El escenario macroeconómico nacional, es uno de los más complejos desde la vuelta de la democracia. La conjunción entre factores locales, algunos de larga data otros recientes y factores externos llevan a pensar que la inestabilidad nominal de la economía nacional difícilmente logre resolverse sin medidas integrales.
Cómo derrotar a la inflación
La inflación es injusta. La deflación es inconveniente dijo John M. Keynes. Para reducir la inflación es necesario un plan integral de estabilización. Este plan requiere de algunos pre-requisitos.
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La pregunta es cómo encontrar una senda de equilibrio. No un equilibrio estático ni parcial sino general y dinámico. Un equilibrio duradero que requiere sea sustentable económica y socialmente.
La Argentina ha tenido siete periodos históricos en los últimos 50 años: un régimen de alta inflación con episodios de hiperinflación entre 1975 y 1989 (promedio 280,9% anual) un período hiperinflacionario (1989-1991 con 4849% promedio) un lapso de muy baja inflación entre 1991 y 2001 durante la convertibilidad (2,7% promedio anual), una cuarta etapa entre 2003 y 2010 de inflación relativamente baja (11,6% promedio anual) , un intervalo moderado alto entre 2011 y 2018 (26% entre 2010 y 2015 y 31,7% de 2016 a 2018), un sexto período 2018- 2021 de alta inflación 47,3% promedio y un séptimo 2022-2024 con un pico de 289% anual en abril de 2024 y un nivel de 271% en junio de este año.
Sin dudas una de las asignaturas pendientes en la Argentina es resolver el problema inflacionario. El principal factor económico del triunfo de Milei fue la elevada inflación. Así como el Gobierno de Macri perdió en 2019 por el fuerte aumento de precios, la derrota del peronismo en 2023 se debe en gran parte a no haber resuelto el flagelo. La ciudadanía castigó a los dos últimos Gobiernos (Juntos por el Cambio y Unión por la Patria) buscando una alternativa en alguien “nuevo” que prometiera pulverizar la inflación. ¿Será esto posible?
El Gobierno se ufana de bajar la inflación desde el 25% mensual a 4,6% mensual, niveles muy elevados y con la contrapartida de una profunda recesión económica.
El diagnóstico del Gobierno es que si tiene superávit fiscal y no hay emisión monetaria no habrá inflación. Si bien mantiene una flotación administrada del tipo de cambio y el “cepo” para tener un ancla cambiaria. Un aprendizaje respecto a 2015-2019 cuando subestimar la cuestión cambiaria duplicó la inflación.
Más allá de las palabras del Presidente, que supone que secando la economía de pesos bajará la inflación, está claro por la experiencia argentina que la inflación no es solo un fenómeno monetario, sino que tiene múltiples factores institucionales y económicos que la provocan y reproducen. La inflación se triplicó en el mundo en 2022, al estilo de los años 70 por mayores costos, shocks de oferta y problemas en las cadenas de abastecimiento además de razones monetarias y fiscales, tal como lo reconocen la Fed y el Banco Central Europeo además del FMI y diversos bancos centrales del mundo desarrollado y emergente.
Frenar una inflación que en parte es por mayores costos (tarifas, tipo de cambio, alquileres, impuestos, etc.) con una retracción de la demanda, no elimina el fenómeno inflacionario y agrava los problemas de la economía real.
Por eso en Argentina y en el mundo se hicieron Planes de Estabilización que incluyen herramientas ortodoxas y heterodoxas que atacan todas las causas del fenómeno inflacionario.
Fuera de la promesa de superávit fiscal, que habrá que ver cuán creíble y sostenible es, está el compromiso de no emisión que está estrechamente ligado al tema fiscal. Está claro que cambiar emisión monetaria por emisión fiscal via endeudamiento, no resuelve los problemas estructurales del país ni mejora las expectativas.
Respecto a la emisión monetaria el Gobierno pretende frenar la emisión mediante los dos principales factores de la misma 1) emisión para atender la acumulación de pasivos monetarios (bola de pases antes de Leliq) vía el canje por deuda del Tesoro. Operación que analizamos el domingo anterior. 2) emisión para compra de dólares, vía absorción monetaria a través de la venta de dólares acumulados al contado con liquidación.
Esta operación tiene la virtud que permite arbitrar la brecha cambiaria, frenando temporalmente las expectativas, pero no genera acumulación de reservas ni resuelve la cuestión de fondo: la insuficiencia de activos externos y mucho menos la restricción externa que se profundiza con un tipo de cambio apreciado a través de mayores importaciones.
