocita más humilde, tiene su televisor grandote y su celular”, dice una mujer que lleva esperando más de 4 horas para ver el féretro.
¿Cómo explicar el fervor popular hacia una autoridad política que fue condenada a 25 años de prisión por, entre otros crímenes, la autoría intelectual de dos matanzas contra 25 personas?
En el poder
Apodado el “Chino” por sus rasgos orientales, Fujimori llegó a la presidencia en julio de 1990, tras derrotar al escritor —y hoy Nobel de Literatura— Mario Vargas Llosa y una campaña en la que aprovechó la crisis de la política tradicional para ubicarse como un ingeniero agrónomo ajeno al sistema.
La crisis se correspondía con el estado del país que heredaba, con una inflación anual que en 1989 superaba el 2700%, y el azote social causado principalmente por el grupo terrorista armado Sendero Luminoso.
Pese a rechazar durante la campaña la necesidad de un ajuste económico, al asumir Fujimori adoptó un severo plan antiinflacionario conocido como “Fujishock”, el cual provocó una devaluación de los salarios y provocó descontento en sectores sindicales y el Congreso.
El 5 de abril de 1992, frente a un Parlamento hostil, Fujimori dio un autogolpe de Estado. Con el respaldo de las Fuerzas Armadas, disolvió el Congreso e intervino las instituciones judiciales. Meses más tarde, en septiembre, se logró la captura de Abimael Guzmán, cabecilla de Sendero Luminoso.
Ambos hechos se tradujeron en altos índices de popularidad para el mandatario que, tras promover una nueva Constitución en 1993, ganó con holgura las elecciones de 1995 con el respaldo de las clases populares.
Tras forzar constitucionalmente la posibilidad de una segunda relección, Fujimori volvió a ganar las elecciones en el 2000. Sin embargo, el manto de un posible fraude electoral y graves acusaciones de corrupción contra su régimen y su asesor en las sombras, Vladimiro Montesinos, provocaron su renuncia.
Fujimori había salido del país para asistir al foro APEC en Brunéi, un país del sudeste asiático. Luego de ello debía dirigirse a Panamá para otro evento, pero decidió quedarse en Tokio. Desde ahí, envió su carta de renuncia vía fax. El Congreso se negó a aceptar su dimisión y lo destituyó por “incapacidad moral permanente”.
Prontuario presidencial
A su regreso a Perú en 2007, Fujimori fue juzgado por una serie de delitos que, ya durante su gobierno, diversos sectores sociales y la prensa habían denunciado y que acusaban la existencia de un régimen cívico militar.
Entre los crímenes estaba la formación del Grupo Colina, un escuadrón paramilitar que ejecutó dos masacres entre 1991 y 1992. La primera fue en el barrio limeño de Barrios Altos, donde fueron asesinadas 15 personas que asistían a una fiesta, entre ellas un niño de 8 años. Al año siguiente, en la Universidad La Cantuta, ejecutaron a 9 estudiantes y un profesor.
En 2009, la Corte Suprema sentencia a Fujimori a 25 años de prisión por la autoría mediata de ambas matanzas. Fue la primera vez que un exmandatario constitucional de Latinoamérica fue juzgado y condenado por crímenes de lesa humanidad en su propio país.
A dicha condena se le sumaron otras por participación en dos secuestros, interceptación telefónica, el pago espurio a congresistas y diversos actos de corrupción.
Tras su muerte, quedaron casos pendientes casos como la masacre de Pativilca y las esterilizaciones forzadas contra más de 270.000 mujeres y 22.000 hombres, la mayoría de origen indígena.
Relevancia política
En las últimas décadas, Fujimori jugó un rol central en la política peruana y su movimiento político, el fujimorismo, llegó a tres balotajes de la mano de Keiko Fujimori.
Para Héctor Villalobos, editor de Política del diario peruano El Comercio, “tanto para sus seguidores como para sus detractores, el impacto político que ha tenido la figura de Fujimori es innegable”, ya que las tres últimas elecciones “estuvieron signadas por la confrontación entre fujimorismo y antifujimorismo y es esta polaridad la que llevó a definirlas”.
Por su parte, el politólogo Eduardo Dargent sostiene que Fujimori “se ha convertido en un símbolo para un sector de la derecha, gente que incluso no lo conoció, pero que lo usa y usa lo que fue el fujimorismo para sus peleas políticas actuales”.
“El fujimorismo institucionalizó una serie de políticas de económicas que van a ser claves para entender el Perú de hoy, con cosas buenas y malas. Fujimori fue la cara política de una alianza que permitió construir por 10 años muchas de las instituciones que han perdurado”, explica.
Sobre el actual lamento de cierto sector de la población, Villalobos afirma que “se debe a que la figura de Fujimori continúa polarizando y lo seguirá haciendo mucho más allá de su muerte”. “Mantiene una gran base de seguidores debido a que le agradecen el éxito en la derrota del terrorismo y la recuperación económica”, advierte.
Sin embargo, el periodista remarca que ello no debe dejar de lado el quiebre y copamiento institucional y las violaciones a los derechos humanos ocurridos durante su régimen. “Su muerte cierra un capítulo importante en nuestra historia y deja como legado una fuerza política que lleva su nombre”, subraya.
En la misma línea, Dargent manifiesta que si bien “muchos de los legados del fujimorismo son terribles en el sentido de desinstitucionalizar, desbaratar y destruir”, no se debe “dejar de reconocer que marcó la política en el Perú de muy diversas maneras”.
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