7 de agosto 2020 - 00:00

Una saga irresuelta desde la revolución maoísta

La grieta entre China y Taiwán se remonta a la guerra civil que estalló en 1927 en el gigante asiático y enfrentó a las fuerzas alineadas con el Partido Comunista y al ejercito nacionalista Kuomintang (KMT).

Finalmente, derrotado por los comunistas de Mao Zedong, el jefe del KMT, Chiang Kai-shek, huyó a la isla de Taiwán, que en ese entonces era controlado por el KMT. A partir de ese episodio, Chiang continuó reclamando la totalidad de China, de la misma forma que el continente reclamó a Taiwán.

El nombre oficial de Taiwán sigue siendo República de China, mientras que el del continente es República Popular de China. Ambos dicen representar a todo el país.

Taiwán se transformó en una democracia vibrante y desarrollada cuya presidente actual, Tsai Ing-wen, enfatiza la identidad de la isla.

El KMT, ahora en la oposición, apoya la idea de estrechar lazos comerciales con Pekín, pero ningún partido defiende la idea de una reunificación, especialmente después de la reciente represión china en Hong Kong.

Washington reconoció a Taiwán como el representante legítimo de China hasta enero de 1979, cuando restableció relaciones con Pekín y paso a reconocerlo como único representante de China, que pasó a convertirse en un importante socio comercial. No obstante, mantuvo su relaciones informales con Taipei, manteniendo un apoyo decisivo, aunque a veces delicado.

El Congreso de Estados Unidos aprobó entonces una ley que exige a Washington vender suministros militares a Taiwán para garantizar su autodefensa frente las muy superiores Fuerzas Armadas de Pekín.

En 1992, Taiwán y China continental afirmaron la existencia de “una sola China”, aunque difieren respecto a lo que ello significa.

Solo 14 países, todos emergentes, y el Vaticano reconocen a Taiwán, mientras Pekín se esfuerza por detener cualquier reconocimiento internacional a la isla.

Estados Unidos, aunque reconoce a Pekín, es muy cuidadoso en cómo aborda el diferendo: “reconoce” el reclamo de Pekín sobre Taiwán, pero deja que ambas partes encuentren una solución.

En la práctica, Taiwán saca buen provecho de sus relaciones informales con Estados Unidos.

Aunque no tienen embajadas, Washington dirige en Taipei el Instituto Americano en Taiwán, mientras que los diplomáticos de la isla disfrutan del estatus de las otras naciones acreditadas cuando visitan Estados Unidos. Pekín es sensible a cualquier movimiento que pueda significar el reconocimiento oficial de Taiwán, como cuando Tsai habló por teléfono con Trump tras su elección, aunque antes de la toma de posesión.

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