La irrupción de la inteligencia artificial generativa (IA Gen) en la música abrió un campo fascinante para la creatividad, pero también generó un problema urgente para la industria cultural global. En los últimos días, dos hechos dejaron a la vista la magnitud del enfrentamiento.
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El lado B de la inteligencia artificial: la industria de la música se une para frenar la violación de derechos de autor
Dos competidores como Sony y Universal destinaron millones de dólares para aliarse con una startup especializada en detectar el fraude. A su vez, Spotify eliminó 75 millones de canciones "spam" de su plataforma.
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Es cada vez más difícil y caro para la industria identificar la música creada con IA Gen.
Por un lado, dos competidores como Universal Music Group y Sony Music anunciaron un acuerdo para aliarse con la startup SoundPatrol para detectar infracciones en canciones creadas con IA.
Y por el otro, Spotify reveló que lleva eliminados de su catálogo 75 millones de temas considerados “spam” en apenas un año, la mayoría de los cuales fueron generados o potenciados por sistemas automatizados.
Ambos movimientos reflejan una preocupación compartida: la proliferación de pistas falsas, clones vocales y catálogos artificiales que explotan lagunas legales y amenazan con desestabilizar la economía de una industria que sigue movilizando millones de dólares, más allá de los cambios de formatos.
El acuerdo entre Sony Music y Universal con SoundPatrol fue visto como un acontecimiento excepcional en la industria. La startup, fundada por investigadores en aprendizaje automático y especialistas en propiedad intelectual, desarrolló un sistema de “neural fingerprinting”, que puede traducirse como huellas digitales neuronales, capaces de detectar similitudes estructurales y estilísticas en piezas musicales.
Mientras los métodos tradicionales, como el Content ID de YouTube, identifican sólo coincidencias exactas, esta tecnología puede señalar influencias profundas que surgen cuando un modelo generativo reutiliza patrones de canciones protegidas.
“La IA no siempre copia literalmente un contenido, pero lo reelabora”, explicaron ejecutivos de los sellos al anunciar el convenio.
El desafío de promover el uso responsable de la IA
El objetivo de las grandes compañías es contar con evidencia técnica para sostener reclamos legales y frenar el uso indebido de voces, melodías o armonías reconocibles. Y la apuesta es grande, ya que si la tecnología de SoundPatrol funciona a escala, podría convertirse en una herramienta clave en la guerra que las discográficas llevan adelante contra la IA Gen por los derechos de autor.
En este marco, la solidaridad entre corporaciones se expresa casi naturalmente cuando hay un enemigo en común que puede afectar sus ingresos. Por eso, la plataforma de streaming más grande del mundo también movió sus fichas. Los 75 millones de canciones "spam" que Spotify eliminó representan una cifra descomunal si se compara con el tamaño de su catálogo, que ronda los 100 millones de pistas.
La compañía explicó que muchas de esas canciones provenían de catálogos creados masivamente con IA, con títulos manipulados para engañar a los algoritmos de recomendación, o incluso con imitaciones directas de artistas reconocidos. También aseguró que el objetivo de quienes crearon esa música era acumular reproducciones falsas en la plataforma y obtener pagos de regalías.
Por eso, la medida fue acompañada de nuevas reglas en la plataforma: límites a las subidas masivas, controles automáticos más estrictos y ajustes en los criterios de monetización para impedir que reproducciones mínimas generen ingresos.
“Queremos apoyar a quienes usan la IA de manera responsable, no a quienes abusan de ella”, aclararon portavoces de la empresa fundada por el sueco Daniel Ek.
Sin embargo, muchos músicos independientes ofrecen una interpretación diferente. Sostienen que la cifra de eliminaciones muestra el nivel de saturación al que había llegado la plataforma como consecuencia de sus propias políticas de funcionamiento.
Así, las voces críticas también encuentran su lugar en esta polémica, en la que el acuerdo de UMG y Sony con SoundPatrol marca un intento de la industria por mantenerse a la ofensiva.
Los riesgos de la carrera tecnológica
Frente a esto, hay quienes advierten que se trata de una carrera armamentista tecnológica sin futuro: a medida que mejoren los detectores de fraude, también mejorarán los generadores de música en una dinámica sin fin, sostienen.
Los expertos en programación advierten que los modelos de IA pueden variar estructuras musicales para esquivar las huellas, mezclando estilos o fragmentos de múltiples fuentes. En ese escenario, la detección se convierte en una lucha continua de actualización, como ocurre en cualquier tipo de ciberdelito.
Como un ejemplo concreto de este fenómeno cíclico, NVIDIA, la empresa más valiosa del mundo ingresó recientemente como inversor en ElevenLabs, un unicornio de inteligencia artificial con sede en Londres y Nueva York. Esta firma desarrolla síntesis de voz con habla natural y ultrarrealista en más de 70 idiomas, utilizando el software y los sistemas desarrollados por NVIDIA.
Pero el dato principal es que en agosto pasado ElevenLabs lanzó Eleven Music, su plataforma de generación de música creada con IA. Esta herramienta tiene una particularidad: firmó acuerdos con titulares de derechos de catálogos, entre ellos con SourceAudio para acceder a millones de canciones pre-autorizadas para el entrenamiento de IA.
Esto preserva a ElevenLabs de conflictos por la propiedad intelectual, pero no deja de ser una demostración de que en la industria existen corporaciones decididas a poner el dinero que sea necesario para detectar el fraude, pero hay otras -como la propia NVIDIA- que aparecen dispuestas a hacer lo mismo en el segmento de la generación de música artificial.
La ofensiva de las discográficas contra la música creada mediante IA también genera reacciones de quienes temen que las tecnologías de detección provoquen falsos positivos. Es decir, que se eliminen canciones legítimas por parecerse demasiado a otras, incluso cuando no haya existido un intento deliberado de copia.
Otros denuncian los riesgos de que el poder de decidir qué es “spam” quede en manos de pocas empresas, lo que podría favorecer la censura o reforzar el dominio de los grandes sellos discográficos.
La desprotección de los músicos independientes
La situación genera un dilema particular para los artistas independientes que se manejan sin grandes sellos que los sostengan económicamente. Para ellos, la IA puede ser una herramienta creativa poderosa, ya que abarata costos de producción, facilita la experimentación y abre puertas a sonidos antes impensados.
Pero al mismo tiempo, los expone a competir contra un océano de música generada sin valor artístico. Y, en el peor de los casos, a que alguien clone su estilo o su voz para lanzar temas falsos bajo su nombre.
La clave, coinciden especialistas, será garantizar acceso a las mismas herramientas de verificación y a los estándares de transparencia para todos, no solo para los gigantes de la industria.
Además, queda sin resolver el problema de base: el uso de obras protegidas para entrenar modelos de IA sin permiso de sus creadores. Varios juicios en Estados Unidos y Europa ya apuntan a compañías de IA por este motivo, un frente legal que no ha podido ser resuelto y seguirá abierto por bastante tiempo, según pronostican los analistas.
Aun así, las discográficas sostienen que contar con sistemas de referencia compartidos entre sellos y plataformas podría marcar la diferencia con los procedimientos ilegales. En ese caso, lo que está en juego es la capacidad de establecer estándares globales de verificación aceptados por toda la industria.
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