Está claro que hay un objetivo cambiario implícito. Si el Gobierno decía que la emisión para comprar dólares no era inflacionaria ¿Por qué lo hace? Para frenar la brecha, que retroalimenta las expectativas de devaluación y es inflacionaria. No lo reconocen discursivamente, pero saben que es central.
¿Podrá el Gobierno bajar la inflación? Pienso que podrá reducirla a un piso de 2% mensual al precio de mantener la recesión económica. Recesión que compense la presión inflacionaria de aumentos tarifarios pendientes y otros mecanismos indexatorios que pondrán un piso alto a la inflación.
Para reducir la inflación es necesario un plan integral de estabilización. Este plan requiere de algunos pre-requisitos. El primero es tener un tipo de cambio que no esté atrasado y hay unanimidad en analistas económicos, el mercado y el FMI que este tipo de cambio no es de equilibrio sin las restricciones vigentes. Por eso crece la brecha cambiaria.
Arbitrar la brecha es una solución de corto plazo, pero no una solución de fondo. Es necesario un tipo de cambio realista, reservas suficientes y una dinámica sostenible del sector externo. El segundo factor es terminar con ajustes en los precios regulados / en “vía de desregulación”.
No se puede estabilizar la economía mientras se reacomodan precios relativos. Es necesario no solamente equilibrio fiscal y monetario sino también estabilidad cambiaria. Un tema clave que generó tensiones en el Plan Austral y en menor medida en la Convertibilidad es que el precio de los servicios no transables internacionalmente no converge a valores internacionales aún con estabilidad cambiaria y por naturaleza la apertura económica no resuelve el problema.
¿Qué falta para lograr integralidad y sustentabilidad?
Un plan integral y consistente es mucho más que medidas aisladas o artificios monetarios o cambiarios. Implica atacar todas las causas de la inflación en forma simultánea y consistente para generar expectativas favorables que sean sostenibles. Analizaremos tres factores ausentes en el “programa antiinflacionario”
Necesidad de un acuerdo de precios y salarios
Para lograr la baja en sectores no transables es central coordinar las expectativas mediante un acuerdo de precios y salarios como en el Austral o el plan antiinflacionario israelí de 1985 simultáneo al Austral. Es interesante que el caso israelí que a diferencia del Plan Austral pudo sostenerse fue fruto de un acuerdo político entre las dos coaliciones políticas (Laborismo y Likud). Un plan integral y consistente debe ser fruto de acuerdos para que sea duradero.
También mecanismos para evitar prácticas oligopólicas o monopólicas, cosa que el Gobierno no hace fuera de controles, acuerdos o regulaciones espasmódicas, contradictorias con el discurso oficial y con algunas medidas efectuadas, como vimos en el caso Prepagas. ¿Quién le pone el cascabel al gato? Los acuerdos requieren un Estado fuerte para evitar abusos de los privados.
Un acuerdo de precios y salarios que sea creíble es vital para administrar el tiempo de convergencia hasta que la macro conduzca la inflación al objetivo. No existe caso donde se pase de un régimen de elevada inflación o hiperinflación a inflación muy baja sin acuerdo de precios y salarios que evite una espiral de costos. Un acuerdo que garantice que la oferta se va a acomodar a la mayor demanda que genera la estabilidad de precios que garantice productividad y provea una distribución del ingreso que sea política y socialmente sostenible.
Atacar la indexación
Para evitar una dinámica inflacionaria y ligado a lo anterior no hay forma de frenar aumentos de precios si hay contratos que ajustan por inflación pasada y reproduce la inflación futura. El Plan Austral y el Plan de Convertibilidad incluyeron desagio en el primer caso y prohibición de la indexación en el segundo.
Si no se resuelve el tema de la acumulación en el presente de la inflación pasada se generan aumentos que retroalimentan aumentos futuros de costos que van a precios.
Manejo de las expectativas
La sustentabilidad del programa supone lo anteriormente expuesto (cuestión fiscal, cambiaria, precios y salarios, inexistencia de precios retrasados, freno a la indexación) pero la clave es que sea creíble y sustentable. Es vital quebrar la expectativa inflacionaria.
Ello implica niveles de precios razonables, flexibilidad para acomodar aumentos de costos, pero sin desbordes ni abusos, y resolver la cuestión de sustentabilidad externa, central para evitar expectativas de devaluación que generen aumentos de precios en una economía dolarizada. En buen romance reservas suficientes y sector externo equilibrado.
