9 de mayo 2019 - 00:01

Todas las miradas al dólar

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Los argentinos que ahorraron dólares pueden ser el fondo anticíclico que nos saque de la crisis. La economía no para de contraerse, los precios de las materias primas son muy bajos. Hay una luz de esperanza en el contexto internacional. La micro desalienta y la macro trae esperanzas.

La economía nacional no tiene perspectivas de generar una reactivación. Los índices de actividad de la industria, comercio, construcción y servicios muestran que aún no han llegado a un piso. No hay un fuerte ingreso de dólares del exterior, con una inversión que esta por el piso. Las materias primas agrícolas que exportamos están lejos de sus precios máximos, y miramos con preocupación los pisos que permanentemente son perforados. En este escenario, el único camino posible para una mejora de actividad es que los argentinos que ahorraron en dólares, estén dispuestos a canjear esos billetes por activos, que en términos de dólares se encuentran en precios muy bajos.

El Gobierno desea que esto ocurra, para que eso suceda apunta a congelar el tipo de cambio en torno de los valores actuales, bajar la tasa de plazo fijo en $ y que dichos ahorros muten de billetes hacia activos.

Para ello el Banco Central sigue con el objetivo de congelar la base monetaria, impulsar a la suba la tasa de interés, e intervenir cuando sea necesario en el mercado del dólar de contado.

Hasta el momento no hemos observado ninguna intervención, el Gobierno muestra la variación de reservas 72 horas más tarde, con lo cual es difícil conocer su patrón de comportamiento, pero hasta ahora todo luce muy normal.

En las últimas semanas se han pagado amortización e intereses de títulos públicos, pero dicho dinero no volvió a ingresar al circuito en la magnitud que salió. Los tenedores de títulos cobran, pero no vuelven a reinvertir, lo que denota cierta desconfianza sobre los planes del gobierno y su solvencia para el pago de la deuda pública.

Argentina tiene una deuda pública exigible equivalente al 53% del PBI. La suma de los acreedores privados más organismos financieros internacionales alcanza los u$s 208.198 millones, mientras que la deuda intra Estado suma u$s 125.994 millones. Nos parece que la deuda exigible es fácilmente pagable, no bajo el escenario actual, pero si en la medida que el gobierno sostenga niveles de resultado fiscal primario positivos, o estemos frente a una continuidad de las políticas de apertura financiera.

El año 2019 está totalmente financiado, y restarían unos u$s 18.000 millones para cubrir los vencimientos del año 2020. Esta suma se podría conseguir antes de las elecciones paso del 11 de agosto próximo, los rumores de mercado dan cuenta de una negociación con el FMI y la Reserva Federal para poder acceder a este monto.

Más allá de la cuestión financiera, el Gobierno sigue cambiando las reglas de la economía en forma permanente, la suba de la tasa de estadística para las importaciones del 0,5% al 2,5% no hacen más que traer imprevisibilidad a los inversores extranjeros. La necesidad de lograr equilibrio presupuestario en un escenario recesivo invita al gobierno a buscar más recursos vía impuestos, y el escenario electoral inmediato invita a no bajar el gasto público, una combinación letal para los inversores de corto y largo plazo.

La instrumentación de un conjunto de ideas fuerzas para ser firmadas por la corporación política es una buena señal para los inversores extranjeros, mirando el mediano y largo plazo. Para el corto plazo, este conjunto de buenas ideas no le mueve el amperímetro a la economía real. El poder adquisitivo de los asalariados sigue cayendo y el consumo no para de caer, la firma de acuerdo es solo fulbito para la tribuna.

Nos preocupa la microeconomía en el año 2019, nos sorprende el ajuste macroeconómico que realizo el Gobierno y las buenas perspectivas que podrían venir en el año 2020 si las metas de resultado fiscal se cumplen, y la balanza comercial es positiva. La micro se desangra, y la macro te trae esperanza. El problema es que en las elecciones se vota mirando la coyuntura y en el largo plazo estamos todos muertos diría Keynes.

Conclusión

. - Las elecciones serán una bisagra en la economía argentina, gane quien gane traerá consigo un conjunto de definiciones que marcaran el camino de corto y mediano plazo. En ningún caso lloverán margaritas, los años 2019 y 2020 estarán signados por el ajuste económico, y si comienzan a llegar inversiones la mejora la veremos en el año 2021.

. - Los precios de las materias primas para la próxima campaña son muy bajos, la soja a mayo de 2020 vale u$s 233, el maíz a abril de 2020 u$s 140 y el trigo a enero de 2020 u$s 162 la tonelada. Con estos precios el que pague un alquiler de 16 quintales de soja por hectárea pierde dinero, la puja por los alquileres será muy fuerte, los dueños de campo quieren aumentarlos porque el dinero no les alcanza, los productores desean bajarlo porque el número no le cierra. Es el símbolo de la Argentina, nadie está conforme, y todos alcanzados por una fuerte presión tributaria.

. - El crédito no tiene miras de mejorar, las tasas son muy elevadas, y todo el consumo o compra de activos que se realiza con financiamiento está paralizado. El que tiene dinero de contado consigue buenos precios, el que necesita financiamiento no compra con estas tasas, la producción se derrite y los empleos comienzan a estar en juego.

. - La buena que podría venir, es que los argentinos salgan a ponerle el pecho a la crisis, producto de mutar dólares ahorrados versus activos. Argentina ha pasado a la categoría de mercado emergente y algo de dinero debería regar el almacigo de acciones argentinas en Wall Street. Una solución a la guerra comercial entre Estados Unidos y China podría traer paz en los precios de las materias primas, y una mejora del mundo emergente. La esperanza no se pierde, esperamos poco de la clase política, y todo está en manos de variables no controlables, que si se alinean nos permitirían algo de respiro.

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