Plan de estabilización
Ese plan de estabilización y crecimiento debe alejarse de dogmatismos, recogiendo las lecciones de nuestra historia y conciliar i) políticas consistentes II) crucial apoyo externo para tener divisas para afrontar la desconfianza inicial hasta que se logre credibilidad iii) fuerte apoyo político, idealmente más allá del oficialismo de turno complementado con reformas institucionales consensuadas de mediano plazo, iv) conciliar firmeza en la fase inicial a las presiones sectoriales, con consenso social y priorizar a los sectores más vulnerables v) y vinculado a lo anterior sostener en el tiempo las políticas con flexibilizaciones razonables ante cambios en variables externas, pero sin modificar el corazón del programa. Situaciones con que no contó ni el Plan Austral, ni el Plan Primavera, por ejemplo.
Por supuesto el contexto global es complejo, con una inflación elevada estos años a nivel mundial. Si bien no es posible replicar mecánicamente las experiencias, si se debe tener en cuenta más allá de los shocks adversos que sufrieron los planes de estabilización del pasado sus limitaciones, desvíos e inconsistencias como lección para implementar un plan exitoso en el tiempo.
En el caso del Austral más allá de la sequía y la caída de los precios de los bienes exportables de nuestro país, hubo deslizamientos de precios y también salarios, como también presiones hacia mayores niveles de gasto público, que generaron inconsistencias en la dinámica cambiaria que a su vez gatillaron aumentos de precios y del tipo de cambio. Como sabemos el gobierno de Alfonsín tenía minoría en el Senado y el sindicalismo alineado con la oposición.
La convertibilidad fue una liberalización extrema que provocó déficit externo financiado con endeudamiento, fue un esquema monetario muy rígido, tan exitoso para bajar la inflación como ineficiente para adaptarse a shocks. Así el plan quedó herido de muerte al maxidevaluar Brasil en 1999, ante la imposibilidad de financiar el déficit fiscal por la vía monetaria o a través del mercado de deuda y tampoco poder compensar con ingreso de divisas comerciales y/o financieras el creciente déficit de cuenta corriente.
El colapso de la convertibilidad por un déficit fiscal pero también externo no financiable y con atraso cambiario demuestra cabalmente que la inflación no puede sostenerse si la economía real colapsa y hay hiperdesempleo. Un desequilibrio económico y social hace inviable una inflación baja y estable. La injusticia y la inviabilidad de la mano tal como señaló Keynes.
Si al Presidente no le gusta Keynes para ver el impacto de la “sequía de pesos” puede ver una analogía en la historia del Golem. La esposa del rabino de Praga que mandó a su marido a traer agua del río y lo hizo con tanto celo que no solo secó el rio sino inundó la sinagoga.
El plan Lavagna de 2002-2003, tuvo años de un crecimiento muy importante que luego de 2010 sufrió la reaparición de la restricción externa que provocó la fuerte recuperación de las importaciones incluyendo energía luego de 2011, una caída en el valor de las exportaciones desde 2012, agudizadas en 2014 y luego las restricciones al financiamiento generadas por el conflicto con los fondos buitres que obligaron a tomar restricciones cambiarias, generando una gran brecha cambiaria que alcanzó máximos de 90% en septiembre de 2014 para luego bajar al 40% hasta fines de 2015.
Se puede decir que existe un consenso generalizado en que, a corto plazo, para recuperar cierta estabilidad, lo primero es recomponer el nivel de las reservas. Luego deberán tomarse medidas de carácter más estructural que apunten a solucionar el desequilibrio cambiario y la inercia inflacionaria.
En síntesis, la inflación podrá bajar en forma profunda y duradera si se logra una síntesis que recoja los frutos del aprendizaje colectivo, contemple nuestra estructura y realidad económica y sea exitosa en cambiar las expectativas del colectivo social en el marco de un acuerdo que concilie los múltiples desafíos.
Por las propias características de la historia argentina, un plan de estabilización debe estar acompañado por medidas que aseguren su viabilidad en el tiempo y que generen a) un perfil productivo que garantice crecimiento y estabilidad de sector externo 2) un sendero de recuperación del poder adquisitivo - ya muy golpeado - de la población (o al menos detengan su deterioro), aquello que se logre solucionar en la macro se descompondrá en la situación social 3) un acuerdo político que garantice la sustentabilidad económica y social.
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